La pachotada




Existen palabras irremisiblemente feas, algunas lo son por su sonido y además por su significado; una de ellas es pachotada, modismo utilizado en América Latina, sobre todo en la costa del Pacífico y en América Central. En algunos de estos países se dice patochada, que suena aún peor.

Según la Real Academia Española, pachotada quiere decir "respuesta agresiva, irrespetuosa, altanera". Pero en el uso más cotidiano su significado es más amplio. Una pachotada es una expresión estúpida, fuera de lugar, que no viene al caso o que exagera de manera tal que desfigura los hechos, una pura tontería provocadora, zafia e inamistosa.

El uso inmisericorde de las pachotadas no ayuda al debate político. Cuando comienzan a escasear los argumentos y abundan las pachotadas, la calidad de la política sufre. Ello no significa que el debate democrático deba carecer de discusiones vehementes, donde argumentos diferentes choquen incluso con un civilizado ardor. Tampoco significa que no se deba utilizar en el debate político la derisión, la ironía, incluso el sarcasmo. Ello ha sido siempre parte del debate político.

Grandes políticos, como Wiston Churchill, George Bernard Shaw, Charles de Gaulle, François Mitterrand, Giulio Andreotti, Enrique Tierno Galván, Sandro Pertini y Felipe González, entre otros, han sido memorables en el uso del humor y la ironía para desarmar al adversario. En América Latina, Juan Domingo Perón no lo hacía mal, y Carlos Ibáñez del Campo y Arturo Alessandri Palma tenían también lo suyo en Chile.

Definitivamente, no me refiero a eso cuando señalo la inconveniencia de la pachotada en el debate político.

Me refiero más bien a la combinación de miseria argumental y estupidez expresiva.

Durante el reciente debate en la Cámara de Diputados sobre el aborto, en tres causales precisas, tuvimos derecho a escuchar por parte de algunos parlamentarios de derecha frases pantagruélicas.

Uno señaló que votar a favor de esa ley equivalía a votar por la esclavitud en tres causales; otro dijo que se legalizaba la eugenesia y era el fin de la Teletón; otros hablaron de sentencias de muerte "de millones de chilenos en el futuro" (sic), no faltó la desvergüenza de quien habiendo apoyado a la dictadura se permitió hacer una comparación entre ambas situaciones.

Por supuesto que es legítimo tener posiciones diferentes y encontradas sobre estos temas, ha sucedido en el mundo entero cuando han sido debatidos, todas ellas deben ser consideradas con respeto, ninguna demonizada.

Pero se trata de un debate en un Estado laico y en un mundo donde en una gran parte de la humanidad dichas causales han sido despenalizadas hace mucho, e incluso donde en otras latitudes que difícilmente se pueden calificar como civilizacionalmente excéntricas, esta despenalización es mucho más amplia.

El proyecto presentado es moderado y tiene un gran respaldo en la opinión pública, expresa un cierto sentido común de los chilenos y sobre todo de las chilenas.

Las posiciones que hemos referido son pachotadas monumentales que escapan a la racionalidad del debate, que están fuera de la realidad, son pura referencia a una realidad imaginaria, que parecería describir un mundo de aborto obligatorio, donde seguramente Herodes sería el referente histórico por excelencia. Es cierto que también ha habido pachotadas entre quienes defienden el proyecto. Por ejemplo, la de señalar que si los hombres pudieran parir "ya se habría aprobado hace rato", cuya pobreza argumental se inscribe en la guerra de los sexos y que, además, carece de imaginación histórica, porque si ese fuera el caso, la historia de la humanidad no sería quizás la del patriarcado, sino probablemente la del matriarcado.También tiene algo de pachotada la reducción del feto a una pura suma de compuestos.Claro que ambas en comparación con las anteriores son "bons enfants", casi buena onda.

Una variante más elegante de la pachotada es la pachotada analítica que no se expresa necesariamente en un tono abiertamente agresivo, pero mantiene su pobreza argumental y su estilo categórico y condenatorio.

Una muestra de ello es la reciente afirmación de un ex presidente que declara que las reformas actuales son un error y están inspiradas por el socialismo, dicho así de simple, de una plumada y en el extranjero.

Por supuesto que se puede ser crítico y con no pocas razones de la gestión del actual gobierno y de la forma, los tiempos y la prolijidad de las reformas. ¿Pero se puede señalar que Chile no requería una mayor tributación progresiva, que la educación no requería reformas o que el sistema electoral no sesgaba la voluntad popular? Y de otra parte, ¿por qué convertir esas reformas en hijas de la ideología socialista cuando de una u otra manera están presentes en todo el mundo occidental?

Más vale entonces hacer un análisis crítico como corresponde a una personalidad de oposición con mayor complejidad y reflexión, eso incluso le convendría para alejarse de su pasado plagado de pachotadas. Otra muestra de pachotadas analíticas es cuando algunos jóvenes parlamentarios de izquierda descalifican a los gobiernos de la Concertación porque hicieron una gestión "neoliberal" y "se vendió este país".

Ellos pueden ser críticos de esos gobiernos, que sin duda no todo lo hicieron bien, aun cuando llevaron a Chile a un nivel de bienestar económico y social sin precedentes en nuestra historia. Pero, por favor, agudicen el seso y estudien cuál es la diferencia entre una sociedad articulada por el mercado que caracteriza al neoliberalismo, y una sociedad en la cual la lógica del mercado convive con políticas públicas dirigidas a hacer prevalecer una lógica ciudadana.

Es la segunda y no la primera lo que permitió a Chile avanzar hacia una modernidad normativa, incompleta, por cierto, pero con logros sin parangón en América Latina, sobre todo si se le compara con los resultados de los populismos "enemigos del imperio", a los cuales admiran.

Igualmente, resulta curioso hablar de "venta del país", refiriéndose a gobiernos que hicieron a Chile más fuerte, autónomo y con una inserción exitosa en el mundo.

¡Basta de pachotadas!

Se puede argüir que las pachotadas no sólo campean en nuestro sistema político, es verdad, ellas dan vueltas por el mundo con el mismo efecto nocivo.

Nocivas para Estados Unidos son las pachotadas de Trump sobre la migración mexicana; para Venezuela las de Maduro, que tienen un amplio espectro; para Cuba las de Fidel, sobre la visita de Obama, y para Bolivia las obsesivas de Evo Morales respecto de Chile.

Reganar la confianza de la ciudadanía hacia la política requiere buen gobierno y ponderación, una conflictividad bien canalizada y la superación de la cuestión moral. Una democracia, sin duda, vivaz y debatida, pero también argumentada, razonada y razonable.

Las pachotadas no deberían marcar el ritmo de la vida política, aunque sean, por morbo, titulares en la prensa.

Se trata en lo nacional de aislarlas a través de una elevación de la calidad de la política y en lo internacional de evitar las trampas que nos tiende a punta de pachotadas el gobierno de Morales y centrarnos en recuperar el rol ejemplarizador que habíamos alcanzado en la región y en el mundo.

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