La parábola de los talentos
Dicen que copiar es una forma de adulación, pero en la música esa máxima se estira, a lo sumo, hasta las bandas tributos e imitadores de concursos televisivos. Los verdaderos artistas reverencian figuras y vetas con reinterpretaciones y nuevas lecturas. Por lo mismo, la sensación inmediata que deja este voluminoso tributo de 42 canciones, basado en la obra de Paul McCartney junto a The Beatles, Wings y como solista, es de perplejidad. The art of McCartney es una oportunidad perdida.
De ser un caso, hay un acusado: Ralph Sall, productor que trabajó en Hollywood para bandas sonoras de cintas adolescentes de los 90. Luego se especializó en discos tributo para The Eagles, Grateful dead y The Doors. En el caso de este último (Stone inmaculated, de 2000), Sall puso a tocar a los sobrevivientes, convirtiendo la colección en una especie de auto homenaje. Aquello es un antecedente -un agravante- de lo obrado acá. En prácticamente todas las canciones acompaña la banda de McCartney, el grupo más estable de su trayectoria desde que empezaron a trabajar en abril de 2002. Así, los músicos se remiten a los arreglos originales, tal cual los reproducen por años.
<em>La gran mayoría de los convocados son inapelables, partiendo por Bob Dylan y B.B. King. Pero Sall revela,al leer el listado, inmediata miopía. Sin aducir la manoseada paridad de género, resalta el escaso número de mujeres, que bien podrían haber torcido el mayor pecado de este lanzamiento: la reverencia timorata, la rendición sin salirse de madre. Por lo mismo, excepcional es la candorosa versión dream pop de P.S. I love you por Ronnie Spector, y la elegante estampa de Chrissie Hynde para Let it be". </em>
El resto actúa en plan papel calco. Robin Zander de Cheap Trick se transfigura en el ídolo para Jet. Billy Joel hace lo mismo en Maybe I'm amazed y Live and let die. En idéntica línea Perry Farrell con Got to get you into my life, Sammy Hagar en Birthday, Paul Rodgers a cargo de Let me roll it, y Roger Daltrey con Helter skelter. A cambio, sin alejarse demasiado de los originales, pero imprimiendo categoría, figuran Smokey Robinson en So bad, Yusuf (Cat Stevens) con The long and winding road, y Harry Connick Jr. con My love.
Aunque la colección se grabó durante 11 años, la producción y el sonido mantienen aburrida uniformidad. The art of McCartney no transmite la elocuencia que debiera generar la obra de uno de los músicos más grandes de todos los tiempos, sino que palidece y recuerda al personaje de la parábola de los talentos, que timorato guardó una pieza de valor destinada a germinar.
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