Lucro, el falso demonio
El gobierno se propone erradicar el lucro, el copago y la selección de la educación escolar. Presionado por la así llamada "bancada estudiantil", el Ejecutivo estaría incluso dispuesto a considerar penas de cárcel para los sostenedores que lucren. Es más, para muchos, el lucro pareciera haberse transformado en demonio. Sin embargo, definido correctamente, el lucro es consustancial a toda actividad humana y es fuente de progreso.
Lucro es beneficio comercial. Pero también es sinónimo de utilidad, de ganancia y de provecho. Es cierto que el lucro puede ser abusivo -de allí probablemente el sentido peyorativo que equivocadamente se le da-, pero generalmente será legítimo, sobre todo si se obtiene en un medio competitivo. Más aún, como tan lúcidamente lo expusiera Adam Smith, el lucro es un poderoso incentivo para servir a los demás y para hacerlo en forma cada vez más eficaz.
¿Por qué entonces se desea eliminar el lucro de la educación escolar? Un motivo que se aduce es que ella es un derecho social, sugiriendo que eso -por algún motivo incomprensible- impide que eduquen instituciones privadas con fines de lucro. Nada más falso. El que sea un derecho social solamente implica que el Estado debe velar porque ese derecho lo puedan ejercer efectivamente todos los ciudadanos. Si se hace por la vía de uno u otro tipo de colegio, debiera ser el resultado de consideraciones absolutamente pragmáticas, entre ellas, las preferencias de los padres, la eficiencia con que operan, etc.
Otro argumento que comúnmente se aduce para erradicar el lucro de la educación escolar es que -al no haber retiro de dividendos- se maximizan los recursos disponibles para la educación y, por ende, también su calidad. Esto es absurdo, pues las empresas normalmente pagan dividendos y simultáneamente crecen y mejoran la calidad de sus productos. La educación escolar no tiene por qué ser la excepción, y nuestra experiencia de las últimas décadas así lo confirma tajantemente.
Con todo y a pesar de los defectos que le conocemos el sistema educacional chileno, ha probado ser relativamente eficiente. Hay, además, colegios buenos en todos los sectores (municipales, subvencionados con y sin fines de lucro) y existe conciencia del enorme costo de una reorganización mayor.
Por eso, para no desmontar el actual sistema educacional y evitar el demonio del lucro -que por supuesto no es tal-, se está en el proceso de implementar un sistema de educación producto de diversas presiones políticas y que no tiene una lógica que oriente su diseño. Para funcionar bien requiere de un alto y complejo grado de intervención estatal discrecional que no disponemos. Redundará irremediablemente en una gran burocracia central, en una educación de menor calidad por cada peso gastado y, con el correr del tiempo, posiblemente en una fuente de corrupción de proporciones insospechadas. ¿No será mejor olvidarse de los eslóganes y de concentrarse en tomar medidas que efectivamente conduzcan a una educación de mejor calidad?
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