Medio paso atrás, ninguno adelante...
Dijo Lenin: "A veces hay que dar un paso atrás para dar dos adelante". Seguro lo hizo cuando, como resultado del desastre de las políticas económicas "de guerra" seguidas por los bolcheviques a partir de 1917, cuatro años después debieron inaugurar la "Nueva Política Económica", NEP, soltando algunas trabas al emprendimiento individual para mantener a flote su gran experimento social, ya haciendo agua por todas partes. Necesario es, camaradas, explicó Vladimir, ganar tiempo para construir el socialismo, pero en ningún caso se trata de volver al capitalismo. Cuando llegara el momento -esto no lo dijo, pero se hizo- se vería modo de estirarles el pescuezo a los capitalistas que hubieran prestado el servicio de impedir el naufragio de la URSS mientras navegaba hacia el Paraíso Comunista.
Casi un siglo después -el progresismo siempre se adelanta a la historia con cien años de atraso- revolucionarios chilenos reciclados o recientes se devanan los sesos a propósito del significado de cierto probable paso atrás que pudiera terminar en ninguno hacia adelante. La resucitación de esta vieja escena fue protagonizada por la Presidenta en un cónclave masivo celebrado con los auspicios del conmovedor lema "Todos por Chile", invención genial que le costó 20 millones de pesos al erario. Dicho evento fue sincero en reconocer oficialmente lo que ya todo el mundo sabe, pero también exhaló cierta fragancia floral a misa de difuntos del "infantilismo de izquierda". Por eso el "todos" del lema suena a grito algo desesperado convocando ojalá ¡por favor! a los inversionistas y hasta quizás a los sediciosos. Siguiendo la táctica de Lenin, debe achicarse agua con los baldes de quien sea. En breve, la Presidenta advirtió que ni había dinero ni capacidad del Estado para hacerlo todo al mismo tiempo y/o en el grado y premura con que se avivó la cueca durante la campaña. Reinventando la rueda, aseveró que sin crecimiento no hay reforma que valga.
"Tirar la toalla"
Queda por dilucidar el alcance del paso hacia atrás y los que se esperan dar para adelante. Optimistas y pesimistas por igual han interpretado las frases de la Presidenta como un "tirar la toalla". Los optimistas oyeron un "reconocimiento de errores" que debiera significar el regreso aunque sea parcial a los cauces que mantenían al país creciendo; los pesimistas sospechan que se trata de una renuncia a "echarle "pa' elante" como lo quieren los Quintana y el PC, estremecidos de horror con la sola idea de regresar a los tiempos de la Concertación. Quintana, incluso, insiste en los méritos demoledores de la retroexcavadora. Como dijo en una entrevista, "se necesita maquinaria pesada para derribar los muros de la desigualdad".
Pero posiblemente no ocurrirá ni una cosa ni la otra. No hubo tal tirada de toalla. Ni se desea ni se puede. ¿Quién, convencido de la certeza absoluta de su Verdad Revelada, confesaría que no era tan verdad ni tan revelada? El programa, otrora brioso y galopante caballo de batalla de la campaña, ahora, aunque desfalleciendo, es el único elemento legitimador del actual gobierno. De él depende la justificación existencial de la NM y es el grito de guerra con que todavía se llama a estrechar filas a los dudosos, los vacilantes, los arrepentidos y los tránsfugas en potencia. Menos aún se le puede dar carpetazo de cara a los vociferantes "movimientos sociales" que en la calle y otros espacios públicos apoyan aunque sea a regañadientes al gobierno. Aun si se quisiera, no se podría. No es llegar y cerrar la caja de Pandora que se descerrajó con tanto entusiasmo. No hay un botón de "reset" para estos movimientos una vez que han sido convocados, avivados y alentados. No es posible invocar al Diablo y después decirle "lo he pensado mejor, no haré trato con usted, regrese al Infierno, gracias por venir, siga participando...".
Medio paso atrás….
El reconocimiento de no haber recursos ni financieros ni organizacionales para implementar al mismo tiempo cuatro o cinco reformas, todas de gran magnitud, todas necesitadas de mucho dinero, todas requiriendo masivo apoyo ciudadano, todas desprolijamente pensadas, todas apenas detalladas y ninguna jamás operacionalizada, llega con un año de tardanza o al menos eso podría reprocharse si -en un rapto de ingenuidad- se sostiene que el programa y sus requisitos debieron haber sido examinados en detalle y de antemano por la coalición que lo propuso. No fue el caso y posiblemente nunca lo sea. La historia humana no conoce de ningún plan de acción gubernamental debida y enteramente pensado, pero tampoco conoce muchos que vayan más allá de una o dos promesas convencionales -en Chile suele ser eso de "crear un millón de empleos"- que pueden o no cumplirse sin alterar mucho el curso de la nación; cuando en cambio se pretende una revolución institucional entonces esa falencia se revela en toda su desnudez y pasa la factura por intermedio de una "hubris" que es siempre la misma: desastre económico y su séquito de consecuencias políticas.
Viendo venir tal hubris en la forma de ese pájaro de mal agüero que resultó ser el ministro Valdés y sus dichos, doña Michelle y su Gran Elenco han decidido retroceder medio paso, pero eso no significa que desechen o siquiera relativicen sus creencias, menos aun que posean un plan de acción alternativo; están simplemente manoteando en medio de pánicos políticos y nieblas conceptuales, aunque animados en esta oportunidad -la esperanza es lo último que se pierde- por la idea de que tal vez demorando un poco el Advenimiento del nuevo Chile alguna eventualidad milagrosa podrá mantener con vida el proyecto. Pero, ¿cuál proyecto? ¿Cuál de todos los que pueden predicarse en medio de tanta ambigüedad palabrera? Porque el problema sigue siendo el mismo, la difícil cuestión de la cuadratura del círculo: hacer la revolución sin espantar y hasta en compañía de los que la detestan, mantener la inversión mientras se sataniza el lucro y aumentan los impuestos, fortalecer la educación pública mientras se incentiva una huida masiva hacia el sector privado, cautelar la seguridad mientras se deja "manos libres" a los delincuentes, preservar el territorio nacional mientras se abandona La Araucanía. Cada una y varias más de estas contradicciones reaparecen porfiadamente en todo avatar de este gobierno. No puede ser de otro modo porque el meollo mismo del pensamiento que anima al régimen es un tejido de imposibles antinomias. Sin ser -aun- populista, el régimen participa de varias de sus imposibilidades lógicas y empíricas.
¿Entonces?
¿Entonces qué? ¿Habrá uno o dos pasos hacia adelante luego del retroceso, si acaso hay retroceso? Los pronósticos, como los futurismos, son una proposición arriesgada porque suelen fallar estrepitosamente. Por eso los economistas se lo pasan "sincerando" cifras. Pero aun sabiendo eso arriesgaremos un pronóstico: no habrá pasos hacia atrás ni tampoco hacia adelante. No se querrá desandar del todo la reforma tributaria, aunque hay allí espacio para modificarla sensiblemente y algo pueden hacer; tampoco habrá retroceso en la reforma educacional porque nunca la hubo, a menos que consideremos como tal el arrojar miles de millones de dólares al pozo insondable e insaciable de las demandas por gratuidad, becas, aportes basales, etc. Y hacia adelante no habrá pasos reales -otra cosa son los discursos- ni ahora ni al final de este gobierno porque se carece de recursos e ideas acerca de cómo hacerlo; por eso ni las AFP ni las isapres serán tocadas y quizás ni aun la cacareada reforma constitucional avance más allá de las expectoraciones teóricas de los "intelectuales" del régimen. Seguirá siendo un profundo enigma en su contenido, procesos y métodos.
Habrá, entonces, un estado de semiparálisis disfrazado de moderación, un parchar las averías mientras se habla de reformas, un achicar agua para mantener el barco a flote mientras se nos dice que navega raudo. Se le endosará la pega de las Grandes Transformaciones a un futuro e hipotético nuevo gobierno de la NM y se culpará de todo a griegos y chinos.
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