Melón calameño o melón tuna




La demorada renuncia de Carmen Gloria López cierra algo en TVN. Ahora mismo, no hay mucho que decir sobre su gestión salvo que unas veces pareció un culebrón y otras, una comedia negrísima. Es la esquizofrenia de un canal capaz de poner al aire programas tan disímiles (en fondo, forma, sentido y producción) como Puro Chile y Conectados en Olmué. Esos son los dos extremos que definen a la estación: la instantánea de la diversidad de la música chilena se yuxtapone a un programa paupérrimo animado por Jorge Hevia que trajo entre sus humoristas invitados a alguien llamado Pelao Conductor. Así están las cosas. Aunque hay más. De hecho, ahora viene lo bueno. Viene el caos y la carrera de las ratas. Viene la hora de hacer mérito y cobrar favores. Viene la hora de los cuchillos y las llamadas de los operadores políticos; la hora la llegada de los redentores, de los expertos en audiencias, de los asesores salidos de la nada. Eso porque el canal significa demasiadas cosas para demasiada gente y ahora mismo, aunque parezca un presente griego TVN es en realidad un botín de guerra. De hecho, el gobierno debe decidir qué sentido tiene en el rompecabezas de su gestión, más allá de que en algún momento va a tener por fuerza que reelaborar los estatutos que la definen, sobre todo lo que compete al autofinanciamiento y al modo en que el canal se relaciona con el estado. Sí, ahí está en juego su independencia pero también el poder que tiene la señal pública para influir en la agenda del presente. Por lo mismo, es ahora donde los controles de calidad deben volverse más rigurosos. También es la hora de escuchar ideas originales y no voladores de luces, de poner algo de sentido común a la pauta de noticias (ayer una nota de 24 Horas Al Día se construía sobre la premisa: "¿Melón calameño o melón tuna?"). Porque el canal lleva un par de años en el suelo y los esfuerzos que ha hecho para salvarse no han sido suficientes o no han estado a la altura. Sí, se han equivocado en casi todo al punto de borrarle identidad, degradando la marca hasta casi volverla una caricatura.

Eso ha pasado en el área de prensa, en los culebrones, en la contratación y el despido de sus rostros. Quizás el fantasma de Camiroaga les pena tal y como penan los símbolos. Les pena como algo que remite a otra época más feliz, quizás a una identidad que estába clarísima porque el canal representaba algo específico en el imaginario popular. TVN se definía desde ahí y establecía un diálogo constante con ese imaginario, con la idea de una comunidad posible, de un relato donde el espectador pudiera encontrarse a sí mismo y a los otros.

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