Nihil novum sub sole
AUN A riesgo de resultar pedante, por lo que me disculpo, digámoslo en latín para que se entienda: "Nihil novum sub sole" (nada nuevo bajo el sol) y "Stultorum infinitus est numerus" (el número de tontos es infinito). Y aunque referido al ausentismo electoral, que quede claro que no pretendo apuntar con esto a los que seguramente se van a abstener -lote no menor- sino a quienes puedan llegar de nuevo a sorprenderse de que vuelva a aparecer el sol. Ésta, la única predicción en tabla para lo de mañana con casi nulo riesgo de equivocarse.
Hace rato que se viene perfilando el escenario. Ya entre 1989 y 2004 saltó de 6,3 a 24 el porcentaje de posibles votantes no inscritos. En la presidencial de 1999-2000 alrededor de un 30% del total de electores no se inscribió, se abstuvo, anuló o votó en blanco, siendo Lagos elegido con menos del 40% del universo electoral potencial.
Incluso desde 2005 se habla de que se puede elegir un presidente con sólo un cuarto del padrón si llega a 45% el "no voto". En las municipales del 2012, primera vez que se legaliza la abstención -admitiéndose que, sí, el sol amanece todas las mañanas- ésta llegó al 60% (también el 2013) dejando en vergüenza a encuestadores y sus socios políticos que la calculaban mucho menos. Desde entonces chillan y patean contra la inscripción automática y voto voluntario, mortales para su pingue negocio.
El fenómeno es conocido. Los votos cuentan, valen y pesan menos, sin que se sepa qué hacer para revertirlo. Según Bachelet "importante es votar porque las decisiones si uno no vota las toma otro", comentario que a Aristóteles, Maquiavelo, Rousseau, Marx, o a "'ña Juanita" y sus bisnietos milennials, dejaría perplejos. No se cuenta la firme: la tan mentada regla de la mayoría se ha vuelto inviable, no sólo menos legítima. Gane quien gane, nadie gana porque el lote aquél, amén de abstinente, deja comer, pero con gusto a indigestión posterior. Se eligen autoridades -para eso sirve el voto- pero ello no asegura nada qué hacer una vez que se hacen del cargo.
Hasta quienes creyeron en Bachelet y su facción, porque iban a producir las anheladas reformas, han terminado quitándoles el piso, achacándoles incompetencia o traición. Si, además el escandaloso padrón electoral puede que admita cuánto fraude imaginable. Gente votando dos veces y hasta muertos habilitados, habiendo vivos que no aparecen en los registros, ¿qué no se ha dicho? ¿En qué confianza pretenderán sostenerse post fiasco?
Otros dos puntos a tener en cuenta: satanizar a quienes no votan, y seguir sin aquilatar el ausentismo como realidad, es insensato.
Además de perfectamente legal, el ausentismo muestra tendencia. Es más, las grandes participaciones electorales corresponden a otra era cuando había partidos de masas y concientización. Nuestra sociedad, aunque masiva en consumo televisivo y redes sociales (no elecciones), es también de individuos aislados o atomizados, muy de democracias alienantes. Lo previó Alexis de Tocqueville, era cosa de leerlo.
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