Que no nos falte calle




Estamos viviendo en el margen de error. Fuimos víctimas del factor humano que se enfrentó a las métricas y las estadísticas. Las encuestas, en que tanto confiamos, nos fallaron en 2016 y los periodistas quedamos con el despecho de los traicionados, buscando una y otra explicación.

La periodista de CNN Christiane Amanpour, en un discurso en los International Press Freedom Awards de este año, contó una anécdota. Ella estaba reporteando las elecciones de Irán en 1997, en las que resultó electo de forma inesperada el candidato reformista Mohammad Khatami, y relató que pudo predecir al ganador con un ejercicio sencillo: salió a la calle y habló con la gente.

La historia es decidora de la actitud que suele tomar la prensa en la cobertura de elecciones, al considerar las encuestas el único predictor del resultado y no una fuente más. Es una alternativa tentadora para el periodismo, porque en apariencia, al estar concentrada en datos, pretende ser objetiva y permite construir una narración atractiva de perdedores y ganadores. Sin embargo, como quedó demostrado con los triunfos del Brexit y de Trump, las encuestas se equivocan, no siempre son representativas y hay que plantearse escépticos a las metodologías con las que fueron elaboradas.

Similar es lo que ocurrió con la obsesión por el factchecking o verificación de datos. Como pocas veces, un candidato fue sometido a chequeos de datos tan meticulosos por los medios de comunicación como Trump, que evidenciaron que mentía con descaro, pero igual salió electo.

Hay una señal de alerta en eso, de qué nos sirven los resultados de las encuestas y un factchecking detallado, si no somos capaces de conectar con la realidad, de llegar a los lectores y de usar esa información como un antecedente para construir historias más complejas, que den cuenta de las sutilezas dentro de una sociedad, de los votantes duros, los indecisos, los que desconfían y de sus preocupaciones.

Lo cuantitativo es un antecedente, pero cuando estamos en un contexto periodístico narrando la realidad de un país, considerando sus matices y diversidad, los elementos cualitativos son fundamentales. Un artículo del Washington Post, sugería que para recuperarse de lo que calificaba como el "desastre" de las encuestas, había que cruzar esos datos con fuentes adicionales, por ejemplo, el contenido de las redes sociales. Más sencillo aún, es salir del reporteo de escritorio, dejando los zapatos en la calle.

En Chile nos acercamos a una elección presidencial y tenemos la oportunidad de salir a buscar esas historias. De no quedarnos en la dependencia de la encuesta CEP o Cependencia, que en la elección presidencial anterior, condicionó el reporteo y la forma en que fueron tratados los candidatos, según sus resultados: en los debates algunos recibieron preguntas que daban por hecho su derrota.

Ya los medios están levantando precandidatos, que están recibiendo una cobertura mayor, solo porque los números de las encuestas los ampararon. Se les está dando espacio y visibilidad.

Corremos el riesgo de deslegitimar a los que no están en los sondeos, y si no vemos cuál es el rango de acción real de todos los candidatos, quiénes son sus seguidores, qué buscan y en qué creen, podemos terminar subestimando el potencial de algunos y perder de vista el país que estamos retratando.

Para que no nos siga maltratando la posverdad, sugiero retornar a un objetivo tan esencial como desafiante, salgamos a reportear intentando acercarnos lo más posible a la verdad.

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