Odiando a Parra
Nicanor Parra cumplió cien años y las celebraciones y fiestocas por el onomástico se dieron dentro de lo esperable: un montón de celebraciones anodinas, y flojitas varias, donde descolló esa poco ocurrente iniciativa del gobierno: la lectura del poema "El hombre imaginario" a las 12 del día del viernes 5 de septiembre, como si se tratara de la gimnasia de pausa o el baile entretenido que se exige en ciertas oficinas, o como esa curiosa forma de ecoactivismo llamada "la hora del planeta", cuando había que apagar todo y quedarse a oscuras para que la tierra tuviera un respiro.
Al final, la escena de la presidenta Bachelet y la ministra Barattini, sentadas junto a unos niños que seguramente tenían la cabeza en otra parte, entregó una de las imágenes más elocuentes de la jornada: un grupo de personas en un salón, medio taciturnas, algo adormiladas, recitando poemas por el cumpleaños de un poeta ausente. Se le agrega un féretro a la postal y bien podría haber pasado por velorio.
Pero en redes sociales, el cumpleaños de Parra y su antesala se vivieron de una forma distinta, una forma inédita, o casi: una masiva salida del clóset de los trolls de Parra, que en la semana del cumpleaños del antipoeta le dieron como bombo en fiesta. De esta manera un odio subrepticio a Parra, como un magma en ebullición bajo el verde césped poético, hizo erupción. Se colgaron un montón de trapos sucios al sol de septiembre. Que Parra es un mal poeta, que es un copión, un plagiario, que la UDP, que escribió un libro bueno y ya, que como poeta lleva décadas muerto -lo que en el caso de Nicanor son pelos de la cola. El hombre cumplió 100, no 45-, hasta el plato fuerte del desprecio: la taza de té con la mujer de Nixon, el nunca obtenido Nobel por razones políticas, la supuesta colaboración de Parra delatando profesores de la Universidad de Chile durante la dictadura. Todo arriba de la mesa, rápido y sin asco.
Se armó por ahí algún debate, ora sensato, ora tarado, como que la obra de Nicanor Parra valía tanto como la de Mariana Callejas. Bajó el nivel. Se mentaron las partes íntimas de la señora Clarisa Sandoval como nunca antes. No obstante, también hubo otros que echaron algo más de luces sobre la supuesta colaboración de Parra con el régimen de Pinochet, tema difuso, al parecer dejado debajo de la alfombra. Ante la pregunta en Twitter, el poeta Leonardo Sanhueza sacó a colación el incendio que sufrió la carpa en la que se presentaba el libro Hojas de Parra en 1977. Sanhueza apunta otros cuatro intentos de incendio de las casas del poeta por parte de la CNI, tres en La Reina, otro en Las Cruces, al mismo tiempo que señala que Nicanor para el golpe de Estado era profesor de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Chile, más cargada a la izquierda. Se diluye la tesis de la colaboración.
Así las cosas, Parra pasó de ser el rockstar de la poesía chilena a ser el enemigo número uno. En el Karadima de la lírica local. Se entiende, de todas formas, que la espectacularización -o la fomedad- del aniversario pueda sacarle los choros del canasto a más de alguno. Y si recordamos esa lectura poético-funeraria y tan artificiosamente "nacional", tan cartulinamente masiva del "Hombre imaginario", se llega hasta a solidarizar.
¿Es posible odiar a Parra, o su obra?, ¿hay derecho a eso? Por supuesto que sí, especialmente en estos días en los que al antipoeta se le venció su credencial de monedita de oro. Y ese derecho se manifestó como tromba esta semana, a pesar de que el cumpleaños centenario del antipoeta estaba avisado hace ratito.
Tal vez el alma de Gustavo Cerati obró su primer milagro este viernes 5 y morigeró el clima, calmó aguas, y del cumpleaños cien de Parra queda lo mejor: su poesía de clase mundial, que puede -lícitamente- no agradar a todos, pero que se ganó y merece respeto profundo. Aunque haya escrito "un libro bueno" (¿Poemas y antipoemas, Versos de salón, Obra gruesa, o el fantástico hallazgo de Temporal?). Eso basta y sobra para haber cambiado la poesía en lengua castellana, para dejar pateleando a los trolls.
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