Paramore: Me creo punky
Hace mas de 35 años, el público punk se golpeaba entre sí. Algo parecido sucedía a comienzos de los 90 en un concierto de Nirvana. Las posibilidades de moretones eran altas. Hoy, en un show de Paramore, lo más riesgoso es quedar sin lágrimas y garganta por emocionarse y chillar demasiado. Las comparaciones no son antojadizas porque la banda liderada por Hayley Williams porta una actitud oficialmente enrabiada, disconforme, sufriente, eternos ingredientes para atraer a los adolescentes. Cerca de 10 mil personas llegaron anoche al Movistar Arena para ver al trío que supo sobrevivir a importantes deserciones -en 2010 se fueron dos miembros- y aun así fortalecerse.
Su último álbum homónimo ha cosechado excelentes críticas básicamente porque Paramore es una banda muy dúctil y ajustada, concentrada en la confección de canciones redondas. Se pasean por distintos estilos dentro del formato pop rock, siempre ejecutados con gran solvencia. Mezclan pop, ska, algo de metal en ciertos pasajes, baladas, todo envuelto de un logrado toque emotivo con la celeridad propia del punk. Anoche les costó al menos media hora nivelar las tres guitarras con la masa del bajo y la batería, pero cuando la mesa de sonido dominó la sala y los niveles, el sonido consiguió destacar esa versatilidad.
El centro indiscutido de la banda es su cantante, una especie de Gwen Stefani con acento punky. Hayley Williams sobresale notoriamente del resto por su voz, figura y energía. Dialoga constantemente con sus seguidores y les pide que se cuiden como una hermana mayor. Elabora grandes coros que suele montarse sobre una melodía que zigzaguea entre la súplica y el límite de una crisis existencial. No es difícil presumir que en el futuro le aguarda una carrera solista. Por mientras, esta es su sala de entrenamiento. Junto a Paramore ensaya distintos estilos y en todos triunfa con gran instinto masivo.








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