Recuperación de la capa de ozono




Un reciente reporte de las Naciones Unidas -que ha pasado de forma desapercibida- ha compilado los datos de las últimas tres décadas, que demuestran que el agujero de la capa de ozono no ha crecido y que además tendría la capacidad de recuperarse de aquí al 2050. Lamentablemente el informe no ha tenido una divulgación masiva a nivel de medios, y sin embargo tendría grandes repercusiones políticas de cara a una nueva cumbre climática en París el 2015.

Más allá de la evidencia empírica, la recuperación de la capa de ozono refleja el sentido común que primó a nivel internacional para parar lo que podría haber sido una catástrofe climática de marca mayor. Para quienes éramos niños en esa fecha, recordaremos las alertas a nivel global sobre las implicancias del agujero en la capa de ozono, principal capa de filtro de las radiaciones ultravioletas. Recuerdo que eran nada alentadores los mensajes y que las predicciones sobre los efectos a nivel global sobre la alteración a los ecosistemas como a los incrementos en las tasas de cáncer cutáneo fueron las alertas que llevaron a dos acuerdos globales y en donde primó tal sentido común -o pánico- para alcanzar el convenio de Viena y el Protocolo de Montreal, ambos con vigencia a nivel global y de acuerdo unilateral entre países a partir de 1989.

Sin darnos cuenta, los efectos de la depleción de la capa de ozono cambiaron nuestros hábitos y hoy se olvida cuáles fueron sus orígenes. Por primera vez observamos en los programas del tiempo de los noticieros centrales, que más allá de decirnos la temperatura o las posibilidades de precipitaciones para el día siguiente, dispusieron un mapa de radiación ultravioleta para que la población adoptara las salvaguardas correspondientes y así reducir los riesgos a la generación de cáncer a la piel. A nivel de seguridad laboral, el uso de protectores solares para trabajadores al aire libre se hicieron frecuentes, así como los llamados a no tomar sol entre las horas de mayor exposición, algo que hoy nos parece común y que nadie piensa que tuvo su origen a un efecto puntual, al agujero que afectaba directamente a Chile.

A nivel global, para esa fecha, los países decidieron hacer frente a un problema global que afectaba a un recurso común por sobre sus intereses individuales. Viena y Montreal fueron las reuniones donde todos decidieron conformar mesas de trabajo para el seguimiento, monitoreo y reporte del estado de la capa de ozono, como de la adopción de protocolos para la sustitución y abandono del uso del agente causal de tal evento, los llamados "Clorofluorocarbonos", moléculas orgánicas utilizadas de diferentes procesos industriales y fabricación de productos caracterizados por los clásicos "spray". Esta iniciativas adoptadas por los países llevaron a la industria a movilizarse rápidamente, adoptando nuevos estándares, incluyendo en su etiquetados la característica consigna "Libre de CFC", y donde nadie se "marqueteaba de eco producto o sustentable", ya que sólo había que hacerlo. Obviamente hubo quienes dijeron que esto afectaría a las economías, pero esa vez no ganaron y la evidencia les demostró lo contrario.

A diferencia de lo que ocurre hoy con la acumulación de gases de efecto invernadero, la eliminación de los agentes causantes de la depleción de la capa de ozono fue mucho fácil dado que su propia fabricación pudo ser relevado, demostrando que la innovación en temas ambientales y el acuerdo mancomunado bajo el sentido común, después de 30 años, nos ha dado la noticia de que sí podíamos trabajar juntos bajo una meta común.

Por el contrario, limitar las emisiones de gases de efecto invernadero no es lo mismo que dispone el protocolo de Montreal, debido a que los gases de efecto invernadero derivan directamente del uso de combustibles fósiles, que es precisamente sobre lo cual se ha sustentado nuestra economía los últimos 150 años, y donde el poder económico y político convergen. No obstante, el actual reporte de las Naciones Unidas es un fuerte promotor a nivel de influencia política de cara a París, siendo un ejemplo real acerca de cómo un nuevo tratado a nivel multilateral puede tener las mismas implicancias a nivel climático, primando la evidencia empírica por sobre la especulación.

Finalmente, para todos aquellos escépticos economistas que ven que los efectos de un posible acuerdo podría llevar a nuevas crisis económicas, hace un par de días Bloomberg ha divulgado un reporte a inversores a nivel global sobre los últimos datos que ha presentado el Banco Mundial, y que ya demuestran que la economía global ha empezado a ser conducida por lo que se denomina "Green Economy". Este nuevo tipo de economía, conducida por la innovación -donde Chile sigue al debe- está impulsando nuevas industrias, con sofisticadas cadenas de abastecimiento que apuntan a la promoción de energías limpias a toda escala y la eficiencia energética, donde la gestión estratégica de recursos es clave. Esta, de acuerdo a Bloomberg, es la nueva revolución industrial que ya está arribando, pero que a mi juicio, es una economía de la cual aún no somos parte por más que intentemos vestirnos con ella.

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