Reflexión de verano II




HACE UNA quincena escribíamos que el verano es un buen momento para dejar de lado las preocupaciones cotidianas y reflexionar sobre materias trascendentes. Nos referíamos entonces a la mutación que en materia de objetivos nacionales socio-económicos se produjo en Chile entre los años 1990 y la actualidad.

Primero deseábamos lograr el pleno desarrollo y ahora aparecemos contentarnos con una disminución de la inseguridad. Concluíamos que lo afortunado es que la aplicación de las políticas económico-sociales apropiadas podría permitir el logro simultáneo de ambos objetivos. ¿Cuáles son entonces esas políticas tan virtuosas?

El tema se puede abordar desde una perspectiva teórica, como se hizo en nuestra columna del 9 de septiembre del año pasado. En el contexto de una sociedad que privilegia la libertad individual, como la chilena, el máximo bienestar social se logra bajo una democracia representativa y una economía social de mercado. Esta última es una economía de libre mercado en que el Estado juego un rol crucial en la provisión de bienes públicos óptimos y -su costo eficiente- en la regulación de los mercados que puedan estar fallando.

Pero el asunto se puede indagar también desde una perspectiva empírica. En este caso se pueden comparar las performances de países de características similares que han adoptado sistemas socioeconómicos y políticos diferentes. Es el caso, por ejemplo, de la Alemania Occidental en comparación con aquél de su contraparte Oriental, el de Corea del Sur en relación al de Corea del Norte, y también al de Chile en comparación al de Cuba. En todos estos casos, como también en los numerosos estudios de otros contrafactuales, los sistemas económico sociales basados en el imperio del derecho, la predictibilidad de las políticas públicas, los mercados libres y competitivos, y un rol limitado del Estado, han probado ser muy superiores para lograr la prosperidad de todos, ricos y pobres, que sus respectivas alternativas.

La libertad económica es pues un instrumento muy efectivo para lograr bienestar material generalizado, además de ser una condición necesaria para todo sistema social basado en la libertad individual.

Dado lo anterior, la buena noticia es que Chile sigue siendo -según la Fundación Heritage y también los institutos Cato y Fraser- uno de los líderes mundiales en materia de libertad económica. La mala noticia es que bajo el actual gobierno tal liderato se ha ido debilitando constantemente, en buena medida por tender a estatizar los servicios sociales y por crear en el proceso gran incertidumbre institucional.

La correspondiente tendencia es especialmente preocupante porque la capacidad del Estado chileno para realizar sus más fundamentales tareas ya ha sido totalmente sobrepasada y éste requiere de una profunda reforma. Pero también porque dicha tendencia pone en peligro la posibilidad de reducir significativamente y en un lapso de tiempo prudencial, la inseguridad existente en materia de empleos, ingresos, servicios de salud, y pensiones.

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