Renzi: La caída de la ideología del management
Hace unos 1000 días atrás, Matteo Renzi asumía de primer ministro de Italia. Joven (superando en esa condición al mismo Mussolini), representante de un liberalismo de centro-izquierda, con un CV que lo mostraba como un original gestor municipal en Florencia; prometía renovar la política de ese país. Lo rodeaba un equipo con características similares, donde destacaba Maria Elena Boschi, ministra de la reforma constitucional. Esta última, al igual que él, es una joven de la elite toscana, provenientes de antiguas familias democristianas, es más, se habían conocido en grupos de scouts católico-progresistas, los dos recibieron de la mejor educación posible que se puede aspirar en el país de Dante, ambos representan la sensibilidad DC que prefirió la izquierda post-comunista que la derecha de Berlusconi. Como si fuera poco, son poseedores de un look apto para películas de Hollywood. Eran una suerte de Kennedy y Jackie italianos, solo que ejerciendo ambos el poder. Todo era ilusión.
Con esas condiciones, consideraron ser los individuos oportunos para emprender un desafío acorde a sus cualidades: Reformar la forma política de Italia para dotarla de una fuerza y comando vertical que permitiese una tecnocracia eficiente y eficaz. Muy en simple, la reforma consistía en una simplificación del sistema político dando mayor poder ejecutivo al partido gobernante de turno (que en este caso sería el de Renzi) disminuyendo radicalmente el del senado y regiones. Lo anterior en un ambiente de gran inestabilidad financiera y bancaria. Parecía de lo más razonable. Renzi sería el primer ministro de la nueva constitución, Boschi la mamma. Fracasaron, rotundamente: 60% de los votantes rechazó su propuesta vía plebiscito.
¿Cómo fue posible tan sonado fracaso de dos personas tan de la beautiful people política? Hay dos posibilidades: Una, el pueblo italiano es necio y no entiende lo que les conviene. La otra, el tándem Renzi-Boschi solo tenían glamour y pedigree pero una profunda ignorancia política.
Hay buenas razones para suponer que es lo segundo y no lo primero: Fueron víctimas de una corta carrera (plagada de éxitos relativamente fáciles) que los transformó en inexpertos arrogantes que se creyeron capaces de poder reconfigurar políticamente su país: Es el mesianismo que surge no de la fe en una idea sino en un enamoramiento de las cualidades propias.
¿Cuál es la fuente de su ignorancia? Seguramente, de tanto leer artículos de revistas varias, se creyeron el cuento de que la política actual es básicamente administración, toma de decisiones desde un centro de poder, que estamos en una era post-democrática donde lo técnico puede sobrevivir obviando la opinión de las masas, por último, el que es imprescindible avanzar y profundizar el posible fenómeno de reemplazar por la racionalidad técnica de los que "si saben" las opiniones pasionales y emocionales que moverían a eso que se designa bajo el concepto "pueblo".
Tanto Brexit como lo que ya algunos llaman Italexit muestra la limitación de una elite que considera conocer mejor que los ciudadanos lo que a estos les conviene. El fundamento contemporáneo de esta visión es doble: En un reporte de la comisión Trilateral (iniciativa de D. Rockefeller para coordinar las acciones de USA, Europa y Japón) de 1975, escrito por Michel Crozier, Samuel P. Huntington, and Joji Watanuki, y titulado La Crisis de la Democracia (The Crisis of Democracy: On the Governability of Democracies) indicarán que la crisis de este sistema estaría detonada por una incapacidad del Estado de responder a nuevas demandas sociales. Esa incapacidad de respuesta estatal democrática estaría dada (a juicio de los autores) por: Un contexto global externo creciente que genera presiones hacia los estados-nación, movimientos sociales internos que producen nuevos valores y sensibilidades, particularmente entre jóvenes e intelectuales, transformándose en una nueva clase contestataria; sumado a que la misma democracia habría destruido las formas tradicionales del orden social llegando a un punto donde ella misma (la democracia) ya no es capaz de dar cuenta de una sobrecarga de expectativas y demandas. El resultado de esto sería una saturación en "el gobierno" y la expansión de su papel en la economía y la sociedad, afectándose la misma gobernabilidad.
En este informe se vincula como inseparables gobernabilidad y democracia: La segunda sin la primera, no sería legítima ni viable. Una crítica similar desarrollo a la democracia social europea el sociólogo alemán Niklas Luhmann, quien verá en una sobrecarga de peticiones una necesaria crisis del sistema por imposibilidad funcional de poder satisfacerlas. Las ideas de Luhmann (de las más notables de la sociología del siglo XX) tendrán una amplia difusión en países como Italia.
Cabe hacer notar que una cantidad muy relevante de miembros de la Trilateral serán cercanos al partido Demócrata norteamericano, partiendo por uno de sus más destacados miembros, Zbigniew Brzezinski, así como Henry David Owen del Brookings Institution. Eso explica la buena recepción que tendrán sus propuestas primero en una parte del gobierno de Carter y luego en los New Democrats de Clinton.
La solución a la crisis sería el de una estructuración del sistema político que lo haga inmune a esas demandas y permita que el estado pueda administrar eficientemente los servicios que le son propios y garantice que la economía pueda efectuar sus operaciones sin intervenciones externas. Es la trasformación del management en una suerte de ideología que pueda administrar la política. Por esa misma vía (la administrativa) se buscaría avanzar en medidas progresistas que controlen las expectativas ciudadanas sin afectar la gobernabilidad. Una suerte de despotismo ilustrado contemporáneo de base pseudo-científica.
La pregunta que queda abierta es si la disyuntiva, obligatoriamente, es: management o populismo. Gobernabilidad o demagogia. Así quisieron hacerlo ver Renzi y sus partidarios. Ese simplismo hace perder de vista la propia demagógica que transpira la ideología del management: Al final del día, es un simplismo de oferta similar al del populismo, solo que cree, ilusoriamente, poder controlar la realidad política sin el pueblo.
¿Existe una tercera opción? En un libro que me ha tocado editar junto al cientista político Diego Sazo y de reciente aparición (Democracia y Poder Constituyente: ¿Evolución o Revolución?, Fondo de Cultura Económica) aparecen las contribuciones de destacados investigadores del tema como los italiano G. Duso y S.Chignola, sumado a los del griego A. Kalyvas y autores nacionales como Cristi, Vatter, Mascareño, Atria y Verbal, entre otros. En sus trabajos es posible determinar distintas posibles vías: Desde la búsqueda de formas de legitimidad transnacionales (Mascareño, Kjaer) pasando por el rescate de un derecho republicano (Vatter) hasta la necesidad de reconstruir genealógicamente los conceptos centrales de la Democracia y sus fuentes de legitimidad (poder constituyente) para así buscar fórmulas que en vez de superar la crisis de la democracia vía caminos no-democráticos (como el de la ideología del management) sea por medio de nuevas formas de democracia, para lo cual se necesitaría repensar cómo se entiende el estado, la ciudadanía, la soberanía etc. es el camino de un Duso o Kalyvas.
Italia vivió durante la Guerra Fría uno de los capítulos más violentos que haya experimentado una democracia desarrollada: Terrorismo, intervención foránea, extremismo de todos los signos posibles, etc. Uno de los puntos culminantes de ese estado de cosas fue el intento de la Logia P-2 de formar una suerte de gobierno paralelo. Dentro de sus acciones estuvo la de Piano di Rinascita Democratica que buscaba transformar la constitución italiana en una forma de autoritarismo legal. No pocos en el debate suscitado con motivo del plebiscito de Renzi realizaron una analogía con ese intento de reforma política. Casi de modo simbólico, este año la ministra Boschi asistió a la celebración de los 33 años de la comisión Trilateral en Roma.
La derrota del dúo Renzi-Boschi, no lo es solo de sus acciones poco afortunadas, algunas al límite del sentido común, como la de ella de asistir a la opera Otello en la empobrecida Nápoles, elegantemente vestida y en pose permanente de ser fotografiada, antes del plebiscito. No, no es solo esa frivolidad la vencida sino la limitación que significa la respuesta del management.
Se requiere repensar la democracia y sus condiciones de posibilidad; para eso se necesitan de actores con experiencia, que entiendan la naturaleza de la política, que no sea insustanciales intelectualmente y que estén dispuestos a actuar más allá de la vanagloria.
No está fácil.
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