Resultados del Simce 2014
Ayer se dieron a conocer los resultados de la prueba Simce 2014, así como de los otros indicadores de calidad escolar. En un momento en que hay quienes se manifiestan en contra de que los resultados de estas pruebas sean difundidos para así no "estigmatizar" a las escuelas con bajos resultados, nuestra opinión al respecto es tajante: el ocultamiento de la información no hará desaparecer las diferencias ni el problema de fondo de alumnos que no alcanzan los aprendizajes mínimos; por el contrario, lo hará invisible ahora y lo postergará para mañana, cuando quizás sea muy tarde. En ese contexto, realizamos una primera mirada a los resultados agregados para obtener algunas consideraciones iniciales.
En primer lugar, nos enfocamos en la evolución experimentada por los promedios nacionales del Simce de 4° básico: desde 1999, pero especialmente entre los años 2007 y 2012, se había experimentado un alza tanto en Matemáticas como en Lectura, la que sin embargo se estabilizó los años 2013 y 2014. Algunos sostendrán que este hecho constituye un argumento suficiente para apoyar reformas radicales que modifiquen las bases del sistema escolar, sin embargo, si bien los aumentos que se venían dando parecieran haberse moderado, es razonable pensar que las políticas que se aplicaron en el sistema educacional antes y durante esos años fueron exitosas en el sentido de producir cambios permanentes en el nivel de aprendizajes. Gracias a ellas nuestros estudiantes se ubican hoy en un nivel superior que los de hace 15 años. Por eso, más que reformularlo todo, lo lógico es construir sobre lo que ha funcionado bien y darle cierta continuidad a los procesos.
En segundo lugar, al analizar los resultados por nivel socioeconómico, vemos que persiste una diferencia importante en los puntajes de Matemáticas y Lectura, la que si bien venía cayendo desde 1999, durante los últimos años se estabilizó. Al igual que el Indicador de Clima de Convivencia Escolar, que mide la percepción que tienen los estudiantes, docentes y apoderados con respecto a la seguridad, respeto y organización del ambiente escolar, que difiere de acuerdo al nivel socioeconómico del establecimiento educacional. Así, en establecimientos más desaventajados, el clima escolar percibido es peor que en establecimientos de niveles altos. Según da cuenta la OCDE, un clima escolar adecuado se relaciona consistentemente con un mayor desempeño: en los países y economías que rinden PISA, y controlando por factores socioeconómicos y demográficos, se observa que las escuelas con mejores resultados suelen tener un clima escolar más positivo. Del mismo modo, la Agencia estimó que controlando por nivel socioeconómico, los colegios que reportaron un buen clima escolar obtuvieron hasta 42 puntos más en el Simce que aquellos con un clima difícil.
De lo anterior se desprende la necesidad de focalizar el apoyo y los esfuerzos en los alumnos de sectores que recurrentemente están quedándose atrás, no sólo en términos de aprendizajes, sino también de aspectos como el clima escolar. La tentación del gobierno de intervenir proyectos educativos aun cuando son exitosos o en que las familias se sienten a gusto (como por ejemplo con la ley del lucro), o de universalizar ciertas políticas sin tener en cuenta la necesidad y el contexto, son malas ideas.
En cambio, políticas que pongan en el centro al alumno, reconociendo sus propias necesidades y adaptando la enseñanza a éstas; que reconozcan y premien a sus profesores basándose en su desempeño en la sala de clases y lo que logran en sus alumnos; que promuevan el desarrollo de mejores y más novedosas prácticas educativas; que entreguen una mayor autonomía a las escuelas para asignar los recursos de acuerdo a su realidad; y que contribuyan con la creación de un ambiente escolar adecuado para los aprendizajes, de manera que los profesores no tengan que perder tiempo valioso de su clase para poner orden. Iniciativas de ese tipo, y no reformas estructurales que lo que buscan es aumentar el rol del Estado; esas políticas necesitamos.
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