Ricardo Arjona: Dime que no




Había una sensación de libreto, de roles aprendidos por lado y lado, de sumo control que parece ser la tónica en lo que va de Festival. Porque el monumental escenario, con sus pantallas extendidas hacia los costados trae beneficios -el audio bajo control, el voluptuoso despliegue visual-, pero ha arrebatado definitivamente la sensación de fiesta al aire libre, en medio de un hermoso bosque como es la Quinta Vergara. Y así, hasta ahora, el público de Viña 2015 es ordenado hasta el bostezo. Todo este ambiente de detalles pulidos ejerció un efecto sobre el show de Ricardo Arjona: amortiguó en parte sus barroquismos, sus excesos, que pretenden dar contenido a una lírica con espíritu de best seller, y honestidad brutal coreografiada desde una maraña de frases hechas.

La escenografía que recrea una estación de ferrocarriles, respecto de lo que mostró en septiembre pasado en sus días de residencia en el Movistar Arena en Santiago, lucía menos recargada, sin autos y carros de trenes a escala, que le daban al cuadro un irrisorio toque de parque de diversiones. El arranque con El problema fue confuso y la expresión desconcertada del propio cantante lo delató: turbio sonido, la voz ahogada al punto de desdibujar los contornos del exitoso sencillo. Siguió Te quiero, el audio se niveló aunque no por completo, y solo mejoró a la altura de Acompáñame a estar solo, con karaoke incluido. Más tare asomó un medley iniciado con Dime que no, y de ahí empalmó con el guión clásico donde Arjona dice que está por tres razones, incluyendo "lo que ustedes quieran".

Siguió lo de siempre: una recargada versión de Historias de taxi, el más claro ejemplo de cómo el astro guatemalteco es capaz de desdibujar sus canciones recargándolas de solos instrumentales para dotarlas de un valor extra que no es necesario, porque su fuerza está en la imagen y la palabrería de un seductor que vive romances con acrobática intensidad carnal, para luego sumirse en el tedio y el reproche.

Su voz paulatinamente busca los acomodos propios de una vida artística intensa que supera las dos décadas. Hay más pausas para que las fanáticas canten y hagan su trabajo coreando, para dar un respiro a un amante reiterativo e infatigable.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.