Rotundo "No" de Grecia
Se ha impuesto el OXI (No en griego) sobre el NAI (Sí) en el referendo convocado por el primer ministro Alexis Tsipras del Partido Syriza, que reúne posiciones de izquierda. Una clara victoria y un apoyo contundente para que siga presionando a la Unión Europea (UE), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Central Europeo.
Ha sido un traslado hábil de un gran problema económico a una decisión política, si bien la crisis de la deuda griega sigue intacta y hasta podría agravarse. El 2010, el país recibió el primero de los sucesivos generosos rescates financieros que hasta la fecha no ha podido o sabido responder y que lo tienen virtualmente en quiebra y cesación de pagos, sin fondos frescos, precisamente a quienes la población griega democráticamente ha dicho que no. Ha sido una victoria significativa en lo interno -aunque el país se ha dividido-, pero no necesariamente un triunfo en lo internacional. Lo más difícil recién comienza.
Si observamos el resultado como un rechazo a las exigencias continuas de ciertos países de la UE, como Alemania -el más representativo aunque no el único-, la Unión ha recibido un golpe serio a sus metas de disciplina fiscal, reducción en los gastos sociales, orden en los balances y control de las instituciones financieras de la Comunidad Económica Europea, como el Banco Central, con el total apoyo del FMI. Y Grecia no ha sido un caso excepcional. Ya han pasado por crisis importantes Irlanda y España, que las han sorteado bajo condiciones estrictas; las mismas que también rigen para Francia o Italia, todavía lejos de los parámetros comunitarios; y otros que intentan ajustes macroeconómicos y sortean sus respectivas dificultades, atentamente vigilados. Una situación económica europea frágil, aunque esperanzada por actuales cifras de una lenta recuperación general.
En lo político, la UE deberá afrontar una situación todavía más problemática. El proyecto de unión ha desilusionado a buena parte de los europeos, cunden los escépticos y los que desean recuperar muchas de las competencias soberanas que los países han transferido a los órganos comunitarios, quienes hoy deciden las llamadas políticas comunes. Además, el ejemplo de Grecia, les servirá de impulso y alentará no sólo revisiones del gran proyecto unitario, sino algunos separatismos rupturistas.
Basta mirar lo sucedido en España con el movimientos Podemos, en Francia con el Frente Nacional, o en Italia con la Liga del Norte, y algunos otros. Es decir, una vuelta a nuevas formas de mayor control individual de los países. La respuesta es demasiado seria como para dejarla sólo en manos de quienes priorizan la estabilidad económica por sobre los ideales políticos. Está de más reiterar que la unidad resulta el mejor antídoto a siglos de conflictos entre europeos, y a dos guerras mundiales iniciadas por ellos. Aunque la población se siente poco interpretada, pues los beneficios materiales y los progresos logrados los ven amenazados por nuevos y mayores sacrificios, en vez de disfrutarlos. Y no son pocos los que argumentan que los recursos se malgastan justamente en ayudas a los menos responsables, como Grecia.
No estamos frente a una crisis total y al término de la Unión Europea. Sólo un resquebrajamiento que hay que tomar en serio, y cuya solución obligará a los más duros a escuchar a los que protestan. Grecia no representa más que un pequeño 2% del Producto Interno Bruto de la UE, por muy grave que sea su situación económica interna. Es mucho mayor lo que está en juego, si no se sortea hábilmente. Más medidas drásticas, como salida del euro, nuevos condicionamientos a préstamos de rescate, o imposiciones todavía imposibles de cumplir, destruirían a Grecia y crearían un caos interno, sin cambiar la voluntad ciudadana.
Junto con los enormes desafíos de su triunfo, Tsypras debería conjugar la salida de la crisis con su permanencia en la UE. Y ésta, preservar lo alcanzado en la unidad, aunque se crezca algo menos en los objetivos económicos generales. La apuesta europea es finalmente revertir un OXI en un NAI.
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