Si se la sabe, cante
Surgieron unas imágenes por las pantallas gigantes donde se veía a Enrique Iglesias en bastidores, cogiendo la botella de un destilado. Cuando el Movistar Arena, con unas cuatro mil mujeres, se convirtió en un solo chillido creyendo que el cantante hispano iniciaría de esa manera anoche su primer concierto en Chile tras seis años, no, sólo se trataba del aviso publicitario de un ron. Curiosamente, con lo ocurrido después, el spot no resultó gratuito, para nada. En directo Enrique Iglesias vende fantasías, sobre todo románticas y eróticas. Pero su mejor oferta consiste en prometer a un cantante, lo cual es una verdad discutible.
Desde el inicio con Tonight (I'm lovin' you), la canción que encabeza la gira promocional de Sex and love (2014), su último álbum, el artista español sólo subrayó el escaso progreso de su número y, sobre todo, las falencias vocales de siempre. Si no fuera por los generosos coros multiplicados por pistas, quedaría en completa evidencia el escaso caudal de su garganta, a estas alturas una rúbrica familiar. Y no sólo se trata de artilugios cortesía de la mesa de sonido, sino del propio Enrique Iglesias invitando insistente a corear sus temas, truco que disfraza con abundante gestualidad rayana en lo infantil. Porque ese es otro factor que no cambia en lo absoluto: Iglesias parece obsesionado con lucir, no digamos joven, sino derechamente adolescente, como si hubiera dejado la patineta a un costado del escenario para coger el micrófono y representar el rol de compositor e intérprete.
Así también, aunque el público gritaba entusiasta, tampoco se volvió loco como sucede con otras figuras latinas. En I like how it feels, por ejemplo, uno de sus últimos singles con bombo a la manera de los rockeros pop de moda, Imagine Dragons, la banda terminó saltando como si hubieran metido un gol, pero el gentío se mantuvo en sus lugares. Cuando sólo habían pasado cinco temas y mientras Enrique se dedicaba a firmar poleras y cuanto cachivache le pasaban las fanáticas instaladas al borde de una pasarela, la banda inició un segmento acústico que enfrió ligeramente la dinámica del show, con títulos como El perdedor y Por amarte.
Con un set más bien escueto de 16 canciones y hora y media arriba del escenario, Enrique Iglesias deja el sabor de una figura que consciente de sus fortalezas -su aspecto- y debilidades -una voz mediocre-, maquilla cuanto puede su número con una estampa adolescente que, a medida que pasen los años, cada vez será más difícil de sostener.
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.