Sólo un sorbo de vodka




Del comunismo sectario de la URSS vivido en esos años de la Guerra Fría, del politburó soviético con jerarcas veteranos y cara de poco buenos amigos, recuerdo un país triste.

A media mañana en sus grandes avenidas penaban las ánimas y el paso de uno que otro auto. No se asomaba la Perestroika (reestructuración) de Gorbachov ni la Glasnost (transparencia) del oso soviético. O eran ellos o el Tío Sam.

La ausencia de vida ciudadana se justificaba, todo el mundo trabajaba. A las 7 de la mañana la masa marchaba al trabajo, la fábrica, la industria. Buses y camiones antiguos y modernos transportaban la mano de obra.

El gélido otoño bajo cero, reclamaba ese calor ausente en nuestros anfitriones. El Hotel Ucrania, llamado ahora Radisson, se caracterizaba por lo sombrío. En cada piso sentíamos la mirada de una obesa funcionaria estatal, controlando salidas y llegadas a nuestra habitación. Todo era parte del sistema. Controlarlo todo.

Fuimos a meternos a las fauces del enemigo, rotas las relaciones diplomáticas con Chile, Perú era la contraparte de todo aquel chileno que quisiera regresar con destino inseguro. Éramos personas non gratas.

En Chile comenzaba un amanecer negro y prolongado. Comenzaban las razias ideológicas. Éramos los representantes de un país subyugado bajo una Junta Militar. Éramos futbolistas ensoñadores de usurparle al oso soviético un empate o una victoria. Un gol podía atenuar el sufrimiento al quebrantamiento de una república en llamas.

Ha pasado el tiempo. Hoy una nueva casta de futbolistas pisó tierra rusa. Hay algarabía en sus anchas avenidas. El capitalismo se hace sentir. Cafés, restaurants, calles atractivas con tiendas suntuosas y famosas y rusos ya no comunistas sino universales consumistas.

Los cracks de hoy pueden leer la historia. Ellos intentaron lograr ya no un épico empate como antaño, sino alzar la Copa y beber en ella un triunfal sorbo de vodka. A la distancia, con nostalgia, estuvimos brindando con ellos. Por más que al final no lo consiguieran.

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