St. Vincent: la firma del prestigio
Muy pop para ser docta y muy docta para ser pop, Annie Clark asoma con su contradicción vital y la obligatoriedad de sumar peso artístico a la poco concurrida primera jornada de Lollapalooza Chile 2015. La estadounidense de 32 años que firma como St. Vincent está consciente del lugar que ocupa en la parrilla de este año. Ella no es headliner ni la encargada de cortar el mayor número de boletos. Es como Lorde en 2014, la llamada a brillar en esa "segunda línea" que prestigia a nivel editorial. Es quizás la única que llega en el momento más alto de su popularidad (su último disco homónimo fue uno de los más celebrados del año pasado) y por eso aparece con una especial convicción en el Acer Windows 8 Stage, faltando 15 minutos para las ocho de la noche, y mientras al otro lado del Parque O'Higgins, unos consagrados como Smashing Pumpkins, uno de los "grandes" del cartel, hacen grandes esfuerzos por mejorar su decepcionante último promedio en Chile, con ese olvidable show de noviembre de 2010.
St. Vincent, ya está dicho, vigente y en alza, tiene desafíos mayores. Y de entrada deja claro un par de cosas: que lo de "St. Vincent" es más que una firma artística, sino la genuina marca en la que esta mujer entra en personaje con coreografías de pasitos cortos y cuadrados de mimo. Y segundo, que las muchas guitarras que cuelgan de su cuello están lejos de ser un decorado, sino que son una de las plataformas en las que demuestra su talento.
Su show parte con Digital Witness y Cruel, lo más cercano que tiene a un hit radial, y la escasa audiencia ya confirma algo que siempre es siempre es bienvenido: que en vivo es tan buena como en el disco. Su buen desempeño vocal en la balada Cheerleader y el desquiciado solo de guitarra que ejecuta para Rattlesnake aumentan el entusiasmo, pero también alimentan algunos cuestionamientos de fondo. Son muchas las voces y las influencias que se escuchan en St. Vincent. Desde David Bowie hasta Kate Bush, pasando por Laurie Anderson -cuando se vuelve realmente críptica- y Björk. Pero entre tanta alusión docta y, ya está dicho, buena ejecución, cuesta encontrar su propia voz.
Siendo la mayor novedad de la primera jornada y muy probablemente el show de más calidad, St. Vincent cumple al prestigiar el evento, que fue a lo que vino. Pero deja la extraña sensación de que lo suyo no es totalmente original. Que tendrá que pasar algún tiempo, o más buenos discos como los que ya ha publicado, para que esa marca que esconde a Annie Clarke deje salir a la enorme artista que parece haber ahí adentro.
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