Un guantazo a la clase política




Partiendo del supuesto optimista de que nuestros políticos leen, cabe preguntarse qué clase de libros pasan por sus manos. A juzgar por los últimos dos Premios Nacionales de Literatura (reconocimiento esencialmente político que distinguió a Isabel Allende y a Antonio Skármeta), los profesionales de la política se contentan con lo peorcito que hay a su disposición. Eso en cuanto a narrativa. Ahora bien, ¿qué ocurre con las obras de historia? ¿Cuántos senadores o diputados leyeron la estupenda crónica de Alfredo Jocelyn-Holt dedicada a la toma de la escuela de Derecho de la Universidad de Chile del año 2009? El libro sin duda les concierne, a algunos en lo personal. Me temo, sin embargo, que la gran mayoría de los parlamentarios chilenos sólo lee el diario a la rápida. Y doy por hecho que ninguno pierde el tiempo en esta columna, pese a que, si la extensión no les pareciera a primera vista agobiante, podrían obtener algún beneficio de ella.

La enervante levedad histórica de la clase política civil (Chile, 1900-1973), título del magnífico y en buena medida profético estudio que publicó el año pasado el historiador Gabriel Salazar, viene a ser una lectura imprescindible para entender los tiempos que corren. El volumen puede resultar intimidatorio (un mamotreto de más de mil páginas), pero en este caso no hay que caer en el engaño de la apariencia. De partida, la investigación fue redactada con la simpleza de quienes poseen un manejo eficaz de la lengua. En segundo lugar, trata temas de actualidad (de hecho, las primeras 236 páginas hablan de procesos históricos en curso, como, por ejemplo, la falta de inteligencia de los políticos actuales para entender por qué casi nadie confía en ellos). Y en tercer lugar, le aclara a todo tipo de lector cuál ha sido la evolución histórica que, a la larga, horneó un producto final y conocido: la mediocre clase política contemporánea. Así como todos, o casi todos, sabemos que Gabriel Salazar es un historiador marxista, también todos debiéramos tener claro que un buen historiador jamás aspira a la imparcialidad. Un buen historiador se esfuerza por convencer con su interpretación de los acontecimientos. Hecha la salvedad, es evidente que no hay que ser marxista para dar por cierta la responsabilidad y el protagonismo que le cupo a la clase alta en el desarrollo de la actividad política chilena durante el siglo XIX y buena parte del XX. Uno de los epígrafes del libro es elocuente al respecto: "Nosotros, los dueños de la tierra y el capital, somos los dueños de Chile. El resto, las masas, no importan (Eduardo Matte Pérez, 1892)". Y 500 páginas más adelante: "La aristocracia chilena del siglo XIX fue sanguíneamente introvertida (léase endogámica, bordeando el incesto) y culturalmente europeo-céntrica. Por lo mismo, nunca tuvo su eje central ajustado a la realidad económico-social de Chile".

Salazar pone el énfasis de su enfoque en "procesos colaterales", lo que ciertamente contribuye a darle originalidad al conjunto. Llamativa resulta su aseveración acerca de que las sociedades civiles latinoamericanas, opuestas por definición a "los poderes constituidos", han experimentado en el último tiempo un gran progreso en cuanto a autonomía política, "tal vez a mayor nivel que en las 'democracias avanzadas'". Y por supuesto que el afán sacrílego, tan encomiable cuando es guiado por la inteligencia, le ofrece al lector momentos memorables. Uno de ellos tiene que ver con esa convención un poco falaz que llamamos "nación", la que para el autor sería un "sofisma bizantino de una simpleza conmovedora".

Dispuesto a trazar un recorrido que es bastante más amplio que el que sugiere el título (el siglo XIX y el siglo XXI son parte fundamental del análisis), Salazar nunca deja de individualizar a los sujetos que mejor representan las taras que denuncia. Andrés Zaldívar, el autodenominado "decano de los políticos", es uno de ellos. Lleva "más de 45 años en el ruedo de la política chilena" y expresa mejor que nadie, aunque "con absoluta ingenuidad", aquel "sentimiento común acumulado en la clase política civil chilena a lo largo ya de dos siglos: la soberanía somos nosotros". Muchos de los que quieren que este país cambie, no saben realmente adónde habría que llegar (políticos incluidos). Este libro da las claves para entender eso y más.

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