Una ciudad desgastada




En plenos años 70, con todo el peso y oscuridad de ese período aciago, Francisco Smythe (1952- 1998) construye su obra más conceptual, ligada a la gráfica, la experimentación y al contexto. Al poco rato, emigró a Italia, volviendo a ratos, para quedarse en Chile ya en los '90, con una pintura colorida, neoexpresionista, pletórica, que es la que lo hizo reconocido, poblada de reminiscencias paisajísticas, de volcanes, corazones rojos, signos cartográficos y cósmicos. Es el repertorio que vemos, por ejemplo, en el mural que hizo en el Metro Baquedano.

La exposición Smythe 74-77, abierta en D21 hasta el 15 de octubre, nos devuelve entonces a esa etapa previa que lo situó en la Escena de Avanzada, reconociendo una densidad que después parece perder.

Los trabajos presentan signos descontextualizados y vueltos a contextualizar sobre el blanco del papel; dibujos, gestos, rastros picto-gráficos, imágenes impresas, tiras de prueba o fotografías de diarios y revistas pegadas con masking tape, siluetas, líneas y cuadrículas que intentan cierto orden. En la serie del año 77 surge entre estos fragmentos, que parecen realizados con la velocidad de un bosquejo, la ciudad. Como si emergieran del tránsito cotidiano, de encuentros casuales, son instantáneas o esbozos de calles como San Diego o Franklin, y de personajes: una mesonera o una prostituta. Es una ciudad gris, en todo caso, desgastada, con sus habitantes deslavados. El color aún apenas asoma.

Mucho más blanco hay en la serie del 74, donde los dibujos son más acotados: la línea o la letra escrita directamente con el lápiz, representan fotos-carné o imágenes de prensa referidas a personas desaparecidas o fallecidas, a una anciana con sus facultades mentales perturbadas que se perdió en mayo de 1973 o a la muerte de un futbolista. Aunque mucho nos lo recuerdan, en ningún caso son detenidos-desaparecidos, logrando Smythe referirse a la dictadura mediante una estrategia de dislocación.

Reconocemos en estos experimentos ciertas filiaciones con una gráfica conceptual que abordaron también por los años 70 y 80 artistas como Eugenio Dittborn, Roser Bru y Gonzalo Díaz. Entre el dibujo y mecanismos de reproducción técnica, está el afán de relacionar la propia pulsión, la mancha y el espasmo con el control total. En Smythe esta escritura de signos entrecortados, se va armando a través de atisbos pop, geométricos y expresionistas; es el texto que esboza, la mancha que borra, el cuerpo que emerge pero que más bien tiende a desvanecerse en medio del vacío.

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