Juan Allende-Blin: el premiado y su distancia con Chile

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Es notable que uno de los grandes referentes de la segunda mitad del siglo XX, John Cage, le dedicara una obra para piano a Juan Allende-Blin al cumplir sus 60 años; que su obra se grabe junto a otros grandes como Kagel y Ligeti; y que haya terminado de orquestar una ópera inconclusa de Claude Debussy. Sin embargo, habría que preguntarse por qué esa distancia de la tierra que ahora lo está premiando y por qué esta tierra lo premia a pesar de esa distancia.


Si bien estoy de acuerdo que este año se haya premiado a un músico docto -a la espera que en la próxima oportunidad se premie a uno popular- y reconociendo la estatura moral y artística de Juan Allende-Blin, me parece al menos problemático premiar a una figura que se fue de Chile hace 60 años, y que no mantuvo vínculo artístico ni docente con nuestro país, más allá de sus amistades personales. Algo similar a lo que sucedió con el premio de 2014, otorgado a León Schidlowsky, quien vive desde 1969 en Israel. Comprendo que se trata de músicos nacidos en Chile que han hecho una carrera internacional, lo que es altamente meritorio. Sin embargo, no se trata de figuras que hayan han representado la música chilena en el mundo ni que hayan contribuido a su mejor desarrollo en el país.

Es notable que uno de los grandes referentes de la segunda mitad del siglo XX, John Cage, le dedicara una obra para piano a Juan Allende-Blin al cumplir sus 60 años; que su obra se grabe junto a otros grandes como Kagel y Ligeti; y que haya terminado de orquestar una ópera inconclusa de Claude Debussy. Sin embargo, habría que preguntarse por qué esa distancia de la tierra que ahora lo está premiando y por qué esta tierra lo premia a pesar de esa distancia. Como se trata de un premio que se otorga por decisión de un jurado autónomo y no por un concurso al que se postule -a pesar de que muchos no lo hayan entendido así-, este premio y su jurado han tenido sus razones para obviar la distancia de algunos de los premiados con el país que los vio nacer, empezando con el premio al propio Arrau.

Conforme, reconozcamos entonces a esas grandes figuras, de las cuales solo quedaría Gabriel Brncic, radicado en Barcelona desde 1974, pero no descuidemos a todos aquellos que permanecen en el país, formando a otros músicos, estrenando continuamente nuevas obras y contribuyendo al desarrollo de la institucionalidad musical chilena. Ahora quedan los creadores Sylvia Soublette, Guillermo Rifo y Andrés Alcalde por un lado y Horacio Salinas, Patricio Manns e Isabel Parra por el otro. Es de esperar que el premio alcance para todos.

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