Cristián Undurraga: "El incendio del Museo Violeta Parra me duele como chileno"

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"Había indicios muy claros de que podía pasar", dice sobre el siniestro que destruyó el recinto. "La violencia no es funcional a la democracia", agrega, y destaca el peso de la segregación urbana en el estallido.


"Yo tenía la íntima convicción de que el espacio de Violeta Parra iba a ser respetado. Había un grafiti notable que decía 'No incendiar, Museo Violeta Parra'", dice el arquitecto Cristián Undurraga (1954). Él fue quien diseñó el recinto que sufrió un devastador incendio el 7 de febrero, cuatro años y cuatro meses después de ser inaugurado.

Undurraga se encontraba fuera de la ciudad cuando sucedió, y al momento de esta entrevista aún no había regresado al recinto. "Pero fui unos días antes del incendio; estábamos viendo qué medidas se podían tomar para evitar lo inevitable", cuenta.

-Entonces, ¿ya tenían conciencia de que estaba en riesgo el museo?

-Sí. Está en una zona neurálgica, habían entrado dos veces a la embajada de Argentina, se había quemado un hotel y una residencia estudiantil. Había indicios muy claros de que podía pasar lo que finalmente terminó pasando; habían roto las fachadas y rayado los muros del museo. Ya se había perdido el sentido de lo que representaba.

Undurraga es enfático al hablar de lo que siente: "Más que como arquitecto, este atentado incendiario y la vandalización del Museo Violeta Parra me duelen como chileno. Violeta consagró su vida, como nadie, a denunciar las injusticias sociales, a defender a los indefensos, a divulgar el arte popular, a cantar el dolor y también la esperanza. Es por ello que resulta inexplicable el ensañamiento irracional contra su casa".

-¿A qué atribuye el incendio?

-Este atentado da cuenta de una dimensión paralela y ajena al contexto de indignación social, una dimensión que tiene que ver con el caos, "Hasta que Chile se acabe", como reza el grafiti en las cercanías del museo. La justa indignación contra los abusos, la segregación, la colusión, los intereses desmedidos de los créditos, la corrupción, los favores políticos, el cinismo del que predica y no practica agotaron el umbral de tolerancia ciudadana, y ello se manifestó en el espacio público. Pero esto no se va a arreglar a peñascazos. Esta espiral de violencia es funcional al narcotráfico, al caos, a los anarcos, a los que el miedo les sirve para llevar agua a su molino. Pero no es funcional a la democracia. Es por ello que la condena a la violencia no admite titubeos; no hay futuro sostenible sin orden público.

La ciudad y la furia

Autor también del Centro Cultural La Moneda (2009) y del Museo de Artes Visuales, Mavi (2001), Undurraga destaca que estos dos espacios, al igual que el Museo de Bellas Artes y el GAM "han hecho un esfuerzo heroico por seguir funcionando, y eso construye futuro".

Entre los espacios públicos que ha diseñado, se cuenta el entorno de La Moneda, con las plazas de la Constitución (1980) y de la Ciudadanía (1995), y está en ejecución el Centro Cívico Universitario de Bogotá, que diseñó con Konrad Brunner. Undurraga también tiene interesantes viviendas sociales en Lo Barnechea y Huechuraba, estas últimas con pertinencia cultural mapuche, y trabaja en una interpretación contemporánea de un cité, en Santiago Centro.

"No tengo duda de que parte del estallido social se puede explicar desde la segregación urbana. No basta solucionar las demandas que están sobre la mesa, debemos transformar la ciudad. Frente a la estrategia de la explotación especulativa, proponemos un modelo centrado en el hombre, el medioambiente y la cultura, basado en una ética urbana que nos garantice un mejor vivir a todos, sin excepción", asegura.

-¿Qué opina de que hayan sido borrados los grafitis del GAM?

-Hay que entender que no todos los grafitis son expresiones artísticas. En Chile, quien ha llevado el arte callejero a su nivel más alto es Caiozzama; sus ángeles son material de culto y obra de un artista de mucho peso. Pero la mayoría de los grafitis, más que ser arte, pretenden decir algo, y probablemente la dimensión artística les parezca suntuaria. Hay mucha violencia y rabia detrás de estos textos. Es natural, humano y lógico que muchos vecinos se sientan violentados por los textos incendiarios, por los incendios reales y por la violencia que allí se vive. Es natural que se tomen el derecho que otros se tomaron antes y transformen o borren los grafitis. Es un arte efímero y tengo que estar dispuesto a que otro lo intervenga, a favor o en contra. ¿Por qué va ser legítimo para mí e ilegítimo para otro? Eso no es aceptable.

-Desde el 18 de octubre, se ha llamado "pizarrón" a la fachada del GAM, por los grafitis, y se habla de resignificación patrimonial en la vandalización de estatuas de personajes cuestionados, como Cornelio Saavedra o José Menéndez. ¿Cómo lo ve usted?

-Ciertamente, muchos se sienten heridos por quienes para otros son próceres; entiendo que hay ahí un resentimiento, y que se exprese en esta rabia. Sin embargo, esto de reescribir la historia cada década me parece un ejercicio agotador; debemos encontrar aquellas cuestiones que nos unen más allá de los héroes. Y tratar de canalizar en algo positivo toda esa energía de la Zona Cero, que es mucha. Como arquitecto, duele ver destrucción. Habrá otro que diga "No es destrucción, es resignificación". Eso está por verse; para juzgar la historia se necesita distancia, y hoy vivimos una contingencia.

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