6 claves para entrar al fantástico mundo literario de Murakami

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Eterno candidato al Nobel, Murakami ha sabido combinar el éxito de crítica con el éxito de público y ventas. Autor de novelas ya clásicas, como Kafka en la orilla, Tokio blues o la reciente La muerte del Comendador, el japonés se ha convertido en una figura de referencia de la literatura mundial.


Conversaciones de Culto

En compañía del doctor en Literatura y académico de la PUC, Marcelo González, además del crítico literario y escritor, Camilo Marks, y el editor de Cultura de La Tercera, Andrés Gómez, analizamos la obra y la influencia de Murakami, con la conducción del editor jefe de La Tercera, Juan Paulo Iglesias, en un programa grabado en un tatami del restaurante Japón de Santiago centro.

Cultura pop

Haruki Murakami (1949) estudió literatura y teatro griego en Japón y sus padres eran profesores de literatura japonesa, pero no fue la tradición de su país sino la cultura estadounidense lo que fascinó al autor de Tokio blues desde joven.

En varias entrevistas ha reconocido una atracción juvenil por autores como Kurt Vonnegut y Truman Capote, sin embargo, fue Raymond Carver quien más lo influenció.

Murakami tradujo a Carver, Fitzgerald y John Updike tras dejar la universidad y ese trabajo tendría un profundo impacto en su obra. Pero el hombre de Kafka en la orilla convirtió el realismo sucio de Carver en un realismo fantástico, donde mezcla la influencia de la cultura pop norteamericana con tradiciones japonesas.

"La cultura estadounidense se arraigó en mi cuerpo", dijo en una oportunidad. Y no dudó en asegurar que no leyó literatura japonesa en su juventud "porque la encontraba aburrida". Por eso, su obra recibió duras críticas en Japón. "Hubo mucha resistencia", reconoció Murakami.

Viaje de formación

El renombre internacional de Murakami tardó. Aunque su primer libro se publicó en español recién en 1992, gracias al trabajo del sello Anagrama, solo a principios de la década pasada comenzó a traducirse sostenidamente, una vez que Tusquets se hizo de los derechos de su obra y publicó su novela más popular Norwegian wood bajo el título Tokio blues.

Entonces Murakami se convirtió en un escritor de culto, admirado por algunos, como el novelista John Updike y criticado por otros, como el peruano Mario Vargas Llosa que lo calificó de "frívolo y profundamente superficial".

El académico de la PUC, Marcelo González, explica que "en la obra de Murakami no hay sino un gran tema que atraviesa todos sus textos y este tema es el viaje. No cualquier viaje, por supuesto, sino que aquel viaje mítico, de descubrimiento y formación, descrito hace varios años por Joseph Campbell en su ya clásica obra El héroe de las mil caras. De esta forma, vinculando sus historias con arquetipos ancestrales en la historia de la humanidad, Murakami no solo logra asegurarle un sentido profundo a sus narraciones, sino que también, logra captar a un público cada vez más amplio y variado, pues sus textos apelan a nociones míticas presentes en la herencia más ancestral de quienes lo leen".

Otro componente esencial de la obra de Murakami es su talento para observar y retratar la compleja geometría de la psique japonesa y el profundo desajuste de una subjetividad sometida a la disciplina más incuestionable.

Sus historias son sobre gente común y corriente pero arrancada de su vida cotidiana por hechos extraordinarios:

Como suele ocurrir con gente de buena familia que ha recibido una buena educación y jamás ha pasado estrecheces económicas, el doctor Tokai pensaba sobre todo en sí mismo. ("Un órgano independiente", cuento de Hombres sin mujeres)

Me gustaría que durante la lectura de este libro prestasen atención a las historias de la gente. Antes de eso quisiera que imaginaran lo siguiente: es 20 de marzo de 1995. Lunes. Una mañana agradable y despejada de principios de primavera. El viento aún es fresco y la gente sale a la calle con abrigo (...) Así que usted se ha despertado a la hora de siempre, se ha lavado la cara, ha desayunado, se ha vestido y se dirige a la estación del metro. Sube a un tren lleno, como de costumbre; se dirige a su puesto de trabajo. Una mañana como muchas otras. Nada especial. Uno de esos días imposibles de diferenciar en el transcurso de una vida, calcado a muchos otros, hasta que cinco hombres clavan la punta afilada de sus paraguas en unos paquetes de plástico que contienen un líquido extraño… (Underground: el atentado con gas sarín en el metro de Tokio y la psicología japonesa)

Es como un árbol: para crecer fuerte y robusto, necesita pasar inviernos duros. Si el clima siempre es cálido y suave, ni siquiera se le forman anillos: tal vez los seres humanos necesiten pasar por esos períodos. Pero sería estupendo saber que algún día acabarán. ("Yesterday", cuento de Hombres sin mujeres)

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Melómano

Con el protagonista preparando spaghetti mientras escucha la obertura de la Gazza ladra de Rossini interpretada por la Sinfónica de Londres bajo la batuta de Claudio Abbado. Así parte Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, que disputa con Kafka en la orilla el título a la mejor novela de Murakami, según la crítica.

La música permea toda la obra de Murakami. "Eran los tiempos de The Doors, los Stones, los Byrds, Deep Purple y los Moody Blues. El aire estaba vivo pese a que todo parecía envenenado en el borde del colapso, esperando un empujón", escribe al comienzo de La caza del carnero salvaje.

Varios de los títulos de sus novelas hacen guiños a esa música que lo apasiona —incluso al salir de la universidad instaló un bar de jazz junto a su esposa, el Peter Cat, que mantuvo entre 1974 y 1981—.

Norwegian wood, su novela más popular saca el título de los Beatles, Baila, baila, baila, es una canción de The Dells y Al sur de la frontera, al oeste del sol hace referencia al título de una canción de Nat King Cole.

E incluso Los años de peregrinación del chico sin color, uno de las últimas novelas traducidas al español, hace referencia a la suite de Liszt "Los años de peregrinación".

Murakami es un melómano con inclinación por el jazz pero con amplio conocimiento de música en general, desde obras clásicas hasta famosas bandas sonoras del cine como revela Absolutely on music, su libro de conversaciones con el director de orquesta japonés Seiji Osawa.

No por nada, Murakami tiene una playlist en Spotify:

Una literatura mundial

Dicen los entendidos en literatura japonesa que, a los sentidos de un extranjero fascinado por la ceremonia del té, el manga y los cerezos en flor, la lectura adecuada sería alguien con la sensibilidad de Yasunari Kawabata.

Carlos Rubio, autor de El Japón de Murakami, es de la tesis de que el hombre de Underground vendría a ser el fundador de la llamada literatura mundial, aunque detrás de esa "fachada" también habría un Japón distintivo y singular:

Ahí estaba Japón: en cada párrafo y en cada página; estaba en las palabras, los gestos, los valores y los sentimientos de cada personaje; estaba, sobre todo, en las flores de las soledades y en las raíces de las búsquedas de sus protagonistas; estaba hasta en no sé qué aire que quedaba tras sus desapariciones. Es cierto que había una fachada: jazz, Bach o Beethoven, cerveza, cultura pop, técnicas narrativas, pantalones y faldas, edificios y ascensores, amagos de individualismo y bates de béisbol, etcétera, todo ello de aspecto llamativamente occidental; y hasta un empeño vano en querer escribir desde el exterior del castillo. Pero este país, el país donde Murakami nació, creció y vive seguía ahí, detrás de una fachada bien pintada, llenando todo el espacio del castillo, incluido el vacío de sus espacios y el aliento de sus moradores, ahí estaba con más vitalidad e intensidad todavía que si sus novelas trataran de temas típicamente japoneses.

Consagración pero con retraso

Escucha la canción del viento, así se tituló la primera novela de Murakami, publicada en Japón en 1979. Sólo un año después lanzó Pinball 1973. Sin embargo, el escritor nunca estuvo plenamente satisfecho de sus primeras obras por lo que impidió por años su traducción a otros idiomas.

Sólo en 2015, 36 años después, se editó por primera vez en español en una edición que reúne a las dos novelas breves. Por eso, el mejor Murakami comienza a aparecer en La caza del carnero salvaje, de la cual escribiría luego una suerte de secuela o spin-off a la que tituló Baila, baila, baila. Sin embargo, la extensión de sus libros y la mala recepción de la crítica demoró su consagración.

El éxito solo llegaría en 1986 con Norwegian wood (traducida bajo el título Tokio blues en español), la menos "murakami" de las novelas de Murakami. Sin bien la soledad, la presión de la vida, las obligaciones de la adultez están presentes probablemente más que en ninguna otra de sus obras, aquí lo "fantástico" escasea.

Es en rigor una historia de amor, un libro con un dejo de novela adolescente que lo consagró como una superestrella.

Después de su publicación dejó Japón y viajó a Europa y Estados Unidos para instalarse al final en Hawaii, a medio camino entre sus dos mundos.

En 2010, Tokio blues llegó al cine en una adaptación del director vietnamita Tran Anh Hung con música de Jonny Greenwood de Radiohead.

Puerta de entrada

La caza del carnero salvaje fue la puerta de entrada de muchos lectores de habla hispana a la obra de Murakami. Publicada originalmente en japonés en 1982, diez años antes que su edición en español, el libro es el fiel reflejo del estilo que el escritor nipón desarrollaría a lo largo de su carrera, con unas pocas excepciones.

Es el mejor ejemplo de ese surrealismo que mezcla la cotidianidad con la fantasía o destaca lo "fantástico" de la realidad —basta pensar en la novia del protagonista que es "modelo de orejas". El protagonista, como casi todos los personajes principales de las novelas de Murakami, está solo, sumido en su propia cotidianedad, pero en busca de algo. En este caso, encontrar el carnero salvaje se vuelve su objetivo, un hombre carnero que es la mejor encarnación de toda su obra, mezcla de fantasía y realidad. Una figura que junto a los gatos —verdadero fetiche en los libros de Murakami— se repetirá en su obra.

La novela se lee como un thriller. Pero pese a ello, no es la aventura ni la “trama policial” sino la sensación de soledad y desamparo, magistralmente descrita al final de la historia, lo que marca la novela.

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