Juan Pablo Villalobos, autor de La invasión del pueblo del espíritu: “Todos somos extraterrestres”

El escritor mexicano, quien publicó vía Anagrama su último libro, se refiere a los aspectos que marcan este trabajo. La construcción de un lenguaje propio de la novela, las temáticas de la inmigración, la colonización, los nuevos fascismos y cómo logró entroncarlos con su gusto por la ufología. Además, de su carrera literaria y planes futuros charló vía Hangouts con Culto.


Sonríe un poco cuando la pregunta de rigor atraviesa la pantalla. Es evidente, pues el escritor mexicano Juan Pablo Villalobos (1973) reside en Barcelona, España, uno de los países más complicados por la pandemia del coronavirus. A estas alturas, cuenta que ha tratado de mantener la salud mental para seguir a flote.

“La verdad es que el encierro aquí fue muy estricto, fue decretado un Estado de alarma que obligaba al encierro, había multas por si la gente salía por razones no justificadas”, señala a Culto vía Hangouts.

Para el escritor, lo más complicado no ha sido tanto la situación de los adultos, como la de los niños. Lo dice con experiencia, pues es padre. “De alguna manera tú puedes gestionar tu tiempo y tu manera de mantenerte sano mental y físicamente, pero pedirle eso a los niños me parecía una bestialidad”.

Palabras más, palabras menos, el motivo de nuestra video llamada es hablar con él sobre su última novela, La invasión del pueblo del espíritu, publicada este 2020 vía Anagrama. El libro, trata de un inmigrante sudamericano, llamado Gastón, quien trata de ayudar a su amigo Max, pues este acaba de perder el restaurante que le servía de sustento. La llegada del hijo de este, Pol, y su abuelo, no hacen sino complejizar el puzzle. Como le suele pasar a los escritores, la idea original era otra, pero fue tomando una dirección diferente.

“Muy al principio, eran tres personajes: abuelo, padre e hijo, que se quedaban encerrados en un sitio cada uno huyendo de diferentes situaciones. Después me di cuenta que si el punto de vista narrativo era el encierro, no podía hacer avanzar la historia, necesitaba sacar el punto de vista de allí, por eso aparece el personaje de Gastón. Y nosotros seguimos a Gastón para que la novela pueda circular afuera de ese encierro y la trama pueda moverse”, cuenta Villalobos.

Una característica de la pluma de Villlalobos es lo sorprendente que es. Por ejemplo, en esta novela, no denomina las cosas por su nombre, si no que lo hace en forma de pistas (“los nororientales”, “los lejanorientales”, “el equipo de la ciudad”, “el mejor jugador de la Tierra”, “el cono sureño”), las cuales de algún modo el lector puede descifrar.

Villalobos, pensativo, recoge el guante. Argumenta que este recurso particular se debe a dos razones. La primera, es que para él, cada libro tiene que encontrar su propio lenguaje. “El vivir en el extranjero modifica tu vocabulario, el uso de los tiempos verbales. Hay una ‘contaminación’ de la manera de hablar, y se estaba volviendo problemático si es que quería mantenerme escribiendo ‘a la mexicana’, vamos a decirlo así. Entonces, la solución que encontré fue que cada novela tenga una lengua que solo exista en esa novela”.

Y la segunda, como se trata de inmigrantes, Villalobos buscaba que el lenguaje particular de cada uno no “contaminara” el relato y la historia se entendiera limpiamente.

“No hay ni españolismos, ni mexicanismos ni argentinismos. Está claro que uno de los personajes es argentino [Gastón] y el otro es mexicano [Max], pero además que nunca se les nombra, ellos tampoco utilizan su manera de hablar. Nunca hay un ‘boludo’, un ‘pinche’”, agrega.

Life on Mars?

-Uno de los temas que aparece en la novela es el de la vida en otros planetas, representado en el personaje de Pol. ¿Es un tema que te apasiona?

-Sí. Es un tema que viene por una cuestión autobiográfica, que tiene que ver con mi familia. Mi padre sigue estando obsesionado por el tema de la vida extraterrestre y los fenómenos paranormales y yo crecí en una casa llena de libros de estas teorías de la conspiración y revistas Año Zero, Dura, sobre la vida extraterrestre. Leí esto con mucha fascinación. En todas mis novelas he dejado alguna cosita de este tema, pero más bien eran como detalles, en alguna escena aparecía algo. Nunca había sido como un tema fuerte, y lo tenía pendiente.

-¿Tuviste algún problema para incorporar ese tema dentro la novela?

-Es una pregunta que me hacía, cómo hacer funcionar la historia de estos amigos, y esta ciudad, con una serie de problemas sociales (racismo, gentrificación), y cómo en la misma novela hacer funcionar otra trama que aparentemente es casi como de otra novela, ¿no? A mí esas preguntas son siempre las que me interesan resolver cuando escribo. De pronto pienso que tengo dos posibles libros, y ahí digo ‘no, no, no, es el mismo’, ¿cómo lo hago funcionar todo junto? Entonces, descubrí que metiendo el tema de la colonización espacial era como dale a la inmigración otra dimensión. Como decir, al final todos somos extraterrestres, todos venimos de otro lugar.

De hecho, Villalobos señala que parte importante de las cosas que leyó durante los 2 a 3 años para escribir la novela fue sobre la temática de la ufología. “Me leí todo lo que existe sobre vida extraterrestre, no solo las teorías más paranoicas sino que también leí mucha ciencia, que es algo que cambió mi manera de escribir. Leí bastante física, astrobiología. Por primera vez, creo entender cómo funcionan las teorías físicas que antes me sonaban a chino: la relatividad, la cuántica, la teoría de las cuerdas, etc”.

Racismo a escala cotidiana

-Decías que te tomó 2-3 años escribir la novela...

-Sí. Bueno, normalmente la escritura de una novela me toma eso, aunque es verdad que la parte más activa de la escritura suele tomarme poco tiempo. Una vez que encuentro el tono narrativo, el narrador y gano una cierta inercia de escritura, suelo escribir una novela en 4-5 meses, pero para llegar a ese punto, digamos que he estado dando vueltas, leyendo, escribiendo, reescribiendo, tomando notas, fracasando, alrededor de unos años. Soy mucho de reescribir y hacer versiones, suelo tener entre 5 y 10 versiones de una novela, y algunas de esas versiones tienen 200 páginas, que al final decidí que no me gustaban, algunas 50, 80, pero no es un proceso de descarte, sino de acumulación. Es decir, cuando decido que hay una novela después de 100 páginas que no me gusta, no ha sido en vano, porque en esas 100 páginas encontré un personaje, o porque encontré algo de la trama.

-Más allá de tu interés por la vida extraterrestre, ¿Qué elementos tuyos hay presentes en la novela?

-Diría que es una novela donde todo este asunto de la inmigración, y todo lo que nos enfrentamos los que estamos desarraigados las puedes ver como autobiográficas, son cosas que a mí me tocan de manera directa. Pero más allá de eso, en esta novela no hay muchos elementos autobiográficos. También hay un interés de distanciarse de la novela literaria, entendida en el sentido de personaje escritor, personaje poeta, personaje periodista. El narrador de hecho plantea que estamos ante personajes a los que la literatura no les interesa, uno tiene un restaurante, uno tiene un huerto, otro es biólogo y el otro es político, son gente de otros ámbitos.

-En la novela se trata el tema del racismo y la xenofobia, siempre en una escala muy local ¿qué situaciones de la vida real te llevaron a incluir ese tema?

-Yo creo que esos temas los estamos viviendo todos permanentemente, es decir, quizás en América Latina -dependiendo del país- vivimos más situaciones de clasismo, ¿no? También de racismo, quizás en Chile menos. Pero Chile es un país muy clasista, lo sé, igual que México, que también es un país muy clasista, pero con un componente de racismo muy grande, que tiene que ver con lo indígena. Me parece que el tema del racismo está dentro de un discurso más amplio que tiene que ver con el auge de los nuevos fascismos.

-¿Alguna observación sobre estos nuevos fascismos?

-El fascismo nunca ha desaparecido, pero tiene una nueva forma, incluso está tomando formas inadvertidas para aquel que las está ejerciendo. A mí me sorprende este discurso de lo políticamente incorrecto. Hace cinco años a lo mejor no, pero hoy si alguien dice que “yo soy políticamente incorrecto” piensas “aah ya”. Esa supuesta defensa de que “ya no se pueden hacer chistes, no se puede hablar de nada, ya no se puede pensar”, todo eso es un discurso del que se ha apropiado el fascismo. Por eso es que nos estamos llevando las desagradables sorpresas de que ciertos personajes que nos resultaban admirables o interesantes, de pronto están asumiendo discursos claramente fascistas, y más ante la situación tan extraña con la pandemia.

-¿Y cómo pensaste llevar esa reflexión a la novela?

-En la novela me interesaba reflexionar cómo se están articulando estos discursos en lo cotidiano, porque la noticia escandalosa es siempre muy fácil de interpretar y de narrar: el ataque racista, la violencia, etc. Pero en la novela se habla más bien de pequeños gestos. De miradas, de maneras de hablar, de expresiones. De todo eso que muchos, muchísimos de nosotros utilizamos sin darnos cuenta y que entrañan formas diferentes de ese racismo, incluso se trata de compartimentar los racismos, como ese personaje que le dice a Gastón ‘pero nosotros cercanos, venimos del mismo origen, el problema son los otros’. Esos discursos que aparentemente no son tan violentos, que aparentemente son tolerables porque no parecen tan bestias, son lo mismo. Esos pequeños gestos y esos pequeños discursos son los que alimentan los actos de barbarie más terribles.

Anagrama azteca

A diferencia de lo que suele ocurrir en la literatura, donde es usual observar autores que publican su debut en la veintena, el caso de Juan Pablo Villalobos es diferente. Siendo un inmigrante mexicano en Barcelona, publicó a los 37 años su primera novela. Se llamaba Fiesta en la madriguera (2010), vía Anagrama. Cuenta que en rigor, la envió a la casa editorial con una intención que iba más allá de publicar.

“Era una novela muy corta, que yo había enviado al premio Herralde del 2009. Obviamente no ganó el premio, yo era un autor inédito, no había publicado nada. Había venido a Barcelona para estudiar un doctorado en Teoría literaria”.

Pese a no ganar el Herralde, Fiesta en la madriguera llamó la atención. “Jorge Herralde me buscó, me llamó, me dijo que la novela le había gustado y quería publicarla. Por eso yo tengo todos mis libros en Anagrama desde el inicio”.

Las primeras novelas que publicó Villalobos eran de temáticas “muy mexicanas”, pero en 2016 rompió ese circuito con No voy a pedirle a nadie que me crea. Ahí sí llegó el Premio Herralde de Novela.

-¿Estás trabajando en algún próximo libro?

-Sí, estoy escribiendo una novela ahora mismo. Supongo que terminaré el año próximo si todo sale bien, y no sé, quizás se publicaría en 2022, algo así.

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