¿Dónde jugarán las niñas?: Molotov y su retrato incendiario de México

Foto: Graciela Iturbide

Tras casi siete décadas de unipartidismo, cuatro jóvenes se rebelaron contra el sistema político mexicano, a través de un arma que fue silenciada durante varios gobiernos del PRI por su capacidad para reunir personas: el rock. Inspirados en emblemáticos casos de corrupción de políticos y figuras mediáticas, dieron forma a un disco que sentaría las bases del rock mexicano.


El 11 de septiembre de 1971, una multitud de 300.000 jóvenes se aglomeraba en Avándaro, un asentamiento rural ubicado a 5 kilómetros del pueblo Valle de Bravo en el Estado de México. Muchos de ellos paseaban sin polera, mientras que otros vestían ponchos, pantalones holgados y levantaban banderas de su país con el símbolo de la paz dibujado en su parte central.

La instancia se daba en el contexto del Festival Rock y Ruedas, el primer concierto masivo del género en el territorio que también ofrecería una carrera de autos al día siguiente.

Pasadas las 19:00, los Dug Dug’s subieron al escenario a presentar una explosión psicodélica de sonidos eléctricos, la cual culminó con personas que se desvestían en público frente a la adrenalina de experienciar música en vivo. Más tarde, llegó el turno de Peace and Love y se vivió el momento más intenso de la noche.

—¡Tenemos el poder! ¡Tenemos el poder! ¡Tenemos el poder! —gritaban incansablemente los asistentes, mientras que los oriundos de Tijuana cantaban la canción “We Got the Power” y los helicópteros de la policía mexicana sobrevolaban el lugar para verificar la magnitud del evento, según relató su organizador, Armando Molina, en el documental Gimme The Power (2012).

Solo tres meses antes, el 10 de junio de ese año, Ciudad de México fue la sede del “halconazo”, episodio en que el grupo paramilitar Los Halcones atacó a manifestantes de los movimientos estudiantiles en la capital. Según un artículo de BBC, la cifra oficial de fallecidos fue de 120 personas, aunque se explicíta que no se sabe con exactitud la veracidad de ese número.

Aquello fue la continuación de la matanza de Tlatelolco de hace tres años, instancia en que la policía del cuerpo de granaderos atacó a los estudiantes que salieron a protestar en contra del exmandatario Gustavo Díaz, el 2 de octubre de 1968.

El “halconazo”. Fotografía publicada por BBC

La grandilocuencia e impacto del Festival Rock y Ruedas fue tan grande que las autoridades cortaron la transmisión radial del concierto y clausuraron el rally automovilístico del 12 de septiembre. Según declararon Molina y Alex Lora —líder del grupo Three Souls in My Mind —, los asistentes no ocasionaron conflictos de ningún tipo, mientras que la prensa de la época expuso al evento como un epicentro de drogas, desórdenes y violencia.

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—En Avándaro me encontré con una realidad de mi país que no conocía y que me gustó mucho. Fue muy exagerado todo lo que se dijo. No hubo ni sexo, ni drogas. Se fumaba mota (marihuana), eso sí, y alguien tendría sexo, pero no lo veías. Eso fue todo —comentó la fotógrafa Graciela Iturbide en una entrevista con El País, en alusión a su libro Yo estuve en Avándaro (Trilce Ediciones, 2014), el cual retrata bajo su lente cómo fue ese día.

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Pero a pesar de la discordancia entre las distintas versiones, el presidente de México en aquel entonces, Luis Echeverría, inició una guerra contra la música de masas y prohibió la expansión de este tipo de festivales en México.

—Desató una enorme censura y represión, siempre velada hacia el rock nacional y que no terminó hasta los años 80. Dejó de sonar en las radios y las discográficas le cerraron las puertas. La calidad disminuyó porque los músicos emigraron a Estados Unidos y los que se quedaron permanecieron en la semiclandestinidad —comentó el autor de los textos en el libro de Ituribe, Federico Rubli, a El País.

Y los años siguientes fueron similares; los gobiernos de José López, Miguel de La Madrid y Carlos Salinas estuvieron marcados por la represión hacia los movimientos sociales e incluso, durante la presidencia de este último en 1994, el ex candidato Luis Colosio y José Ruiz —cuñado de Salinas y secretario general del Partido Revolucionario Institucional (PRI)— fueron asesinados en marzo y septiembre respectivamente.

Si bien, aun existen versiones diversas sobre el origen de los atentados, los documentos oficiales apuntaron a Raúl Salinas —hermano del expresidente Carlos Salinas —como autor intelectual de este último hecho, hasta el punto en que fue trasladado al penal de máxima seguridad Almoloya de Juárez hasta su absolución en 2005.

En enero del 94 también surgió el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, como un grupo de resistencia paramilitar —conformado mayoritariamente por indígenas —que se manifestó en oposición a las casi siete décadas que el PRI se mantuvo en el poder. Según un reportaje que The New York Times publicó en febrero de ese año, aquello significó la primera revolución postmoderna y fue liderada por el guerrillero conocido como Subcomandante Marcos.

Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Fotografía publicada en Vice

—Todo lo que conocía hasta ese entonces eran 23 años de vida con el PRI. Te toca escuchar hasta cómo tus abuelos murieron quejándose del partido —recuerda Micky Huidobro, uno de los dos bajistas de Molotov, en el documental Gimme the Power.

En medio de ese contexto, las bandas de la época tocaban a escondidas en pequeños clubes que les cobraban una comisión, bajo la posibilidad de que las fuerzas policiales interrumpieran las presentaciones. Asimismo, la ciudadanía era cada vez más consciente de las falencias del poder político.

—Empiezas a analizar y te empiezas a enojar, es una cosa normal del ciudadano mexicano. Vas creciendo y te vas emputando. Eras más chavito y tratabas de comprender por qué todos los odiaban —añade el cantante y guitarrista Tito Fuentes.

Ambos empezaron a gestar una crítica incendiaria que marcaría la historia de México a través de la música.

Botellas, trapos y bencina: la explosión de un fenómeno

En 1995, Huidobro, Fuentes, Iván Moreno y Jay de la Cueva se presentaron como La Candelaria en una guerra de grupos musicales organizado por Coca Cola, el cual duró dos meses y contó con cientos de participantes. Según cuenta el guitarrista, se prometieron que si triunfaban se dedicarían exclusivamente a la música.

—No querían que ganáramos, ellos querían que lo hiciera una banda de chicos guapetones —recuerda Huidobro, pero a pesar de aquello, su agrupación logró posicionarse en el primer lugar del concurso con el apoyo del público. Fue ahí cuando decidieron tomar el nombre Molotov y de la Cueva les dijo que se retiraría, para luego recomendarles a su amigo estadounidense Randy Ebright para que se sumara en la batería.

Bajo esta nueva alineación, grabaron un demo que repartían en tocatas y enviaban a distintos sellos discográficos con la intención de conseguir un contrato. Un día, Huidobro fue a la casa de Jorge Mondragón —quien había sido representante de bandas como Caifanes y La Lupita— para enseñarle su grabación; a este último le gustó tanto que decidió incluirlos como acto para un campeonato de surf que organizaba en ese momento.

Así, hicieron uno de sus primeros conciertos en Puerto Escondido y a pesar de que la transmisión del evento también fue intervenida por las autoridades gubernamentales —al igual que la de Avándaro —, Mondragón confió en que Molotov merecía una oportunidad.

—Dije “bueno, quien sabe si esto va a pegar”, pero al menos será divertido y va a incomodar —comenta, para luego añadir que en ese periodo se incorporó Paco Ayala como segundo bajista de la agrupación. Así, con Huidobro y Ayala en los bajos, Fuentes en la guitarra y Ebright en la batería, el grupo encontró una alineación que se mantendría hasta la actualidad.

Los jóvenes y su nuevo representante estuvieron cerca de ocho meses buscando una disquera, hasta que Universal Music y el productor Gustavo Santaolalla accedieron a trabajar con ellos para lo que sería su primer disco de estudio, titulado ¿Dónde jugarán las niñas? (1997).

Uno de los aspectos más controversiales del álbum fue su portada, la cual muestra las piernas de una joven con uniforme escolar y ropa interior por debajo de la rodilla. Esto llevó a que varias disquerías de la época se negaran a comercializarlo y otras prefirieran no exhibirlo en sus vitrinas, debido a su alusión a una menor de edad.

—Era la perversidad llevada a una tapa —dice el locutor de radio Mario Pergolini en el documental Gimme the Power, aunque según declara Víctor Covarrubias, fotógrafo responsable de la imagen, en una entrevista con Chilango, la modelo de la toma fue una compañera de universidad que tenía en ese entonces, de la cual nadie más que él y ella saben su identidad.

Por otro lado, el título surgió como una burla a ¿Dónde jugarán los niños? (1992) del grupo mexicano Maná, el cual aborda —fundamentalmente— temas relacionados al amor.

Edición de aniversario de ¿Dónde jugarán las niñas?

En una línea muy distinta, las canciones de Molotov atacaron duramente a la clase política y los medios de comunicación de la época. “Que no te haga bobo Jacobo” alude al periodista Jacobo Zabludovsky, quien dirigió el noticiero de El Canal de las Estrellas de la cadena Televisa por más de dos décadas y el cual, según los integrantes del grupo, mantenía una simpatía por los regímenes del PRI como el de Carlos Salinas.

De la misma manera, “Voto Latino” se presenta como una crítica al racismo e incentiva el orgullo de la clase obrera en México, mientras que “Gimme the power” recalca las desigualdades sociales, las extorsiones por parte de la policía y la burocracia estatal.

Junto con ellas, “Puto” causó un gran rechazo por parte de las comunidades LGBT, debido a que su letra incluye frases como “marica nena, mas bien putín” y “puto nace y puto se muere”, a pesar de que también dice “este nunca ha sido un song homofóbico”. Según comenta el productor Gustavo Santaolalla, la lectura del tema tiene un significado implícito y con fines políticos.

—Puto no es el homosexual, sino que es el que saca lo que tienes para comer, el que ejerce el poder de una manera desmedida.

Aun así, frente al atentado homofóbico en contra del chileno Esteban “Mara” Navarro en 2013 —el cual lo llevó a perder un pie—, aunciaron que no volverían a decir la palabra “maricón” en su gira del mismo año, debido a que ese fue unos de los términos que dijeron los agresores durante el ataque.

¿Dónde jugarán las niñas? vendió más de un millón de copias hasta el 2000 y fue nominado a un Grammy Latino el año de su publicación. Si bien no lo ganó en esa oportunidad, sí lo hizo 23 años después con una versión en vivo del disco, titulada ¿Dónde jugarán lxs niñxs? (desde el Palacio de los Deportes) (2019).

Junto al impacto y la influencia que logró en Latinoamérica y el mundo —incluso el concierto Desde Rusia con amor (2012) ganó un Grammy en la categoría “Mejor álbum de rock”—, la visión de Randy Ebright en una entrevista con The Chicago Tribune es optimista, a pesar de que todavía persisten las problemáticas que atacan en sus canciones.

—Hay una conciencia grande entre los jóvenes que no existía antes. Es importante mantener el dedo en el renglón de demandar transparencia a los servidores públicos y estar involucrados. Para que exista una democracia verdadera debe haber participación, creo que eso sí despertó bastante.

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