Sputnik: un camarada del espacio interestelar entre nosotros

En el año 1983, el cosmonauta Konstantin Veshnyakov (Pyotr Fyodorov) no regresa solo a la Tierra.

Desde Rusia llega la película Sputnik, de Egor Abramenko, magnífica propuesta de ciencia ficción y horror que sorprende por su agilidad narrativa y una protagonista a la altura de cualquier desafío.


Cualquier suposición con cierta lógica indicaría que una nueva película inspirada parcialmente en Alien (1979) o, si se quiere, en Arrival (2016), es un pasaje sin retorno al país de la mediocridad creativa. Pero si el arte se rigiera por la lógica y las matemáticas probablemente la humanidad ya estaría muerta de aburrimiento, un virus peor que el coronavirus con todas sus combinaciones de cepas disponibles. Pues bien: desde Rusia han llegado algunos de los mejores desafíos a la gris burocracia cinematográfica de los últimos años y entre esos filmes están la sorprendente Beanpole (2019), de Kantemir Balagov y la mastodóntica Dau (2020) de Ilya Khrzhanovsky.

También hay casos de largometrajes “fabricados para las masas”, con un espíritu de taquilla heredado de Hollywood. Es más o menos la situación de Sputnik, la película del debutante Egor Abramenko (1987) que tiene entre sus ingredientes a las mencionadas Alien y Arrival, pero también a una cantidad no despreciable de estética retro, en este caso debido a la ambientación de época. La trama transcurre en 1984, cuando la vieja Unión Soviética comienza a desmoronarse frente al triunfal paso anticomunista de Ronald Reagan por la Casa Blanca. Los funcionarios y los dirigentes del régimen necesitan héroes para darle dignidad a la patria roja y no hay mejor servidor de aquellos ideales que un buen cosmonauta de regreso tras una misión triunfal.

Desde el espacio sideral vienen dos en la misma cápsula: Konstantin Veshnyakov (Pyotr Fyodorov) y Kirill Averchenko (Aleksey Demidov). Uno quiere divertirse al llegar a tierra firme y el otro desea ver a su hijo. Sólo uno conseguirá estar más cerca de lo que desea, pues en medio del descenso son impactados por un objeto no identificado y tras un aterrizaje algo accidentado Averchenko es reducido a la categoría de cadáver. Mientras, Veshnyakov alberga en su interior una criatura de aspecto reptiliano aunque aún no lo sabe. Es el alien en cuestión.

El sobreviviente es objeto de estudio en una instalación militar en Kazajistán (en ese tiempo una república socialista soviética más, antes de que se independizara) donde la supervisión corre por cuenta del coronel Semiradov (Fedor Bondarchuk, actor y director, hijo del cineasta Sergei Bondarchuk), un hombre que probablemente sea más temible que el bicharraco alojado en el cuerpo del pobre astronauta.

Lejos de ahí, en Moscú, la psiquiatra Tatiana Klimova (Oksana Akinshina) es interrogada por un panel de comisarios que cuestionan los poco ortodoxos métodos que utilizó para salvarle la vida a un paciente: básicamente le metió la cabeza en el agua. Tatiana es diferente, algo ruda quizás, pero es brillante en su trabajo.

No es una “funcionaria” típica del régimen y tampoco Semiradov se siente vasallo de nadie. El militar le ofrece reclutarla e investigar el comportamiento del “héroe” Veshnyakov a cambio de liberarla de la estúpida investigación en su contra. Tatiana asiente a regañadientes, aunque ya en presencia del caso en Kazajistán se dará cuenta que su paciente no es ni héroe, ni patriota ni totalmente terrícola.

En Sputnik, la perspicaz científica Tatiana Klimova (Oksana Akinshina) es "invitada" a investigar el caso del astronauta recién llegado a la Tierra.

Otro personaje en esta historia es el científico Yan Rigel (Anton Vasilev), un doctor algo obtuso que al parecer sólo busca la gloria y que en principio resiente la llegada de Tatiana, bastante más dotada que él. Además es mujer, cuestión que en el mundo capitalista y comunista es igualmente oprobioso para los machos alfa del sistema.

La película cuenta con efectos especiales discretos, aunque no malos. Son funcionales a la historia, lo que es un cumplido, pues una buena parte del cine de Hollywood olvidó hace tiempo que los artilugios eran secundarios al arte de contar las historias. La música de Oleg Karpachev, eso sí, es de segunda: otra de aquellas partituras estruendosas que copian lo peor de Hans Zimmer, un buen compositor que lamentablemente ha sembrado una generación infinita de imitadores.

En fin, una retumbante banda sonora no daña una película (aunque una de calidad puede salvar un filme discreto) y la nobleza de una historia bien relatada es un bien tan escaso que Sputnik califica como una de las primeras obras interesantes estrenadas en las dos primeras semanas del 2021.

La película de Egor Abramenko, con un costo bajo para los estándares de Hollywood (2 millones y medio de dólares), no se resuelve en los detalles técnicos ni en la pirotecnia, sino que en los viejos, confiables y siempre alentadores valores de las actuaciones (la protagonista Oksana Akinshina es carismática), la fotografía (gran trabajo de Maxim Zhukov al recrear las pocas luces y las muchas sombras de esta base científico-militar) y un guión que en términos generales se desvía de los pasos previsibles para entretener y apabullar.

Que esta película se llame Sputnik, el mismo nombre del primer satélite enviado por el hombre al espacio, es un ingenioso juego de palabras de los guionistas, pero sólo hace sentido si uno sabe algo de ruso: sputnik tiene doble significado y quiere decir al mismo tiempo “satélite” y “compañero”. Desde el espacio llega un compañero camarada junto a un compañero alienígena. El que ya no llega, al menos vivo, es el otro compañero camarada.

En nuestros días de Covid-19, el gobierno de Vadimir Putin también necesita elevar la moral patria y el Centro Nacional de Investigación de Epidemiología y Microbiología Gamaleya con sede en Moscú bautizó a su vacuna contra el coronavirus como Sputnik 5. Sin carrera espacial a la vista entre rusos y estadounidenses, tal vez algunas autoridades moscovitas entendieron que lo mejor era darle esta prestigiosa marca establecida a un remedio.

La película de Abramenko, en cualquier caso, va más allá de las consignas y el honor de pacotilla. Es más, se mofa de eso varias veces y da a entender que tal vez un gelatinoso reptil galáctico no es algo tan nefasto. No tanto como los miserables funcionarios en busca de las charreteras y el Nobel. En ese sentido, es tal vez el mejor sputnik. La película está disponible Cinemark.cl y Cinehoyts.cl.

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