La canción más triste de Barry Gibb: el último sobreviviente de los Bee Gees cumple 75 años entre la soledad y la culpa

Foto: AFP

El autor e intérprete de algunas de las mayores cumbres de la música popular del último medio siglo vive hace décadas en Miami, donde aún lidia con la pérdida de Maurice y Robin Gibb, con quienes estaba distanciado cuando murieron. "No sé por qué pero soy el último hombre en pie. Y nunca voy a entenderlo porque soy el mayor", se lamentaba el hombre del falsete irrepetible, quien este año protagonizó un documental y un disco que vuelven a hacer justicia con el legado del legendario trío.


How can you mend a broken heart, el éxito que Barry Gibb compuso junto a su hermano Robin en 1971, además de dar el título al excelente documental que HBO estrenó a fines del año pasado con la historia de los Bee Gees, es también la pregunta que mejor retrata el presente del último sobreviviente del glorioso trío británico.

El cantante, compositor y productor hoy cumple 75 años en Miami, la ciudad donde se radicó junto a su esposa en la década del 70, alejado de las cámaras y el ojo público -sus apariciones son escasas y motivan notas de prensa-, aún activo en el estudio de grabación pero atormentado por la ausencia de sus hermanos, con quienes protagonizó una de las historias más increíbles de la música popular y una relación marcada por la química en el estudio y las idas y vueltas en el plano personal. De hecho, Barry estaba distanciado de Robin y Maurice Gibb cuando murieron, en 2012 y 2003, respectivamente.

En una historia que tiene componentes que parecen sacados de la tragedia clásica, Barry Gibb vivió el éxito, la gloria y posteriormente la caída, para en los últimos años protagonizar una especie de reivindicación y resurgimiento por parte de las nuevas generaciones de músicos y de un público menos prejuicioso. Un mundo en el que pop y la música para las masas ya no son conceptos satanizados, pero que el último Bee Gee vive en la soledad, sin poder compartirlo con sus hermanos menores, amigos y grandes aliados artísticos, quienes hoy se le aparecen como fantasmas, sobre el escenario y en su mansión en Florida.

“Mi mayor arrepentimiento es que cada vez que perdí un hermano estábamos en un momento de distanciamiento. Y tengo que vivir con eso, y me la paso reflexionando”, dijo el músico en una emotiva entrevista al programa australiano Sunday Night, en una de las escasas ocasiones en que se ha referido al tema.

“Veo un montón de señales que antes no veía. No sé por qué pero soy el último hombre en pie. Y nunca voy a entenderlo porque soy el mayor, así que no trato de entenderlo, simplemente sigo adelante”, comentó visiblemente quebrado.

El documental de HBO titulado The Bee Gees: How can you mend a broken heart, actualmente disponible en Chile en la plataforma de Apple TV, no sólo le hace justicia a la mágica y camaleónica trayectoria del trío, desde sus inicios en la música, su fiato irrepetible hasta su salto al falsete, la música sintética y la pista de baile en pleno despegue de la onda disco. Además, sus valiosos registros muestran cómo funcionaba una de las máquinas más eficientes del pop del último siglo, desde sus comienzos en los años 50, las baladas inmortales y el fenómeno Stayin’ alive, la cumbre de popularidad del  grupo y a su vez, su condena.

En ese sentido, How can you mend a broken heart pone de relieve el capítulo más olvidado y trágico del grupo, cuando se gesta un movimiento anti- música disco por parte del locutor radial Steve Dahl, con decenas de miles de personas quemando álbumes de los Gibb en un estadio en un ritual que a la postre sería releído como profundamente homofóbico y racista. Los hermanos, víctimas de lo que puede haber sido el primer troleo masivo hacia la música pop, no se recuperarían jamás del golpe, ni siquiera fueron capaces de comprenderlo, y comenzarían entonces una etapa de ostracismo y bajo perfil centrada en la producción y composición para otros artistas.

El filme muestra también al primogénito como último sobreviviente del clan -el primero que murió fue el menor, Andy, en la ruina y destrozado por sus adicciones en 1988- y protagonista frente a la cámara desde la soledad de su mansión en Miami. En uno de los momentos más emotivos del metraje, el canoso Barry con voz entrecortada confiesa que preferiría no haber conseguido ninguno de esos éxitos en la música a cambio de tener a sus hermanos vivos a su lado.

Según contó tiempo atrás, estuvo varios años encerrado en su casa, desde la muerte de Maurice hasta el 2016, cuando su esposa lo obligó a levantarse. “¿Por qué no mueves el culo y haces algo? Deja de arrastrarte por la vida”, le dijo a su marido, quien le hizo caso y compuso In the now (En el ahora), lanzado en 2016. Comenzó a dar conciertos nuevamente y este año lanzó el memorable Greenfields, donde reapasa el insuperable cancionero que timbró junto a los Bee Gees esta vez junto a figuras del country como Dolly Parton, Keith Urban y Sheryl Crow. Un disco que demuestra que, como todas las grandes canciones de la música popular, las del trío se pueden tocar con guitarra de palo y voz y no pierden su efecto.

“La única manera en la que puedo lidiar es a través de la música. Amábamos la música, por eso lo hacíamos. Sabíamos que sonábamos genial, simplemente lo sabíamos. Amábamos el sonido de nuestras voces”, contó Barry en otra entrevista en que le preguntaron sus hermanos.

“Hay una canción que le estuve escribiendo a Robin. Se llama El final del arcoiris. Es acerca del tiempo. Dice: ‘Hoy es mañana, los inviernos son veranos. El final del arcoiris está aquí’. Es decir, sea lo que sea que estás buscando, lo encontraste. Yo siempre le decía a mis hermanos: ‘saben, el sueño se hizo realidad. Siéntense y disfruten’”, comentó.

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