“Creo que las posibilidades de no autodestruirnos son pocas”: Isaac Asimov, la ciencia, las leyes y el cine

El autor de El hombre bicentenario y Yo, robot -fallecido un día como hoy- fue un escritor prolífico y también metódico. No solo porque tecleaba a una alta velocidad y con una disciplina rigurosa, sino porque estableció 3 leyes de la robótica que fueron base para sus más conocidos escritos llevados al cine. También habló del futuro de la humanidad.


En la primavera neoyorkina de 1978, Isaac Asimov dio una entrevista a la revista española Gaceta Ilustrada. Tenía 58 años, y en su departamento de la Gran Manzana realizó un ejercicio habitual entre quienes escribían de ciencia ficción. Defender su gremio.

“No sé cómo será en España, pero últimamente eso está cambiando aquí, en Estados Unidos. El número de revistas y novelas de ciencia ficción está aumentando, de hecho, es un tema de moda en las películas, la televisión...Ahora que ya soy un viejo y he estado escribiendo durante los últimos cuarenta años, de pronto todo se convierte en algo excitante. Pero esto es, en definitiva, la muestra de que el interés por la ciencia ficción está aumentando”.

Para Asimov, el momento que dio el empujón a la literatura de ciencia ficción se ubica a mediados del siglo XX. “Creo que después de la bomba atómica, y especialmente después del lanzamiento del Sputnik, el interés por la ciencia ficción aumentó”, dijo en la entrevista. De hecho, tan inmerso estaba en su campo, que, en palabras recogidas por el New York Times, reconoció que no se había sumergido mucho en la literatura de sus contemporáneos. “Nunca leí a Hemingway, Fitzgerald, Joyce o Kafka. Hasta el día de hoy soy un extraño para la ficción y la poesía del siglo XX, y no tengo dudas de que eso se nota en mi escritura”, señaló.

Junto con Philip K. Dick, Ray Bradbury y Octavia Butler, Asimov fue uno de los puntales de la literatura de ciencia ficción, porque efectivamente era un científico, puesto que estudió bioquímica en la Universidad de Columba. Incluso, posteriormente se desempeñó como académico de bioquímica en la facultad de medicina de la Universidad de Boston. Si bien nació en Rusia, en el seno de una familia judía, llegó a los 3 años a Nueva York, donde residió.

Como suele ocurrir, Asimov comenzó a escribir y a publicar joven. De hecho, su sueño era publicar en la revista Astounding Science Fiction. Con 19 años, fue personalmente a dejarle unos relatos al editor, John W. Campbell Jr. Sin embargo, su texto fue rechazado. “Campbell se había tomado la molestia de explicarle al joven qué estaba mal en el cuento, por qué no funcionaba y cuáles eran sus principales defectos. Y lo animaba a presentar más material en el futuro”, señala Rodolfo Martínez en su libro La ciencia ficción de Isaac Asimov.

Curiosamente, Asimov se tomó el rechazo para bien, y de hecho, finalmente terminaría apareciendo en Astounding Science Fiction. Obsesivo y como buen cientifico, Asimov terminó por delimitar ciertas leyes a la hora de escribir. De hecho, en 1940, como si estuviese hablando de hongos, plantas o moléculas estableció en 1940 tres “leyes robóticas” para escribir relatos sobre los mecánicos. Estas, si se observan, incluso entran en relación unas con otras.

Las leyes eran estas: 1) Un robot no puede dañar a un ser humano o no actuar en su defensa cuando el ser humano corra peligro; 2) Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto cuando dichas órdenes entren en conflicto con la primera ley; 3) Un robot debe proteger su propia existencia en tanto dicha protección no entre en conflicto con la primera o la segunda ley.

Y no se quedaba en mera teoría, puesto que en base a esas leyes escribió uno de sus relatos fundamentales. En la citada entrevista de 1978 se refería a eso: “Mi cuento más reciente, y el mejor en mi opinión, El hombre bicentenario, empieza con las tres leyes. En los últimos años, cada vez que empiezo una historia lo hago con las tres leyes”.

El cuento que cita Asimov en la entrevista, fue tan perfectamente construido que se le llevó a la pantalla grande, en una inolvidable cinta de 1999. Dirigida por Chris Columbus y protagonizada por Robin Williams en el papel del robot Andrew, quien lucha por ser un humano más.

Robin Williams, en una escena de El hombre bicentenario.

No fue el único escrito de Asimov que terminó en un largometraje. También lo hizo Yo, robot. En rigor, es la primera colección de relatos del mismo nombre, publicada en 1950. Aunque la película tiene una referencia más lejana a los cuentos del autor. El filme, de 2004, y dirigido por Alex Proyas, tuvo como protagonista al ahora cuestionado Will Smith, como un detective que desconfía absolutamente de los robots.

Sobre el futuro

Como buen científico, pero también como escritor, Asimov más de alguna vez dio su parecer sobre el futuro de la humanidad. Su visión no era muy estimulante. “En mis ficciones soy optimista, pero en mis no ficciones soy muy pesimista. Creo que las posibilidades de no autodestruirnos son pocas. Según lo que leo en los periódicos por la mañana, estoy más o menos optimista, pero observo que las distintas naciones tienden más y más a preocuparse sólo de sí mismas, luchan unas contra otras y no les importa provocar destrucción. Esto es muy descorazonador”, dijo en la citada entrevista de 1978.

Su preocupación se centraba en la superpoblación de la tierra y cómo podría acabar con los recursos, para eso, proponía una solución. “Cuanto más aumente la población, tendremos más problemas respecto a los recursos de la tierra, y pondremos en peligro distintas especies. Pero la abstención no es la solución. ¿Quién quiere renunciar al sexo? La sociedad debería contar con una educación sexual que permita a los individuos separar el sexo y la concepción”.

De hecho, esa capacidad oracular también la mostró en una entrevista de 1988, con Bill Moyers, en el que se permitió hablar del muy incipiente internet. Sus predicciones fueron sorprendentes:

“Una vez que tengamos conexiones de computadora en cada casa, cada una de ellas conectada a enormes bibliotecas, donde cualquiera pueda hacer cualquier pregunta y obtener respuestas y referencias de algún tema que te tenga interesado desde niño, no importará lo que digan los demás porque es en lo que tú estás interesado”, señaló.

De algún modo, intuyó el modelo de ordenador portátil: “Puedes hacerlo en tu propio cuarto, a tu propia velocidad, a tu propia dirección, a tu propio tiempo. Entonces todo el mundo disfrutará aprender”.

El método Asimov

Asimov, pese a ser formación de científico, nunca dejó de sentirse un escritor. “En 20 años no me he congelado frente a la máquina de escribir. Aparte de los impulsos biológicos habituales, lo único que quiero hacer es escribir. Si me ofrecieran un trabajo asesorando a un presidente, o sentarme en lo alto de la Estatua de la Libertad, o nadar en el Atlántico, los rechazaría a todos”, dijo en una entrevista posterior.

En 1969, recalcó ese punto: “En 1951 estaba escribiendo un libro de texto sobre bioquímica y finalmente me di cuenta de que lo único que realmente quería ser era escritor”.

Ese mismo año, Lewis Nichols, del New York Times, le realizó un perfil en que destacó su metódica manera de escribir, lo que hacía con una rapidez asombrosa. “La pulcritud del día del Sr. Asimov es tan pulcra como su oficina. El de siempre y lo de siempre es a las siete cada semana, cuando se levanta, desayuna y va al correo, llegando a las 8 en punto, cuando abre. Él es lo que se llama una ‘persona que llama por la mañana’, lo que significa que recoge su propio correo en lugar de esperar a que lo entreguen, y la simple verdad aquí es que lo hace para tirar el correo basura en el cesto de basura de la oficina de correos en lugar del suyo propio”.

“Termina con el correo entre las 9:30 y las 10, y está listo para trabajar. Hay 1.000 volúmenes en su biblioteca personal, 126 volúmenes de escritos de Asimov encuadernados. Las librerías son bajas debido a los techos inclinados de su hábitat en el ático, y los libros están ordenados como ficción, no ficción, historia, ciencia, etc. Hay archivadores en varios lugares de la habitación, la máquina de escribir de alta velocidad está al lado de una mesa. lo usa como escritorio. Si mirara desde la ventana, vería un sauce en el patio, pero no mira. Tampoco corta el césped. Eso le quitaría tiempo de escribir”.

Escribe sus 90 palabras por minuto hasta alrededor de las 5 en punto, a veces tomando un descanso para tomar café y siempre tratando de no comer en exceso en el almuerzo. Por lo general, regresa a la tienda después de la cena y, a veces, permanece allí hasta las 10 en punto, cuando lleva el correo saliente a un buzón frente a la cercana escuela secundaria Warren Junior”. Con ese método, Asimov escribió cerca de 500 publicaciones, entre libros y artículos.

Falleció el 6 de abril de 1992, a los 72 años. Su hermano Stanley dijo al New York Times que el deceso se produjo por insuficiencia cardíaca y renal.

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