El frágil epílogo de Freddie Mercury

El ícono del rock falleció hace 31 años, sólo un día después de hacer público que tenía sida. Sin embargo, sus últimos años de vida estuvieron llenos de actividad musical tanto con Queen como en su efímera faceta solista. Así fue incluso en el tiempo posterior a su diagnóstico, recibido apenas unos meses después de la presentación en Knebsworth Park, que pasaría a la historia como su último show con Queen.


Para noviembre de 1991 el deterioro físico de Freddie Mercury, leyenda del rock anglosajón y frontman de Queen, era un asunto evidente. Hace un par de años que los tabloides especulaban con que la voz de una de las bandas más importantes de Inglaterra padecía de sida, afección crónica que por entonces no sólo carecía de tratamientos efectivos, sino que también cargaba con un importante estigma social.

Aunque Mercury estaba consciente del diagnóstico desde hace algunos años -de 1987, para ser exactos-, negó públicamente su condición, sin confirmarla prácticamente hasta el final. Mantener los aspectos de su vida privada fuera del ojo público era algo crucial para él. Pero el 23 de noviembre del 91 decidió compartir la noticia con todos sus fanáticos.

“Siguiendo la enorme conjetura de la prensa de las últimas dos semanas, es mi deseo confirmar que padezco sida. Sentí que era correcto mantener esta información en privado hasta el día de la fecha para proteger la privacidad de los que me rodean. Sin embargo, ha llegado la hora de que mis amigos y seguidores conozcan la verdad y espero que todos se unan a mí y a mis médicos para combatir esta terrible enfermedad. Mi privacidad ha sido siempre muy importante para mí y soy famoso porque prácticamente no doy entrevistas. Esta política continuará”, expresaba en un comunicado de prensa difundido por el mánager de la banda.

Al día siguiente, y con apenas 45 años, el músico falleció a raíz de una bronconeumonía que se complicó por causa de su enfermedad de base. El paso del tiempo empeoró cada vez más el estado de su salud, pero las ganas de seguir haciendo música eran más fuertes. Tanto así, que el mismo músico pidió a sus compañeros de banda que siguieran trabajando hasta el final.

El concierto final con Queen

El 9 de agosto de 1986, Queen se preparaba para cerrar la gira promocional del álbum A kind of magic, el tour más exitoso de la banda con decenas de fechas agendadas y con sold out. El año anterior había sido la histórica presentación en el Live Aid, evento que los reafirmó como músicos de estadio capaces de brindar espectáculos en vivo de la más alta calidad.

Para entonces, la banda ya había realizado dos megaconciertos en menos de un mes, el 11 y 12 de julio de ese mismo año en el estadio Wembley de Londres, con capacidad para 72 mil personas y con entradas agotadas en tiempo récord. La planificación inicial indicaba que la gira Magic debía terminar con las tres fechas agendadas en España, pero el éxito dio pie a una última presentación en Londres. Esta vez, en un lugar que hasta entonces era impensado llenar.

Así fue como Queen llegó al Knebsworth Park para dar un concierto ante al menos 120.000 personas (aunque se calcula que hubo varios miles más) y que, imprevistamente, se transformaría en el último recital de la banda junto a Freddie Mercury. La jornada fue bautizada como A night of summer magic.

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Las puertas se abrieron a las 12.00 para recibir las tres bandas que oficiaron como teloneros: A Belouis Some, Status Quo y Big Country. Los primeros fueron abucheados. Y aunque los otros dos corrieron mejor suerte, lo cierto es que el público estaba ansioso por presenciar el plato fuerte de la jornada.

Los atascos en los accesos duraron horas y la locomoción de las calles aledañas al parque colapsaron. Así lo evidencian los registros del backstage del recital, donde las tomas aéreas develan el caos del perímetro. Tanto así, que la banda tuvo que llegar al lugar en un helicóptero con una fachada alusiva al arte de la gira, sobrevolando al público y desatando la euforia de los fanáticos.

Esas mismas imágenes muestran a Mercury calentando en la previa al show, preparando su voz, elongando y haciendo flexiones. Después, la triunfal caminata de la banda hacia el escenario, con el músico vistiendo sus típicos pantalones blancos y chaqueta amarilla, con una polera musculosa del mismo color por debajo.

A las 20.50 comenzó el show con One vision, misma canción que da inicio al disco. El espectáculo se extendió por cerca de dos horas, marcadas por una impecable ejecución y un repertorio cargado de éxitos, que incluyó temas como Bohemian Rhapsody, Hammer to Fall, Crazy Little THing Call Love, Radio Ga Ga, We Will Rock You, Friends Will Be Friends y We are the Champions.

Por el lado del público la cosa fue un poco distinta. Lo que inicialmente parecía un movimiento de emoción por parte de los fanáticos escondía un suceso fatal: entre la multitud, un joven había sido apuñalado luego de una discusión. La policía debió retirar el cuerpo y realizar una inspección a los asistentes a la salida del show, en búsqueda del arma asesina.

Al terminar el show y con God save the queen sonando de fondo, Freddie Mercury dirigió unas palabras finales para los fanáticos: “Muchas gracias a todos. Buenas noches y dulces sueños. Los amamos”. Los músicos bajaron del escenario entre ovaciones sin imaginar que ese sería su último concierto juntos, con Freddie. No era algo que estuviera en sus planes. Mucho menos un retiro planificado de los shows en vivo. Pronto, los problemas de salud impidieron a Mercury continuar con ese ritmo de vida.

Aviso del show que salió publicado en diarios y revistas especializadas
Aviso del show que salió publicado en diarios y revistas especializadas

Una colaboración con Montserrat Caballé y la última aparición pública

En estricto rigor, la primera aventura de Freddie Mercury sin Queen fue a fines de 1984, dos años antes del recordado concierto de Knebsworth Park. Entonces, el músico estaba un tanto cansado de las diferencias creativas que solían surgir en las sesiones de composición de la banda cada vez que trabajaban en nuevos discos. Eso, sumado a la persuasión de su mánager personal, Paul Prenter, terminó por convencerlo de indagar un proyecto solista.

Así, Mercury viajó a Munich, Alemania, para grabar su primer disco en solitario, titulado Mr. Bad Guy. El LP fue trabajado en los estudios Musicland de Munich y contó con la producción de Reinhold Mack. Entre 1984 y 1985, el músico grabó once canciones compuestas por él, con la colaboración de músicos como Fred Mandel, Paul Vincent, Stephan Wissnet y Curt Cress.

Portada de Mr Bad Guy, de Freddie Mercury
Portada de Mr Bad Guy, de Freddie Mercury

Por entonces, el artista no tenía intenciones de separarse de la banda. Pero sí hizo notar sus ánimos de probar nuevos caminos artísticos. “Me gusta mucho Queen, pero no quiero terminar siendo parte de un cuarteto. Tengo 37 años y quiero hacer algo diferente, de otra forma me pondré demasiado viejo y estaré en una silla de ruedas”, declaró Mercury. “Hay un celo interior y están todos preguntándose y esperando para ver si a mí álbum le va mejor que al último álbum de Queen o algo así. Pero a veces es bueno alejarse de una banda que ha estado junta tanto tiempo, apartarse un poco para hacer otras cosas”.

Freddie Mercury y Montserrat Caballé
Freddie Mercury y Montserrat Caballé

Aunque tuvo la expectativa de la crítica a su favor, el recibimiento del disco no fue del todo positivo. Al respecto, Jim Beach, abogado de la banda, señaló en el documental Days of our lives de la BBC que “fue un desastre en términos de venta, aunque le fue mucho mejor que al disco Hot Space de Queen. La fortaleza de Queen venía de sus discusiones, del hecho que tenías que pelear por tu lugar. Salieron grandes canciones de esa forma. Pero con Freddie trabajando por su cuenta en Munich, con una orquesta y Mack en la producción… no había nadie que realmente lo confrontara”.

Desde entonces, el músico publicó varios singles, unos más exitosos que otros. Love Kills (1984), In My Defence (1986), Time (1986) y un cover de la canción The Great Pretender (1987) fueron algunas de ellas, siempre en paralelo al trabajo con Queen. En 1988, Mercury se embarcó en otra aventura. Ahora, de la mano de la soprano española Montserrat Caballé.

Ambos se conocieron a petición de Freddie, declarado admirador de la voz de Caballé. El disco se tituló Barcelona, en honor a las raíces de la cantante de ópera. El sencillo promocional fue el tema homónimo, que gozó de bastante éxito para su estreno. Además, fue la canción escogida para los Juegos Olímpicos de aquella ciudad celebrados en 1992, un año después de la muerte de Mercury.

El 18 de febrero de 1990 fue su última aparición pública, en el marco de la entrega de los Brit Awards. Ese año, Queen recibió un galardón por su excepcional contribución a la música británica. Aquella era la 10° edición de los premios, celebrados por primera vez en el Teatro Dominion de Londres.

“Ellos son cuatro hombres, todos ellos graduados universitarios, que este año celebran sus 20 años trabajando juntos. Verdaderamente, nunca se les ha reconocido plenamente los extraordinarios logros de su impresionante carrera. Pero esta noche vamos a corregir eso…”, dijo Terry Ellis, presidente de la Industria Fonográfica Británica (BPI) antes de invitar a los músicos a subir al escenario.

Primero entró Mercury, seguido de Roger Taylor, John Deacon y Brian May. El cantante recibió la estatuilla, pero mantuvo un perfil bajo en todo momento. Su aspecto débil ya era evidente. May fue el encargado de dar unas palabras en nombre de la banda, donde agradeció “a toda la industria, y quizá más importante, a los de fuera de la industria, que han estado apoyándonos todos estos años”.

A la hora de salir, Freddie también fue el primero en abandonar el escenario. Pero antes, se acercó al micrófono para sentenciar un breve “gracias, buenas noches”.

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