Shiv Roy y Tom Wambsgans: análisis a una relación clave de Succession

Los personajes en el final del tercer ciclo. Fotos: HBO

A lo largo de las cuatro temporadas de la ficción de HBO, la dinámica del matrimonio estuvo marcada por la disfuncionalidad y las traiciones de lado y lado. Sin su inclasificable vínculo, no se entiende el excepcional capítulo con el que la producción se despidió este domingo. Con spoilers, aquí revisamos su historia como pareja.


El primer episodio de Succession presenta a Tom (Matthew Macfadyen) en un estado de preocupación. Es el cumpleaños 80 de su suegro, el dueño de uno de los conglomerados de medios más poderosos del mundo, y quiere impresionarlo con su regalo. Es pareja de su única hija, Shiv (Sarah Snook), una princesa si esto fuera una realeza europea y no un imperio de periódicos, canales de televisión y películas.

El obsequio –un costoso reloj que Logan (Brian Cox) apenas mira durante su celebración– es lo de menos. El gesto refleja sus desesperados intentos por no pasar inadvertido frente a los ojos del patriarca de los Roy, expresar su plena disposición a ayudar en lo que sea necesario, incluso si es una tarea poco elegante. Lo que vemos es a un trepador en entrenamiento: en temporadas siguientes, refinará sus tácticas para agradar a su jefe y escalar en Waystar RoyCo.

Shiv, su futura esposa, juega en la arena de la política y no parece interesada en la empresa familiar hasta que su padre la engatusa con sus trucos de viejo zorro. Aunque no tiene experiencia en los negocios, redirige sus esfuerzos a encontrar un espacio en la firma, sobre todo después de que Logan le promete que ella será la escogida para sucederlo. En su periplo navegando las sucias aguas de Waystar su principal aliado no serán sus hermanos Kendall (Jeremy Strong) y Roman (Kieran Culkin), sino que Tom. ¿Él es un hombre mínimamente competente? Sí. ¿Habría llegado a ese puesto si no fuera por su relación sentimental? Difícilmente. ¿Puedo manipularlo? Sí, sobre todo al inicio.

Como en todas las relaciones de los personajes de la excelente serie de HBO, lo personal es profesional y lo profesional es personal, por lo que la dinámica entre ambos está salpicada por los diferentes acontecimientos que se viven al interior de la compañía. Un instante del final del primer ciclo sella la dinámica entre ambos durante el resto de la historia. Encerrados en una pieza del costoso palacio inglés en el que acaban de casarse, Shiv le confiesa su infidelidad y le plantea que desea una relación no monogámica. En el momento, Tom es más práctico que irracional –la perdona y expulsa de la boda al amante de su pareja, Nate–, pero la revelación y la petición de la hija de Logan quedará almacenada como una munición a ocupar más adelante.

Además, es el hito que gatilla que a partir de ahí todo parezca permitido entre ambos. Al cierre de la segunda temporada, cuando Logan se ve forzado a sacrificar a un alto ejecutivo de la empresa, ella no tiene problemas en sugerir el nombre de su marido (aunque el elegido termina siendo Kendall). Si el matrimonio no se rompe en ese mismo segundo no es tanto por el amor que pueda existir entre ambos (¿lo hay?) sino que por un asunto de conveniencia. De todas las relaciones transaccionales que describe la ficción de Jesse Armstrong, de todos los vínculos en que se antepone el interés personal al dual o colectivo, este es quizás el más brutal.

Un apunte que se agudiza en el último capítulo del tercer ciclo, cuando es él quien le clava el puñal, aliándose con Logan y ahogando sus planes junto a Kendall y Roman. El yerno, el mismo que alguna vez estuvo angustiado por encontrar el regalo perfecto para el magnate y que incluso temió terminar en la cárcel por su rol en la trama de los cruceros, ahora está dentro de la firma y los tres hermanos, fuera. Una de las pruebas más descarnadas de que este no es un drama convencional sino que una historia de ribetes shakesperianos.

Shiv comienza la cuarta temporada sin sus padres (su mamá permitió la jugada que desactivó su idea) y en camino a quedar sin marido. Tom, en cambio, no sólo encabeza el canal derechista ATN, sino que es parte del círculo de confianza de Logan. Es el premio a no tener escrúpulos y a entregar su lealtad a uno de los hombres más poderosos del mundo.

La pareja tiene conversaciones ásperas mientras inician los trámites de divorcio, pero por algún motivo este no se concreta. La muerte de Logan –y la abrupta búsqueda de un sucesor– es un motivo. El otro, quizás el más importante, es que Shiv está esperando un hijo de Tom. Puede parecer insólito, pero es plenamente coherente con su disfuncionalidad que se lo revele recién en el octavo capítulo –y que él reaccione con escepticismo–, cuando son anfitriones de una fiesta en el día previo a la elección presidencial. Esa misma noche son protagonistas de una afilada discusión en el balcón de su departamento, donde se gritan todo lo que han callado durante años.

Tras el funeral de Logan, todo conduce a la junta con el consejo en la que se votará aceptar la oferta de GoJo, la empresa de Lukas Matsson (Alexander Skarsgård). Shiv tiene un acuerdo con él para ejercer como CEO, por lo que ha complotado en contra de sus hermanos. Tom, en tanto, sigue preguntándose si él o Greg (Nicholas Braun) están en la lista de nombres que serán despedidos una vez que se selle el acuerdo. Pero basta un segundo de desatención para que todo cambie.

Mientras Shiv está en Barbados junto a Kendall y Roman, el empresario sueco se cita con Tom. Y lo pone a prueba: le dice que ha pensado en acostarse con su esposa. Tom reacciona con su impavidez característica y eso le asegura el puesto como CEO. Matsson está dispuesto a que un estadounidense asuma el puesto, pero se resiste a que el escogido sea alguien con agenda propia y, especialmente, no quiere que sea una mujer. Prefiere, en sus palabras, al hombre que la embarazó.

En tiempo récord, Shiv debe digerir que no será la elegida y que tampoco lo será si arma una improvisada venganza asociándose con sus hermanos. Pero por un momento está de acuerdo en que Kendall debe ser la carta que presenten ante el consejo. Sin embargo, en ese momento ignora que Tom es el director ejecutivo que designará Matsson. Es él mismo quien se lo cuenta en la antigua casa de Logan. La revelación es dolorosa, pero también le resulta iluminadora. ¿Prefiere a su marido y padre de su primer hijo al frente de la empresa? ¿O al impredecible Kendall?

Su instinto probablemente dice que es más conveniente lo primero y eso se termina de ratificar una vez que ve cómo se comporta su hermano en los minutos previos a iniciar la votación. La cámara no se detiene fijamente en Shiv, pero se puede inferir que no le gusta lo que está viendo. En última instancia, prefiere tragarse su orgullo, traicionar a su propio apellido y tomar la mano de Tom, el hombre en el lugar correcto en el momento correcto. Ella no tiene la corona, pero al menos, hasta que el elástico se rompa, dormirá en la misma cama que el CEO de la empresa que fundó su padre. Bajo la retorcida lógica familiar de los Roy, eso es mejor que ver a alguien de su misma sangre ocupar el trono que su progenitor se negó a heredarle en vida. Es un desenlace oscuro y desolador, pero en sintonía con la sombría mirada que convirtió a Succession en una ficción televisiva imprescindible.

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