Columna de Daniela Lagos: Morir de Placer, cruzando los límites
La nueva producción de Disney+ es una historia arriesgada y sensible, que se atreve a cruzar límites al no sólo presentar una trama poco convencional que celebra el mundo de los fetiches, sino que a hacerlo sin ningún tipo de juicio moral. También se olvida de las categorías. Es una serie cómica, triste, absurda, sexy, existencial, ridícula, moderna y romántica, todo al mismo tiempo.
En el mundo de las series -y las películas y los libros- lo que más abunda son historias que si bien pueden ser más o menos complejas, son exactamente lo que aparentan ser. Entregan un tráiler y el espectador sabe o puede intuir qué es lo que verá, aunque en el camino se lleve varias sorpresas.
Y esto no es un juicio de valor; algunas de las mejores series caen en esta gran categoría. Pero qué gusto cuando aparece una que bajo una premisa simple y directa esconde mucho más. Eso es Morir de placer.
El tráiler es el siguiente: una mujer en sus 40 recibe la devastadora noticia de que el cáncer que creyó haber superado, ha vuelto y con furia. El diagnóstico es uno sin retorno. Y frente a la realidad de su muerte inminente, decide dejar su matrimonio para iniciar una exploración de los deseos sexuales que tanto ha postergado.
Todo esto es cierto, y además está basado en una historia real, pero también es sólo el punto de partida. Son ocho los capítulos de esta serie estrenada en Disney+, que tiene a Michelle Williams (Blue Valentine, Manchester by the Sea) al centro de la historia. Ella interpreta a Molly, una mujer que no sabe qué es realmente lo que busca pero sí que no es la relación tradicional que tiene, y que tampoco está feliz con ser una paciente de cáncer silenciosa y triste, con recibir la compasión de los demás o la condescendencia de los doctores.
Es entonces que decide dejar una parte de esta vida atrás, aunque por su tratamiento y estado de salud necesita de alguien a su lado, y ese alguien será su mejor amiga Nikki interpretada por la comediante Jenny Slate en una performance fenomenal.
Ellas son las dos actrices al centro de una historia arriesgada y sensible, que se atreve a cruzar límites al no sólo presentar una trama poco convencional que celebra el mundo de los fetiches, sino que a hacerlo sin ningún tipo de juicio moral. También se olvida de las categorías. Es una serie cómica, triste, absurda, sexy, existencial, ridícula, moderna y romántica, todo al mismo tiempo.
Y sí, es una historia sobre exploración sexual, fetiches y también una terrible enfermedad. Pero también, y quizás sobre todo, es una historia de amor entre dos amigas y el vínculo especial que hay ahí. Sobre cuidar a alguien, sobre comunidades y familias elegidas y sobre lo que puede pasar en momentos oscuros cuando se tiene a la gente correcta alrededor y no hay temor de pedir, o exigir en traje de cuero, exactamente lo que se quiere.
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