Reseña de libros: de David Grann a Paz López
La portentosa novela histórica sobre el naufragio del Wager en la costa chilena en el siglo XVIII, una fascinante colección de listas de libros y autores halladas en otros libros, y un luminoso ensayo en torno al lugar de la ternura en el mundo, en las lecturas de la semana.
Los Náufragos del Wager, de David Grann (Random House)
John Byron miró hacia el ojo del temporal y advirtió “una cosa terrorífica”. La tormenta golpeaba brutalmente al Wager. En la madrugada del 14 de mayo de 1741, el lastimado barco se estremeció: había chocado con una roca sumergida. Las olas maltrataban y empujaban a la embarcación a la costa rocosa. El Wager comenzó a romperse. Después de semanas luchando contra las tormentas, el frío y las olas del Cabo de Hornos, el hambre y el escorbuto, el barco naufragó en una isla rocosa y desolada. Había zarpado en septiembre de 1740 desde Gran Bretaña, como parte de la mayor expedición naval de la época, al mando del comandate Anson, con el fin de atacar las posesiones españolas en el Pacífico. Eludieron el estrecho de Magallanes por su dificultad para navegar y bajaron a los mares más al sur del mundo, donde “no existe Dios”. En esa zona, escribió John Byron, abuelo del poeta, el viento sopla “con tal violencia que nadie puede resistirlo y el mar crece a tal altura que puede hacer pedazos cualquier nave”. Al mando del capitán David Cheap, recién ascendido al puesto, con su tripulación diezmada por las enfermedades y la inclemencia del clima, el Wager quedó atrapado entre las rocas. En la isla los náufragos se dividieron y se enfrentaron ferozmente. Meses después los sobrevivientes protagonizaron una guerra de versiones en Inglaterra. El autor de Los asesinos de la luna entrega aquí una portentosa novela histórica, cargada de emoción, traiciones y dilemas morales.
El Lector en su Paraíso, de Jacobo Zanella (Ediciones UACh)
Este libro habla de una pasión y una dedicación minuciosa. Editor y lector obsesivo, el autor recopiló listas de libros y autores halladas en otros libros, y las ordenó temática y alfabéticamente. Así dio forma a este singular Diccionario de una biblioteca imposible, como dice el subtítulo: una fascinante biblioteca que contiene otras bibliotecas y que va formando una extraordinaria red de lecturas. Por ejemplo, en la entrada Libros de Cabecera recoge esta cita de Italo Calvino: “Tengo dos libros en mi mesa de noche: La naturaleza de las cosas de Lucrecio y Metamorfosis de Ovidio. Quisiera que todo lo que escriba esté relacionado con uno o con el otro. O mejor: con los dos”. O en el apartado de hacer Reír por dentro: “Es una técnica. Creo que fue Dickens quien la inventó. Salinger la llevó a su culmen. A su modo, Proust no estaba mal. En Italia, Gadda por encima de todos. Entre los vivos, Vonnegut, que para mí nunca murió”. El mismo Baricco, en Equívocos, imagina que las historias y los escritores existen por separado y alguien los emparejó a veces arbirariamente: “En ocasiones me detengo a pensar en las infinitas consecuencias que ha deparado el equívoco de haber encomendado El extranjero a Camus en lugar de haberlo hecho a su legítimo destinatario, Simenon. Como nadie podrá impedirme que añore la belleza que habríamos conocido si Céline hubiera escrito Germinal, y Proust, Lolita”.
Pánico y Ternura, de Paz López (Lumen)
Tres meses antes de morir, en su último discurso público, Raymond Carver recordó una cita de Santa Teresa: “Las palabras llevan a las acciones. Preparan el alma, la alistan y la mueven a la ternura”. Luego preguntó: “Piensen en eso: ¿cuándo fue la última vez que usaron la palabra ternura, o que la oyeron decir? “. De un modo similar, Paz López se pregunta por el lugar de la ternura en un mundo a menudo hostil y que suele dejar poco espacio para ella. En doce ensayos breves, con citas a Pasolini y Georges Perec, a Natalia Ginzburg y Nick Cave, la autora reflexiona en torno a la fragilidad, la paradoja de la tolerancia, el duelo y la pérdida, la tristeza y la melancolía, los libros como un escudo o un refugio, el lenguaje de las caricias, las palabras como delicadas luciérnagas. Escrito con sensibilidad e inteligencia, sin negar las asperezas, el libro invita a conectar con las emociones, a recuperar cierta hulmidad y una forma de “mirar las cosas como cuando abrimos los ojos por primera vez, encontrarles un lugar en la lengua, hacer que de la lengua salgan palabras sutiles, amar los pequeños rasgos reunidos en una escena fugitiva”.
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