Revisiones
Desesperado. Sí, no cabe la menor duda; el material y los testimonios que recoge Mr. Scorsese en torno a la obra del insigne cineasta estadounidense, posiblemente el mejor cineasta del último medio siglo, son extraordinarios. Y la serie de cinco largos episodios está bien. Pero tiene un problema serio; no es excelente. No está a la altura de lo que debió ser. Le falta serenidad y silencio. Le falta capacidad reflexiva. Tiene un ritmo, sobre todo en sus primeros capítulos, que está reñido no solo con la reflexión, sino también con la inteligencia. Nunca como aquí fue más cierto aquello del que mucho abarca poco aprieta. A la serie le juega muy en contra el picoteo, el abuso del montaje y la agotadora compulsión por acelerar el ritmo y fragmentar la información. ¿Habrá querido emular Rebeca Miller, la realizadora, el estilo de Scorsese? Si así fuera, se diría que se aprendió la música pero no la letra. Al margen de este factor, sin embargo, en lo básico, el acercamiento del documental al autor de títulos como Taxi Driver, Toro Salvaje, Casino, Los buenos muchachos o Silencio es -aparte de fascinante- tremendamente conmovedor. Es difícil dar con un cineasta más jugado, más intenso y más agónico que Scorsese. Pocos realizadores encontraron en su oficio tantas gratificaciones, tantas pesadillas, tantos vicios o tantas epifanías como él. La serie tiene el mérito de identificar varios de los demonios que acompañaron a Scorsese en sus primeros años, algunos de los consuelos en que se refugió cuando su carrera estuvo a punto de irse al carajo y muchas de las energías que lo hicieron crecer, madurar, contenerse y volverse un cineasta en ningún caso más conformista, pero sí más reconciliado consigo mismo. No solo eso: deja en claro que este es un artista que reivindica literalmente, en la huella de los Van Gogh, de los Beethoven, de los Dostoievski y otros desesperados, los alcances más salvajes tanto del oficio que eligió como de su propia conciencia. A partir de ahí, compuso una filmografía de alcances espléndidos e inconfundibles.
Saldar una deuda. En un trabajo impecable en términos biográficos y críticos, Juan Andrés Piña, periodista cultural y gran investigador del teatro chileno, rescata la figura de la dramaturga María Asunción Requena. Al hacerlo, no solo está reconociendo a una mujer que logró instalarse con mucha autonomía en los más altos niveles de nuestra dramaturgia. También está saldando una deuda que estaba pendiente, puesto que nunca su aporte fue reconocido con la justicia y convicción que merecía. Son muchas singularidades de su biografía. Había nacido en Argentina, hija de padre argentino y madre española. Vivió varios años de su infancia y unos pocos de su juventud en Punta Arenas. La mayor parte de sus estudios medios los hizo en España. Estudió Odontología en la Universidad de Chile y nunca dejó su profesión, incluso durante sus largos años de exilio en Francia, en Lille, ciudad donde la terminó ejerciendo en un hospital público y que fue donde murió en 1986. Escribió varias piezas que conectaron y siguen conectando hoy con grandes audiencias y que son parte del repertorio clásico del teatro chileno -como Fuerte Bulnes, como Pan caliente y sobre todo como Chiloé, cielos cubiertos-, caracterizadas por un fuerte compromiso social, un singular aliento poético tanto en los textos como en las atmósferas y un resuelto rescate de la fuerza y tenacidad de los personajes femeninos. Lo suyo era bastante más que un discurso de género. Era una experiencia y una manera de mirar el mundo. Este último rasgo es el que el título de la obra recoge con gran exactitud: María Asunción Requena, feminista sin estridencias (Ed. Catalonia, 2025, 159 pp.). A través de conversaciones del autor con Raúl Rivera, su segundo cónyuge, el libro entrega una emotiva perspectiva de las experiencias de la pareja durante el exilio. Buena investigación y gran aporte.
Busco mi destino. Más que una película hecha y derecha, más que un documental o autodocumental, Ensayos y errores, una modesta realización de Ignacio Rojas Vallejos que se ha estado exhibiendo en distintas salas, corresponde a un conjunto de apuntes de un joven cineasta de la V Región que aún está buscando su destino. El protagonista dice haber estudiado cine en Buenos Aires, y como no ha podido insertarse profesionalmente en esta actividad, a falta de mejor alternativa está ayudando a su madre en la gestión de una boutique de Reñaca de la cual ella es dueña y donde él -además de estar haciendo sus primeras armas en el campo del audiovisual y la fotografía de modas- se encarga de tareas de apoyo. Obviamente sus días no son muy épicos y, si este fuera una especie de diario de vida, el autor tendría más claro para qué está filmando. Pero eso no lo sabe y es lo que explica el sentido del título. Por lo menos es sincero. El joven quiere filmar algo, pero no sabe qué. Se topa con una chica argentina que es fotógrafa, actriz y linda, y obviamente algo le pasa. Se topa después con el estallido del 2019 y le pasa menos. Así y todo, el joven del final no es igual al del comienzo. Entremedio hay crecimiento, alguna instancia de madurez y, lo más importante, una vaga voluntad de persistir. Está bien: que siga concursando.
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