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Columna de Ascanio Cavallo: Lecciones de oscuridad

La conclusión de que el 18-O fue un estallido contra la desigualdad es más inductiva que deductiva, pero puede prestar a la sociedad el servicio de confirmar una percepción que ya tenía. En otras palabras: si los empresarios se sienten impelidos a revisar el salario mínimo, las diferencias de ingresos, los sueldos de subcontratistas, los plazos en que pagan, será porque eran pecados conocidos, no por la destrucción de Providencia.

"La masa abierta existirá mientras siga creciendo. Su desintegración empezará en cuanto deje de crecer".

Parece probable que cuando se deba estudiar las etapas del post 18-O haya que fijar el viernes 25, el día de "la marcha más grande de todas", como el clímax de la expansión de la masa iniciada una semana antes. La singularidad histórica de esa marcha es que no terminaba en un escenario ni existía un orador, ni siquiera un grupo musical. El único punto de destino era un círculo ritual -la Plaza Italia, el Stonehenge de la masa chilena- y sus equivalentes en otras ciudades, en cuyo centro se produce la máxima densidad, la mayor concentración de energía.

"El fenómeno más importante que se produce en el interior de la masa es la descarga… Es el instante en el que todos los que forman parte de ella se deshacen de sus diferencias y se sienten iguales".

La marcha del viernes 25, que muchos se apuraron en denominar "pacífica" (el clásico, perfecto, espejismo pequeñoburgués), fue desconcertante para todos, empezando por el gobierno y terminando en los antisistémicos, porque pareció reunir en un solo punto y en un mismo momento todas las tensiones de la sociedad chilena, mayores y menores. Y porque, con su ausencia de escenario, puso en el candelero a toda la élite, la empresarial y la política. De allí en más, solo han proliferado las interpretaciones, por lo general muy amplias, a menudo temerarias o presuntuosas. No hay aún evidencia concluyente acerca de las demandas, aunque muchos crean que nacen de la mera repetición.

Lo único concluyente por ahora es que la aprobación de las instituciones políticas se fue al suelo. Esto debería bastar para que el Congreso alterase las lógicas prevalecientes. ¿Ha sido así? Más o menos. El cambio de gabinete le ha dado al gobierno por lo menos la cara de las buenas intenciones -Gonzalo Blumel e Ignacio Briones-, pero es obvio que eso tiene fecha de vencimiento. Nadie sabe cuál es.

"La masa jamás se siente satisfecha". "En el interior de la masa reina la igualdad (…) Todas las exigencias de justicia, todas las teorías igualitarias extraen su energía, en última instancia, de esa experiencia de igualdad que cada cual conoce a su manera".

La conclusión de que el 18-O fue un estallido contra la desigualdad es más inductiva que deductiva, pero puede prestar a la sociedad el servicio de confirmar una percepción que ya tenía. En otras palabras: si los empresarios se sienten impelidos a revisar el salario mínimo, las diferencias de ingresos, los sueldos de subcontratistas, los plazos en que pagan, será porque eran pecados conocidos, no por la destrucción de Providencia.

"La masa que prende fuego se cree irresistible (…). Es el más potente de los símbolos de masa. Después de cada conflagración, el fuego, como la masa, tendrá que extinguirse".

Queda el problema de la violencia. Si es verdad la dudosa afirmación de que la mayoría quiso expresarse en paz, entonces cabe identificar a los responsables de la inmensa destrucción de las ciudades. Al INDH le cabe la de establecer los excesos de los agentes del Estado cuidándose de no incurrir en payasadas que banalicen la experiencia histórica.

¿Y a quién le cabe ubicar a los incendiarios, los asaltantes, los pandilleros? Un Estado que no logre cumplir esa partícula elemental de su deber corre el riesgo de dejar de ser Estado. Ese parece ser el sentido de haber convocado al Consejo de Seguridad Nacional (Cosena): un poco tarde, tal vez, pero de ningún modo un exceso.

Si los electores tuviesen memoria, podrían anotar este dato: en 20 días de conmoción, no hubo ni un solo dirigente que propusiera un pacto por el orden público.

"La masa necesita una dirección. Está en movimiento y se mueve hacia algo".

Esta semana, la dirección secreta del movimiento -las redes- optó por darle el esperable contenido de clase. Pasó primero por los símbolos del capital. El martes atacó Viña del Mar; el miércoles, Providencia. Ha sido el punto de inflexión. Igual que en las protestas de 1983 -el eterno retorno-, a la vista de la violencia organizada se retira la clase media. Salvo que pase algo muy nuevo, no volverán a sonar las cacerolas en esos sectores. La masa se mutila.

"La destrucción habitual… no es sino un ataque contra todos los límites". "A la masa desnuda todo le parece una Bastilla".

Esto fue escrito hace 60 años. Bastan las 50 primeras páginas de este libro fundamental para advertir que lo que ha estado pasando en Chile es lo que cada uno quiera creer, y también es otra cosa. Elías Canetti dedicó 30 años a escribir Masa y poder para advertir a los jóvenes acerca de la seducción de la masa, que él mismo sintió en Alemania antes de que derivara hacia donde ya se sabe.

Estas 50 páginas no están en ningún programa de la educación chilena y muchos de sus hijos se sienten hoy enamorados del monstruo contra el que advirtió Canetti. El 18-O es el triunfo de algo aún impreciso, al mismo tiempo que el fracaso de la pedagogía.

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