LT Domingo

Julian Barnes: “Si algo bueno puede salir de esto, es que puede ser como una especie de golpe de agua fría que nos despierte a todos”

Aun cuando los horrores de la guerra no dan tregua, el escritor británico dice que se obliga a no ser pesimista, buscando una luz al final del túnel. “La reafirmación de los valores liberales por parte de Europa frente a la invasión rusa es muy importante”, advierte.

Author Julian Barnes attends a book reading at Liverpool Hope University .Photo by Alan Edwards ALAN EDWARDS

“Estoy sorprendido de haberme podido conectar correctamente, casi siempre pongo mal el sonido o la imagen”, dice riendo. Está sentado en su escritorio, en su casa en Londres. Se pueden ver algunos cuadros, papeles y su estampa amable. Julian Barnes es uno de los más admirados escritores británicos de su generación. Nació en Leicester, Inglaterra, el 19 de enero de 1946. Estudió en el Magdalen College de Oxford, donde se graduó en lenguas modernas en 1968. Luego trabajó como crítico y editor literario para el New Statesman y la New Review, y también como crítico de televisión. Su primera novela fue Metrolandia (1981, publicada en español por Anagrama) y recibió el premio Somerset Maugham. El loro de Flaubert, que apareció en 1984, lo visibilizó como una de las voces literarias más destacadas y fue finalista del Man Booker Prize. El 2011 lo obtuvo por Un sentido del final. También ha recibido muchos otros premios, entre ellos, el Prix Médicis, el Gutenberg Prize y el Prix Femina, el Premio Shakespeare de la Fundación FVS y el Premio Sunday Times a la Excelencia Literaria. En 2017, el presidente francés nombró a Julian Barnes oficial de la Orden Nacional de la Legión de Honor.

Acaba de lanzar en español su última obra, El hombre de la bata roja, un viaje a la Belle Époque y sus entrañables y excéntricos personajes, particularmente de uno de ellos, el doctor Pozzi. Del esplendor de épocas pasadas y del presente sombrío en Europa conversa con La Tercera vía Zoom.

Su último libro es un fascinante retrato sobre la Belle Époque. ¿Qué queda hoy de aquel momento efervescente de la historia?

A menudo pensamos, y lo fue, como algo muy glamoroso ese período entre aproximadamente 1870, 1880 y el estallido de la Primera Guerra Mundial, la cual cambió todo en Europa y fue realmente un parteaguas. Y así, la época anterior, cuando había Can Can, Toulouse Lautrec, maravillosas pinturas, maravillosa música, una vida muy elegante, tendemos a idealizarla un poco. Y una de las cosas que descubrí fue que la Belle Époque no existió hasta la ocupación alemana de París a principios de la década de 1940. Fue algo como retrospectivo y retroactivo, de hecho, inventado. En el libro hay una especie de desmantelamiento de esta noción de que todo era tranquilo, hermoso y placentero. De alguna manera lo fue para algunos franceses, algunos parisinos de la capa alta. Pero, incluso para ellos, fue una época de gran incertidumbre, de pánico constante y de crisis, cercana a las guerras, y de una tremenda inestabilidad política.

Cuando usted estaba escribiendo este libro comenzó la pandemia, y ahora hay guerra en Europa. ¿Qué piensa sobre esta era?

Y también tuvimos el Brexit, que es un gran cambio. Y en términos de historia británica, cito en el libro a Barbey D’Aurevilly: “Inglaterra, la víctima de su propia historia, tras haber dado un paso hacia el futuro, de nuevo ha vuelto a atrincherarse en el pasado”. Y así es como miraremos hacia atrás. Pensaremos que el Brexit fue un punto de inflexión en el que Gran Bretaña volvió a hundirse en su pasado y a fingir que era una nación diferente de la que era. Y creo que también corresponderá a los historiadores descubrir qué problemas para nuestro país fueron causados por el Brexit, cuáles por la pandemia y cuáles por la guerra en Ucrania. Porque todos tienen un efecto. Y, lamentablemente, Boris Johnson, que estuvo a punto de ser destituido por su propio partido, ahora se presenta como un líder de guerra. Y, ya sabes, esto bien puede funcionar. Ayer hubo un clip en la televisión británica de él yendo a la Catedral católica ucraniana en Londres. Y dio un discurso, con su hipocresía habitual, y dijo “estamos liderando la lucha” y ese tipo de cosas. Y había mujeres llorando y gritándole “gracias, gracias”.

¿Cómo ve este momento de guerra en Europa, cómo piensa que lo veremos retrospectivamente?

Bueno, si Putin decide usar armas nucleares, no podremos mirar hacia atrás en absoluto. Entonces creo que es un punto de crisis de gran potencial, sí. Por otro lado, ha unido a Europa más rápidamente para actuar concertadamente, como casi nunca había sido el caso, en la práctica. Y es bastante sorprendente. Estoy seguro de que Putin calculó que Occidente no estaría interesado en ir a la guerra en absoluto. Vio que no hicimos nada cuando anexó Crimea, no hicimos nada cuando se comió un pedacito del este de Ucrania. Creo que pensó: “Haré que piensen que me voy a llevar otra parte, pero me lo voy a llevar todo”. Y Occidente se puso manos a la obra, no solo enviando armas, sino que potencialmente puede infligir un enorme daño económico a Putin. Los precios subirán, las pensiones valdrán menos, y así sucesivamente. A él no le importa un carajo eso. Pero si podemos descubrir su dinero y el dinero de los otros oligarcas, eso es lo que realmente lo moverá, creo que sería un momento crucial. Y, por supuesto, es complicado en Gran Bretaña, porque este es el centro del lavado de dinero ruso hacia Occidente.

Y a los oligarcas rusos les encanta vivir en Londres, ¿no?

Sí. Somos conocidos como Londongrad. Muchos de ellos viven en Londongrad y compran equipos de fútbol, cosas así. Envían a sus hijos a Eton. Y estoy seguro de que algunos de ellos son bastante amables, pero creo que no puedes ser un oligarca que vive seguro en Occidente, a menos que le pagues a Putin. Siempre hay un precio que pagar.

¿Y cree que tal vez vamos a mirar las últimas décadas como de relativa paz y estabilidad, que quizás no se apreciaron o valoraron tanto?

Creo que es muy posible. Hubo varias cosas que sucedieron, como el pronunciamiento de que el fin de la historia había sucedido, en ese famoso libro de Fukuyama. Y ese fue un momento muy complaciente. Por supuesto, luego dijo “oh, realmente no quise decir eso, quise decir algo ligeramente diferente”, pero todos lo tomaron así. Y una de las razones -bueno, en Europa, al menos- por las que fue un buen período, una buena racha de décadas, fue que el comunismo cayó y con un costo humano extraordinariamente bajo en términos de vidas... Por supuesto que hubo guerras internas, pero fueron en cierto modo contenidas. Sucedieron cosas malas, pero si hubieras dicho en 1979: “En 10 años el comunismo desaparecerá y desaparecerá con solo una pequeña guerra en Yugoslavia, ¿qué pensarías al respecto? Que eso sería fantástico”. Fue increíble cuando se derrumbó, como una baraja de cartas. Después, por supuesto, todo salió mal.

¿Por qué?

Bueno, soy ingenuo, pero pensé que cuando el comunismo colapsó y ya no hubo más amenaza, la gente diría: había algunas cosas buenas sobre el comunismo. Había estabilidad, la gente tenía buena protección social y médica, mientras que en los años 70 y 80 el capitalismo arrasaba… Y de alguna manera imaginé que nos miraríamos a nosotros mismos, los miraríamos a ellos y tomaríamos lo mejor de ambos sistemas. Lo cual, por supuesto, fue muy ingenuo. Y lo otro que era muy importante era no humillarlos. Cada país tiene su orgullo y creo que humillamos a Rusia de una manera que no deberíamos haber hecho, y les hicimos promesas no necesariamente escritas, pero a nivel diplomático. Les hicimos promesas de no expandir la OTAN al Este, que no cumplimos. Y así, dada la historia de Rusia, dado el hecho de que Europa occidental la ha invadido varias veces, no sorprende que sean paranoicos. Leí un maravilloso libro de John Steinbeck, quien fue a Rusia alrededor de 1950 y se quedó asombrado por la cantidad de personas que le preguntaron ¿va a haber guerra? ¿Estados Unidos nos va a atacar con armas nucleares ahora que la Segunda Guerra Mundial ha terminado? Y él no podía creer esto, decía: “No, no, no, eso no es una amenaza en absoluto, no te preocupes por eso”. Pero habían estado tan acostumbrados a las invasiones y también a que les dijeran que estaban a punto de ser invadidos y que solo la fuerza del Ejército Rojo y la fuerza moral del comunismo mantendrían unido al país, que mucha gente tenía miedo y se creía acorralada. Había paranoia en los dos lados.

El ejemplo de América Latina

¿Cree que el ascenso de tiranos y autócratas como Putin es una consecuencia del declive de los valores occidentales y de la democracia liberal?

Sí. Creo que está relacionado con el hecho de que a la mayoría de la gente no le interesa la política, excepto cada cuatro o cinco años cuando tienen que votar. En mi país, un tercio de la gente ni siquiera vota, no creen que tenga sentido, no les cambia la vida, quieren seguir con lo suyo y no molestarse con los políticos. Entonces, cuando aparece alguien que no parece un político, están más interesados. Por ejemplo, Boris Johnson no parece un político, Trump no parece un político, Bolsonaro no parece un político. Y vienen con soluciones simples y dicen: “Voy a ir a matar a todos los narcotraficantes de mi país” y la gente piensa: “Bueno, esa es una buena idea. No pienso mucho en política, pero eso parece que ayudaría”. Y así se salen con la suya.

¿Qué se puede hacer?

Creo, como dije antes, que la reafirmación de los valores liberales por parte de Europa frente a la invasión rusa es muy importante. E incluso el primer ministro húngaro, que es uno de los ejemplos típicos de antiliberalismo nacionalista y aislacionista, se incorporó de inmediato cuando comenzó la crisis de Ucrania, porque, después de todo, Hungría ha tenido un ejemplo de lo que es una invasión rusa. Entonces, si hay algo bueno que puede salir de esto, es que podría ser como una especie de golpe de agua fría que nos despierte a todos. En Europa ciertamente está cambiando la forma en que se ven las cosas. Por ejemplo, en las elecciones francesas, que se acercan, el hecho de que Marine Le Pen tomó dinero de campaña de Putin no va a fortalecer su posición.

¿Cuál es su mayor miedo como europeo y como defensor muy categórico de una Europa unida?

Bueno, mi temor más inmediato es que Putin, en un estado de paranoia defensiva, cometa un error que provoque una guerra nuclear, en cuyo caso el planeta desaparecerá, para todos los efectos prácticos. Ese es mi miedo más inmediato... ¿Cuál es mi miedo a largo plazo? Bueno, esto es bastante provinciano, la gente dice: “Oh, ¿eres un euro remainer? Ahora eres lo que la derecha llama a los que votaron por quedarse en Europa, un re-moaner dicen, un euro “re-quejoso”. Y yo digo que no, que soy un euro- retornante. Quiero ver el regreso de Gran Bretaña a la UE en mi tiempo de vida. Lo dudo mucho, pero creo que los jóvenes naturalmente tienen una mayor inclinación internacional. Y creo que las consecuencias económicas, políticas y morales de volver a Europa serán cada vez más evidentes, eso es lo que pienso. Esto es asumiendo que la próxima generación será tan buena como la generación joven actual.

El protagonista de su libro, el Dr. Pozzi, decía que “el chovinismo es una de las formas de la ignorancia”. Vivió hace 100 años, entonces, ¿por qué el chovinismo y el nacionalismo siguen teniendo un papel tan importante en la política actual?

Sí , y el Dr. Johnson dijo que “el chovinismo es el último refugio del sinvergüenza”, en el siglo XVIII. Así es que no creía que el patriotismo extremo fuera una virtud en absoluto. Estamos hablando casi en su totalidad de un chovinismo de derecha, más que de izquierda. Pero es una especie de atajo a las cosas, y es una forma de quitarle el argumento al otro lado diciendo: los patriotas, los verdaderos británicos, los verdaderos franceses, los verdaderos chilenos, estarán de acuerdo con esto, “esto es para el bien de nuestro país”. Y tan a menudo, cuando sucede algo como la guerra en Ucrania, o más interesante y que tiene que ver con tu parte del mundo, durante la guerra de las Malvinas, en que el Partido Laborista en Gran Bretaña, en ambos casos, apoyó completamente al gobierno conservador. Me quedé asombrado cuando sucedió lo de las Falklands, porque claramente era un acto de machismo posimperial, o algo así, de nuestra parte. Y, por supuesto, cuando eso sucedió, la señora Thatcher estaba en su posición política más baja en toda su carrera, y también lo estaba el Partido Conservador, y eso lo cambió por completo, y pasó a gobernar por muchos años más. Así que el patriotismo todavía funciona, ese es el problema.

En Chile estamos redactando una nueva Constitución. ¿Qué impide, a su juicio, que un país se quede atrincherado en el pasado, como dijo sobre Gran Bretaña y el Brexit? ¿Y qué ayuda a un país a abrazar el futuro con lucidez?

Bueno, no sé lo suficiente sobre su Constitución para aconsejar. Me parece, desde una perspectiva más amplia, que América Latina se está moviendo en la dirección correcta, mientras que Estados Unidos se está moviendo en la dirección equivocada. Con la aprobación de la ley colombiana de aborto, pensé: “Esto está pasando en Colombia por el poder de las voces de las mujeres”. Mientras que en los EE.UU. dicen que van a cambiar Roe v. Wade... y todos estos jueces conservadores trumpistas van a decir: “Ninguna mujer puede abortar, ni siquiera si ha sido violada, ni siquiera si hay una deformidad fetal”. Y me encontré pensando esta última semana -sin recordar que te iba a hablar-, que América del Sur parece estar avanzando hacia adelante (esperamos que Lula vuelva).Y creo que es hora de que América del Norte comience a seguir el ejemplo de América Latina.

Escribió en su libro: “Me niego a ser pesimista”.

Creo que me niego a ser pesimista porque estoy naturalmente inclinado al pesimismo. Así que me rebelo contra mi propia naturaleza. Pero conocí a Arthur Koestler, un intelectual húngaro que se refugió en Gran Bretaña. Estuvo a punto de ser ejecutado y se le preguntó cuál era su mentalidad esencial, dijo: “Soy un pesimista alegre”. Entonces, a veces cito eso y digo: “Oh, podría ser así o quizás soy un optimista melancólico”. Creo que también son diferentes lados del cerebro o algo así.

¿Cómo?

En cierto sentido analizas la realidad de lo que está pasando y ves esas terribles imágenes de bloques de apartamentos en Ucrania, que han sido bombardeados con cohetes. Pero hay otra parte de ti que dice: “Esto no seguirá así, no van a ganar. Hay luz al final del túnel”. Por eso es que me niego a permanecer pesimista. Aunque me levante así por la mañana, cuando me acuesto quiero poder encontrarme en un estado de ánimo optimista. De hecho, a veces, cuando estoy solo en casa, y he comido con una copa de vino, me siento y me digo a mí mismo, como si se lo dijera a otra persona: “Bueno, ha sido un buen día, ¿verdad?”. E incluso si solo es por cosas pequeñas, como que di un buen paseo por el parque y leí un buen libro, se ha convertido en un hábito que al final del día, de alguna manera, me convenzo de que ha sido un buen día. Y podemos aplicar eso también al universo, espero.

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