Agua, Topsy y dunas
A propósito, pienso en ese mini desierto maravilloso que son las dunas, específicamente las que están entre Reñaca y Concón y que han sido invadidas en las últimas décadas por ingentes torres cuya solidez genera más dudas que la liquidez del municipio viñamarino.
Hoy es sábado en la noche y sí sé adónde ir: al baño a mojarme. En Santiago hicieron 39 grados y el aire quedó, más que caldeado, caldúo, espeso: duele la cabeza, sudan los pies, hierven hasta los codos: qué infierno, veranistas, salvo que se esté en el agua remojando el Ser.
A diario experimentamos lo elemental que es el agua, a.k.a. "el vital elemento", pero en días ardientes como este su perentoriedad nos aturde y alela, nos aterroriza incluso, porque la sed es infinita y el agua no. En Petorca, por ejemplo, casi no queda. Dicen que falta lluvia, que el calentamiento global, que sobran paltas —sobran palteros, más bien. Y falta criterio. Decencia. A este paso haremos de todo Chile un desierto (lo bueno es que seguro habrá gente de centro vendiendo agua).
A propósito, pienso en ese mini desierto maravilloso que son las dunas, específicamente las que están entre Reñaca y Concón y que han sido invadidas en las últimas décadas por ingentes torres cuya solidez genera más dudas que la liquidez del municipio viñamarino. Nací y me crié en Viña e ir a las dunas era un panorama abierto, gratis, los domingos en familia, en la semana cimarreado. Un Edén para todos. Ya entrados los 90 aparecieron las primeras amenazas bajo la forma de motos de cuatro ruedas que aparecían cuando te aprestabas a dejarte caer duna abajo en un saco o tablón deslizante, o cuando entre uno y otro montículo en las cimas tenías la inmensa suerte de darle rienda suelta a un remoloneo amoroso, un atracón: de la nada irrumpía un pre-zorrón motorizado matándote la pasión y, por derrape, llenándote de arena hasta las encías.
Imposible hablar de las dunas sin pensar en el Topsy, esa discoteque que queda cerca y cuya historia siempre me ha parecido inquietante. Tanto, que hace ya varios años para una revista le pedí al periodista Guillermo Scott que reporteara la historia del lugar, de la que yo tenía algunas pistas, y lo hizo inmejorablemente, pero hubo cambios y la crónica quedó en tierra de nadie, por lo que procedo a rememorarla.
Pensado como un lugar de recreo nocturno de elite, el Topsy se inauguró en 1967 con una fiesta en la que cantó el Pollo Fuentes ("Dirladada") mientras Jaime Guzmán bailaba alegre con las hermanas de Jovino Novoa, según consignaba El Mercurio en una simpática nota a 20 años del asesinato del ex senador. Esa noche marcaría el comienzo de una larga historia discotequera que incluiría años dorados, bajón post Golpe y subidón ochentero con aquiescencia CNI, derivando en los 90 en un local masivo, de mucha promo y muy dado al ahuevonamiento, a la mocha surfer. Igual yo iba harto, todo olía a perfumes ácidos y tragos con azúcar flor mientras sonaban fuerte Night Train, Be my Lover, What is Love (Baby don't hurt me).
Entonces empezó la etapa mortal del Topsy, acaso como una maldición por llamarse igual que la famosa elefanta que murió en 1903 en la silla eléctrica en Estados Unidos. En 1997 un alumno del colegio Mackay fue atropellado a la salida del Topsy por un sobrino-nieto de Pinochet que venía de Reñaca. El joven murió y Pinochet, que no paró, sería condenado a 541 días de pena remitida y una indemnización de 40 millones, según informó Cooperativa. Pero Topsy Topsy –así se llamaba al comienzo– siguió funcionando y la muerte danzando en sus pistas: el 2000 murió una quinceañera puntarenense al subir por el famoso tobogán y estrellarse con una amiga que venía bajando. Entonces el lugar fue clausurado y el 2003 se incendió y cerró para siempre, transformándose en una ruina frecuentemente invadida por vagos y fisgones; así fue que en el verano del 2014 una joven entró a curiosear y jugando en la vieja Rueda de Chicago cayó varios metros y perdió la vida, rematando la historia trágica del recinto cuya arquitectura inspirada en Gaudí sigue ahí botada, en el corazón de Reñaca. Quizás sea propiedad de algún ex ministro.
Broma esta última que nos lleva de vuelta a Concón, a las dunas más específicamente, o lo que queda de ellas: 30 hectáreas que Piñera decretó Santuario de la Naturaleza en su anterior gobierno, enhorabuena. Resulta que los dueños, entre ellos una constructora vinculada al ex ministro Edmundo Pérez Yoma, están pidiendo reparación al Estado por el billete que, estiman, dejaron de ganar al no poder erectar ahí sus falos inmobiliarios: $80 mil millones., aprox.
Lo último
Lo más leído
1.
2.
3.
4.
5.