Chilean emoticones
Un emoticón rabioso cuyos ojos fueran dos rollos de papel higiénico representaría muy bien esa sensación tan familiar de malestar e impotencia que experimenta el chileno cuando se entera de que le siguen pegando abajo, pasándolo a llevar en sus intereses elementales.
La vergüenza es lo penúltimo que se pierde. A cuidar la esperanza entonces, compatriotas, que se tambalea cuando, por ejemplo, un operador político que vinculó coimeramente a la centroizquierda con el más pinochetista de los empresarios termina andando libre por las calles, cual patinador de la impunidad. O cuando quien recibió, siendo subsecretario, un sueldazo paralelo de parte de unos vaqueros de ambición ilimitada es condenado sólo por delitos tributarios, mientras los vaqueros reciben una multita que pagan con la caja chica… Es como si una persona en mitad de la noche baleara a otra y fuera condenada por ruidos molestos.
Ya no quedan palabras; así las cosas, la crónica del cohecho político en Chile habrá que saber contarla con emoticones, esos pequeños seres gráficos que zanjan asuntos expresando reacciones, conductas y emociones elementales y que en chats y mensajes sirven para salir de apuros, impugnar, tomar distancia, sospechar, relativizar, apapachar, relajar la vena o simplemente ponerle punto final a un correo electrónico latero.
No se trata de hacer leña del árbol caído, sino de chistar mínimamente cuando quieren hacérnoslo pasar como noble madera. "Se cumplió la ley nomás", dijo altanero uno de los troncos caídos tras sacarla más barata imposible. Pero la opinión pública piensa que es, como diría Bombo Fica, "sospechosa la weá" cuando surge un fiscal warrior que es cuestionado hasta por su propia institución y que con su proceder le da una vuelta de tuerca extrema a un viejo dicho popular, dejándolo volteado: "Con un enemigo así, ¿para qué quiero amigos?".
Desde el 2010, el poder en Chile se fue haciendo cada vez más narrable a través de emojis o emoticones. Ese mono que pone cara de duda, por ejemplo, afirmándose la pera con el índice y el pulgar y ladeando leve y suspicazmente la cabeza es ideal para comentar cualquier declaración arzobispal, las excusas de un abusador o el dictamen del caso penca. Ninguno de los emoticones de carcajada o rabia serviría del todo para comentar la desestimación del delito de cohecho; quizás vendría mejor ese emoji que se tapa la cara con una mano, a primera vista de pura vergüenza, aunque, bien mirado, se verá que describe la estación terminal de la decepción, de la pérdida, no ya de la vergüenza sino de la esperanza.
Hay cosas y casos en la vida que dan pie a preguntas que durante mucho tiempo no nos hicimos y que de pronto caen de maduras, imponiéndose con arrolladora actualidad. Se me perdonará el ejemplo baladí, pero me compré una nueva marca de cepillo de dientes que tiene un mango notoriamente más corto que los típicos y el aseo dental resulta muchísimo mejor y preciso, y más cómodo. ¿Qué sentido tenía el mango largo que por décadas usé sin cuestionármelo? Un poco así funciona el pensamiento crítico. Por supuesto, hechos más relevantes, como la impunidad, originan preguntas de mayor densidad: ¿qué es peor, un país que condena sin pruebas, como pasaba en dictadura, o uno que prueba sin condenas…? ¿Una funa o un procedimiento abreviado hasta la nada?
Ahora que proliferan los emojis móviles o en 3D, Chile podría ampliar el repertorio mundial echando mano a su tradición deportiva (un Pato Yáñez se universalizaría en dos tiempos) o a su tradición cultural (un Jorge González botando micrófonos cortaría en un tris conversaciones indeseables), aunque donde más material inspirador encontrará es en su tradición política y, cómo no, en su noble gesta empresarial. Un emoticón rabioso cuyos ojos fueran dos rollos de papel higiénico representaría muy bien esa sensación tan familiar de malestar e impotencia que experimenta el chileno cuando se entera de que le siguen pegando abajo, pasándolo a llevar en sus intereses elementales. A propósito, y aunque se caiga más que Neymar, ya está operativa midevolución.cl, la página creada para cobrar las siete lucas del confort-gate, una compensación extraordinariamente simbólica por una colusión simbólicamente extraordinaria.
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