Jaime Mañalich, ministro de Salud: “La falta de confianza recíproca nos jugó una mala pasada”

Foto: Mario Téllez

El jefe de la red sanitaria afirma que el contexto sociopolítico del país ha dificultado el control de la pandemia. Sostiene que “decirle a la gente que confíe en lo que el Estado le dice es muy difícil”, y admite que la rapidez del brote ha obligado a acelerar los planes que se habían dispuesto para junio.


El ministro de Salud, Jaime Mañalich, vislumbra semanas difíciles. Según sus cálculos, de cada 100 infectados por coronavirus, el 7% requerirá hospitalización, un 6% ingresará a una UCI y el 1% morirá. Admite que está preocupado. Que ha costado llegar a la ciudadanía con el mensaje del autocuidado y que el clima que atravesaba el país, tras el estallido y justo antes de la pandemia, no ha contribuido a eso. “Creo que no hemos logrado encontrar un mecanismo de diálogo con la ciudadanía, transparente y de buena fe”, afirma, a la vez que transparenta que la estrategia asistencial pensada para junio ha debido anticiparse, producto del rápido avance de los contagios.

¿Está preocupado ante este nuevo escenario?

Estoy intensamente preocupado, porque hemos diseñado un adelantamiento de la respuesta que creí que iba a ser más necesaria hacia el mes de junio. La hemos tenido que adelantar a mayo. Las medidas extremas, que son durísimas, tienen que lograr un objetivo, y ese es que el número de contagios diarios baje, a como dé lugar, a menos de 2 mil. Me angustia y me preocupa que saltamos rápidamente de 300 a una media de 700, y de ahí a un promedio de 1.400. Este informe de hoy es muy preocupante y significa que hay que trabajar más.

Si no logramos efectivamente que haya un entendimiento de lo que está en juego, y seguimos confiando en que va a haber un militar en cada esquina, o que vamos a seguir reduciendo los permisos de la comisaría virtual -cosa que va a ocurrir- estamos descansando en un pilar que es frágil, muy débil.

¿Cuál la principal preocupación en cuanto a gestión de la red?

El problema es la velocidad de transformación. Este sábado, por ejemplo, reabrimos el ex Hospital Metropolitano con 12 camas UCI, pero en un plazo máximo de 10 días tiene que llegar a 36. El problema fundamental es que la velocidad de implementación, de respuesta y la exigencia que nos han planteado los números de mayo, tuvo que acelerarse. Cuando hablamos de una cama de tratamiento intensivo, una cosa es reconvertir y otra partir de la nada. Así, no podemos transformar Espacio Riesco en una gigantesca Unidad de Tratamiento Intensivo, porque no hay red de oxígeno, por ejemplo.

¿Lo toma por sorpresa el aumento explosivo en los casos, luego de que se comunicara algo distinto como la “nueva normalidad”?

Este virus ha dado sorpresas en todo el mundo y pensar que es un animal domado es una ingenuidad tremenda. Tuvimos historias de éxito muy fuertes, muy confortantes. Lo de Punta Arenas fue tremendo, tiene la incidencia más alta de Chile y, sin embargo, allá funcionó. Cuando se nos disparó La Araucanía, veíamos con pavor lo que iba a ocurrir, y ahí se acabó. Cuando tuvimos el brote en Chillán, que no se apaciguaba nunca, ganamos. Talca, lo mismo. Entonces, uno dice ‘mira, parece que cuando las cosas se hacen y la gente las respeta, y tenemos la infraestructura, la cosa funciona’. Y la Región Metropolitana, una vez que entró en cuarentena el sector oriente y después salió, funcionó bien.

¿Y qué ocurrió en la RM en particular?

Por razones que no me corresponde juzgar, creo que la conducta de las personas, una vez que había un levantamiento de las restricciones en la RM, no fue la deseable. Se produjo una liberación en términos de hacer fiestas en departamentos, clandestinas, que significaron un potencial de riesgo enorme, y eso me llevó a mí, antes de que empezaran los casos, a hacer una declaración de guerra en el sentido de que todo se jugaba en la batalla por Santiago, hasta que los números lo avalaron y llegamos a las acciones en que estamos hoy día.

¿Y hay un mea culpa de parte del gobierno en ese actuar?

No podemos minimizar el contexto sociopolítico en el que la pandemia se desarrolla. Y si bien es cierto que el brote del coronavirus ha puesto en paréntesis la crisis política de Chile, que comenzó el 18 de octubre, decirle a la gente que confíe en lo que el Estado le dice como conducta correcta es muy difícil. Ese trasfondo de falta de confianza recíproca nos jugó una mala pasada en la lucha contra esta pandemia.

Nosotros hemos tenido una capacidad de respuesta rápida que Ecuador, Perú y Brasil no tienen. Pero, efectivamente, creo que no hemos logrado encontrar un mecanismo de diálogo con la ciudadanía transparente y de buena fe. Y una responsabilidad importante de eso reside en el Ejecutivo, en nosotros. No es fácil cuando un agente público está en un matinal todos los días no encontrando nada bueno, se producen reacciones de defensa y no de colaboración. Tenemos que lograr que haya una confianza recíproca, el enemigo es un virus que se mira por el microscopio.

¿Y hay espacio para aquello?

Esa confianza recíproca con los alcaldes yo la veo mejor aspectada que hace algunas semanas atrás. Me he reunido prácticamente con todos los alcaldes de la RM, y uno dice ‘en realidad se puede conversar, se puede llegar a acuerdos’. Hoy (ayer) la Contraloría tomó razón del decreto del Presidente para entregarles más atribuciones. Mañana (hoy) se publica un decreto de Salud que crea un mecanismo legal, legítimo, que va a permitir que los inspectores municipales puedan ser enviados en comisión de servicio a la Seremi, siendo aún empleados del municipio, para cumplir tareas propias de la Seremi, como si fueran inspectores de la misma. El contexto legal que tenemos de colaboración con los alcaldes puede generar un nuevo trato.

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