Los lobos guerreros de la diplomacia china listos para luchar

El vocero del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, Zhao Lijian, en Beijing, el 8 de abril. Foto: Reuters

El Ministerio de Asuntos Exteriores chino ha adoptado una nueva postura hostil, incitada por el impulso de Beijing a aumentar su influencia global.


El emisario de Beijing en París prometió una lucha contra Francia en caso de que los intereses de China se viesen amenazados y se enfrentó públicamente con su país anfitrión por la pandemia del coronavirus. La embajada china en Sri Lanka se vanaglorió de la gestión de la pandemia por parte de China ante un activista en Twitter que tenía menos de 30 seguidores. Beijing canceló una gira nacional de la Orquesta Filarmónica de Praga tras una pelea con el alcalde de la ciudad con respecto a Taiwán. Mientras China se reivindica a nivel global, sus diplomáticos confrontan a sus adversarios, tanto grandes como chicos.

Esta osada nueva actitud, que se manifiesta en las redes sociales, en la prensa y en todas las mesas de negociación, marca un giro respecto del bajo perfil que alguna vez tuvieron los diplomáticos chinos. Forma parte de un cambio deliberado dentro del Ministerio de Asuntos Exteriores, impulsado por los dirigentes chinos que tratan de reivindicar lo que perciben como su legítimo lugar en el mundo, frente a un Estados Unidos cada vez más ensimismado.

Los medios estatales de China la describen como la cultura del “lobo guerrero”, en alusión a una franquicia cinematográfica nacionalista china sobre un soldado estilo Rambo que se convierte en contratista de seguridad y se enfrenta con grupos mercenarios dirigidos por estadounidenses.

La pugna se ha intensificado, ya que el Ministerio de Asuntos Exteriores pretende forzar el relato chino sobre la pandemia, discutiendo con las potencias occidentales e incluso algunos países amigos.

En Venezuela, uno de los principales receptores de la ayuda de Beijing, la embajada china arremetió contra legisladores locales que se refirieron al patógeno que causa el Covid-19 como el “coronavirus de China”. La embajada afirmó en marzo que esos legisladores sufrían de un “virus político”.

Dicha declaración afirmaba que “dado que padecen de esto, pidan el tratamiento adecuado a la brevedad”. “El primer paso podría ser usar mascarillas y quedarse callados”. El Ministerio de Asuntos Exteriores de China no respondió a las solicitudes de comentarios.

Uno de los diplomáticos más confrontacionales de Beijing es su emisario en París, Lu Shaye. “Cada vez que los estadounidenses hacen una imputación, los medios franceses siempre los informan uno o dos días después”, señaló Lu a L’Opinion el mes pasado en relación con la cobertura de la gestión del coronavirus por parte de China. “Aúllan con los lobos para hacer un gran alboroto sobre las mentiras y rumores acerca de China”.

Lu y la embajada no respondieron a las solicitudes para pronunciarse al respecto.

Lu Shaye, embajador de China en Francia. Foto: Reuters

Durante décadas, los diplomáticos chinos habían prestado gran atención a las palabras de Deng Xiaoping, el líder reformador que exhortó a sus compatriotas a “esconder la fuerza y aguardar el momento”, manteniendo un bajo perfil y juntando las fuerzas de China.

Beijing comenzó a ser más directo a medida que crecía su poder económico. Esta tendencia se aceleró durante el mandato de Xi Jinping, quien ha apostado su legitimidad por un “sueño chino” sustentado en la restauración de la gloria nacional y que ha adoptado una postura cada vez más intransigente en asuntos internacionales.

Gran parte de la creciente firmeza tiene por objeto avivar el orgullo nacional en el país -una herramienta esencial en el manual político del Partido Comunista- y requilibrar el orden internacional de maneras que promuevan los intereses del partido. Bajo el mandato de Xi, China se ha erigido como una potencia mundial responsable, ofreciendo liderazgo en materia de gobernanza mundial y concediendo préstamos y ayuda a países en vías de desarrollo.

“Los ciudadanos chinos esperan cada vez más que el gobierno chino se mantenga con la frente en alto y se sienta orgulloso en el mundo”, dijo Jessica Chen Weiss, una profesora adjunta de la U. de Cornell que ha estudiado la función del nacionalismo en los asuntos exteriores de China. “Lo que China realmente quiere bajo Xi Jinping es un mundo seguro para su continuo liderazgo”.

Al aplicar un estilo más beligerante, el Partido Comunista busca capitalizar el retiro de Estados Unidos de las instituciones globales como consecuencia del enfoque “Estados Unidos primero” que ha adoptado el Presidente Donald Trump. China ha trabajado para aumentar su influencia en organizaciones internacionales, como la ONU, que han sido denigradas por Trump.

Xi ha intensificado el control del Partido Comunista sobre el Ministerio de Asuntos Exteriores, cuyos funcionarios fueron blanco de sospechas de estar menos comprometidos ideológicamente por parte de algunos dentro del partido, debido a sus interacciones con culturas y contrapartes extranjeras.

El año pasado, Qi Yu, especialista en formación ideológica sin ninguna trayectoria diplomática, se convirtió en secretario del Partido Comunista del Ministerio de Asuntos Exteriores, lo que supone un nombramiento inusual para un puesto que por tradición ocupaba un viceministro de Asuntos Exteriores. Qi, ex subdelegado del poderoso departamento de personal del partido, ha insistido con frecuencia en su lealtad al programa del Presidente Xi y ha reiterado sus exigencias de una postura más combativa en asuntos exteriores.

Los diplomáticos chinos deben “contraatacar con firmeza aquellas palabras y actos en la arena internacional que ataquen el liderazgo del Partido Comunista de China y el sistema socialista de nuestro país”, escribió Qi en un ensayo publicado en diciembre.

Los diplomáticos chinos han mostrado destellos de agresividad en ocasiones anteriores, principalmente en relación con intereses fundamentales, como las reivindicaciones territoriales en disputa, las visitas al extranjero del Dalai Lama y el aparente activismo proindependentista de otras figuras que Beijing considera como amenazas separatistas. Recientemente han impulsado el relato de Beijing en una gama mucho más amplia de temas, desde el tratamiento de las minorías musulmanas hasta la ayuda y los préstamos chinos a los países en desarrollo.

En Praga, los diplomáticos chinos se han peleado con el alcalde Zdenìk Høib, un hombre de 38 años del Partido Pirata, que enarbola la bandera tibetana en su municipio. En una reunión de Año Nuevo en la residencia oficial del alcalde el año pasado, Høib rechazó un requerimiento del embajador chino de expulsar a un representante de Taiwán que socializaba con otros diplomáticos, según los diplomáticos presentes y los informes de los medios de comunicación checos.

La bandera del Tíbet izada en el municipio de Praga. Foto: Kafkadesk

Høib también había insistido en eliminar la cláusula de “una sola China” referente a las reivindicaciones territoriales de China sobre Taiwán del pacto de ciudades hermanas de Praga con Beijing.

Beijing respondió cancelando la gira de la Orquesta Filarmónica de Praga por 14 ciudades de China. Después de que Høib hiciera gestiones para desechar el pacto de ciudades hermanas, la embajada china emitió un anuncio en Facebook en el que advierte a Praga que “cambie su postura lo antes posible... De lo contrario, los propios intereses de la ciudad se verán afectados”. Desde entonces, se han frustrado los planes de giras por China de otros conjuntos musicales checos.

En una entrevista, Høib señaló que “no nos veían como socios”, en alusión al gobierno chino. “Nos veían como sus subordinados”. La embajada no respondió a la solicitud de comentarios.

La pandemia ha sido la mayor prueba para la diplomacia de “lobos guerreros” de China. Mientras otros gobiernos luchaban por contener el coronavirus, Beijing anunciaba a los cuatro vientos su respuesta con mano de hierro y se ganó elogios por entregar equipo médico crítico a los países que lo necesitaban. También rechazó a los detractores que cuestionaron su manejo inicial del contagio.

En febrero, la embajada china en Nepal señaló que había presentado quejas al periódico Kathmandu Post de Nepal y que “se reserva el derecho de tomar medidas adicionales” después de que se publicara una columna de opinión en la versión en inglés, cuya circulación es inferior a los 100.000 ejemplares, en la que se criticaba la respuesta de China al coronavirus y en el que aparecía una imagen de un billete de yuan chino con Mao Zedong usando una mascarilla.

Tanto diplomáticos como medios estatales han denunciado al secretario de Estado de EE.UU., Mike Pompeo, por afirmar que el coronavirus podría haberse propagado desde un laboratorio chino.

Twitter se ha erigido como un campo de batalla clave para los diplomáticos chinos, especialmente después de que el Ministerio de Asuntos Exteriores promoviera a Zhao Lijian, un prolífico usuario de Twitter previamente asignado a la embajada china en Pakistán, como uno de sus portavoces en agosto. Zhao recientemente encendió aún más la disputa entre EE. UU. y China sobre los orígenes del coronavirus al presentar la teoría de que el patógeno fue traído a China por el Ejército de EE.UU. a sus más de 600.000 seguidores, acusación que ha sido desestimada por Washington.

Las cuentas diplomáticas chinas suman ahora un mínimo de 137, más que las 38 de hace un año, según la Alianza para Asegurar la Democracia, un grupo de defensa bipartidista con sede en Washington. Los más activos envían cientos de tuits cada mes, a la par de las cuentas diplomáticas más activas de Rusia.

“La mortalidad total en #China #pandémica es de 3.344 hasta la fecha, mucho más pequeña que sus gobiernos occidentales de ‘clase alta’”, escribió la embajada china en Sri Lanka en Twitter el mes pasado en respuesta a un activista de Sri Lanka que había criticado al gobierno chino tildándolo como de “clase baja".

El activista, Chirantha Amerasinghe, que tenía menos de 30 seguidores en ese momento y ahora tiene poco más de 60, dijo que estaba sorprendido de que la embajada respondiera burlándose aparentemente de otros países con una mayor tasa de muertos.

El activista Chirantha Amerasinghe, hoy tiene 62 seguidores en Twitter.

El embajador de China en Francia, Shaye Lu, fue ascendiendo en las filas del Ministerio de Asuntos Exteriores durante años, mientras abogaba por una diplomacia más dura. En un artículo publicado en 2016, cuando era director de investigación de políticas para el comité central de política exterior del Partido Comunista, Lu señaló que los diplomáticos chinos deben luchar con Occidente y convencer a más países de que “acepten a China, como una gran potencia oriental que se ubica en la cima del mundo”.

En su calidad de embajador de Canadá, Lu acusó a Ottawa de “egolatría occidental y supremacía blanca” por la detención de un alto ejecutivo del gigante tecnológico chino Huawei Technologies Co. a fines de 2018, a petición de Washington.

Lu llegó a la embajada de París el verano pasado. Durante este tiempo, él y la embajada china han acumulado más de 50 participaciones en los medios en menos de un año, con entrevistas, sesiones informativas y columnas de opinión en los periódicos, lo que representa casi tres veces más que lo que su antecesor había registrado durante cinco años en el cargo.

En abril, la embajada de China desató la indignación en toda Francia después de que publicara un ensayo, atribuido a un “diplomático chino ubicado en París”, en el que se afirmaba que los cuidadores de las casas de reposo habían abandonado a los residentes. En el ensayo se acusaba también a las autoridades de Taiwán, a las que apoyaban algunos legisladores franceses, de utilizar una calumnia racista contra el director general de la Organización Mundial de la Salud, acusaciones que Taipei negó.

En Twitter, la embajada ha discutido y bloqueado al menos a un crítico. También le puso “me gusta” a una serie de publicaciones en las que se critica a Occidente, incluida una que decía que las democracias no consiguen tratar a los pacientes enfermos.

En su entrevista de abril con L’Opinion, Lu desestimó las afirmaciones de que la diplomacia china se ha vuelto hostil. “Más bien, es una forma de diplomacia proactiva”, señaló.

Estados Unidos y algunos otros gobiernos occidentales han respondido contra Beijing, acusando a China de haber fracasado en su respuesta inicial al coronavirus y exigiendo una investigación internacional sobre los orígenes del patógeno. Algunos analistas dicen que la disputa le ha costado a China la oportunidad de ganarse el reconocimiento de todo el mundo, exponiendo los límites de la dependencia de Beijing en la retórica destemplada y la ayuda material para disuadir a los detractores y ganarse el favor de otros países.

China está “ganando mucho terreno porque dispone de muchos recursos”, pero su enfoque no le ha conseguido muchos amigos, dijo Oriana Skylar Mastro, una profesora adjunta de la Universidad de Georgetown que estudia la política de seguridad china.

Ya han empezado a surgir señales de insatisfacción con el enfoque del “lobo guerrero” entre la vieja guardia diplomática de China. En abril, Fu Ying, viceministra de Asuntos Exteriores de 2009 a 2013, escribió un comentario en un periódico en el que hacía hincapié en que China debe prestar atención a la forma en que sus mensajes son recibidos por el público internacional.

“El poder de un país en el discurso internacional no solo se asocia a su derecho de hablar en el escenario mundial, sino a la eficacia e influencia de su discurso”, escribió Fu en el emblemático People’s Daily del partido.

En una reciente entrevista ampliamente difundida en los medios sociales chinos, Yuan Nansheng, un diplomático chino jubilado entre cuyos cargos se encontraba el de embajador en Zimbabwe y cónsul general en San Francisco, dijo que la diplomacia de China “debería hacerse ‘más fuerte’, no simplemente ‘más dura’”.

“La historia demuestra que cuando la opinión pública secuestra la política exterior, inevitablemente trae consigo resultados desastrosos", señaló.

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