"Chalecos amarillos" salieron a cuidar las casas

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Foto: Juan Farias

Son vecinos. Algunos se conocían. Otros, por primera vez se pusieron en contacto para proteger sus barrios y familias ante rumores de turbas. Jóvenes y adultos. En diferentes comunas, siempre cerca de tiendas saqueadas. Palos y determinación.


Cada persona con un vehículo debe tener un chaleco reflectante de color amarillo. La norma exige usarlo cada vez que el conductor se detenga en la berma y se baje. Pero esta semana, residentes de distintas comunas de Santiago, como Renca, Maipú, Cerrillos, Puente Alto, Macul, Huechuraba y Peñalolén, le dieron otro fin: distinguirse entre ellos de presuntos asaltantes, para cuidar sus casas.

En medio de jornadas de protestas, que se extendieron por todo el país y con diferentes episodios de violencia, el gobierno anunció la tarde del sábado la implementación del toque de queda. La tensión creció.

Con las imágenes por televisión de los primeros saqueos y múltiples incendios en edificios, el temor entre quienes vivían en un condominio o barrio cercano a un local comercial también fue en aumento. En algunos casos el susto quedó solo en eso. Pero un auto sospechoso por la noche o una persona que intentó entrar y que fue fácilmente ahuyentada encendieron las alarmas. La sensación de que la pesadilla estaba a la vuelta de la esquina tomó forma. "Aquí preferimos estar atentos y preparados", dijo María Ester Pablos, de 53 años y residente de la Villa Santa Carolina, en Macul. Con un buen palo en la mano. Y una polera amarilla.

En el barrio Girasol, de Renca, la tarde del domingo ardió una fábrica de ropa interior en la que fallecieron cinco personas. Los vecinos veían turbas de gente que había ido a robar. Además, podían contar los supermercados que habían sido saqueados en la comuna, que eran todos.

Ahora, dicen, su miedo es que vengan a incendiar el Montserrat que colinda con una decena de casas de la villa. O que los rumores de turbas que asaltan casas se hagan realidad. "No nos interesa cuidarles la plata, solo tratamos de que no le prendan fuego", contó Germain Flores, presidente de la junta de vecinos.

Con walkie tolkies, palos y fierros se "arman" cada día y noche. En turnos rotativos. Tienen un WhatsApp de 187 personas, ya que se sumaron otros cuatro vecindarios cercanos. Y controlan a cada vehículo que entra o sale del lugar.

"Debido al toque de queda, como estábamos custodiando el supermercado, los mismos militares nos dijeron que nos distinguiésemos con un chaleco amarillo. Así les empezamos a decir a todos los chiquillos de las villas", cuenta Pablo Díaz, uno de los principales organizadores de los vecinos. Cree que quizá fueron los primeros de la ciudad en usarlos.

Cerca de supermercados

La iniciativa se repitió en numerosas comunas que tenían en común un supermercado que había sido saqueado. Patricio Torres, de Peñalolén, recuerda la sensación de temor del fin de semana.

"Con tantas horas libres y ociosas uno se pone nervioso. Somos de las generaciones antiguas, sabemos qué es un estado de excepción y toque de queda", explicó.

La noche del domingo fue la primera vez que se organizaron para proteger sus casas. Y anoche iban a volver a hacerlo.

Alain Pagliali vive en un condominio de 140 casas en Las Vizcachas. Allá se esparcieron rumores de una turba de cerca de 40 sujetos que podrían entrar a robar a los residentes. Como ya estaban organizados, esta vez no fue difícil convocar rápidamente a un centenar de vecinos. "Después de eso, en realidad no hubo ninguna alerta. Vimos una camioneta a las tres de la madrugada que vino con los focos apagados; le dirigimos el faro que tenemos y con eso se retiró", relató.

En Puente Alto, en el sector de Ciudad del Sol, Mario López afirmó que en los últimos días hubo robos en los barrios e incluso intentaron entrar a un colegio; también dijo que los saqueadores amenazaron con regresar a las casas. Se empezaron a organizar con un representante por barrio en un grupo de WhatsApp. "Llamamos a Carabineros, pero no contestaron, estaban las líneas colapsadas", detalló.

En cada esquina se apostaron grupos de entre 50 y 60 personas. Hasta comenzaron a controlar el tránsito, pero se confundían entre ellos mismos. Hasta que alguien dio la idea de los chalecos. Durante la noche del domingo, López contó que saquearon un supermercado Santa Isabel y que los vecinos comenzaron a quitarles las cosas a los ladrones o a detener a quienes intentaban entrar. "Hubo un auto que chocó cuando empezó a arrancar. Las cosas que había al interior las rompieron, para que nadie hiciera nada", dijo Pagliali.

La mayoría de los "chalecos amarillos" son padres y madres que buscan proteger sus casas. Algunos hablan de política, pensiones, isapres, transporte. Otros no. Pero todos están armados con lo que pueden.

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