El Instituto Nacional es el mejor colegio público de Chile

ESPECIAL 70 AÑOS LT: VERDADES QUE YA NO SON

Tres exrectores, que dirigieron el liceo entre los años 2008 y 2019, analizan los factores que han incidido para que se haya pasado desde la excelencia a llegar incluso a tener problemas para completar los cupos de la matrícula.



Los overoles blancos, imágenes de estudiantes tirando bombas molotov, videos de Carabineros ingresando violentamente a las salas de clases, paros, baja en los puntajes y problemas en las matrículas, son algunas escenas que se ha visto en los últimos años como parte del Instituto Nacional. Este colegio, emblemático, de tradición, con más de 200 años de historia, considerado -como lo dice su himno- el “primer foco de luz de la nación”, ha tenido que centrarse mediáticamente en dar explicaciones y estudiantes, exalumnos, profesores y apoderados hace rato que resienten el cambio que ha sufrido su colegio. ¿Cómo fue que se llegó a este punto? La pregunta es compleja, pero aquí tres exrectores dan algunas pistas sobre las respuestas.

Jorge Toro estuvo a la cabeza del Instituto Nacional desde 2008 hasta 2013. “La política le hizo un daño al Instituto Nacional. Desde afuera se empezó a apoyar a sectores anárquicos, grupos ultra, que eran pequeños, pero tenían mucho respaldo en sectores externos”, dice Toro.

El exrector también reflexiona sobre los problemas para llenar la matrícula: “La gente que llegaba con muchos esfuerzos al Instituto Nacional empezaron a ver cómo se perdían las clases y retiraron a sus hijos. Y eso hizo que en la actualidad cueste reunir la cantidad de cupos que se ofrecen. Hubo una época en que postulaban 4 mil alumnos para 700 cupos. Cuando yo estuve postulaban dos mil para los mismos 700 cupos. Ahora no alcanza a cubrirse esos cupos, se llega con dificultad”.

Luego de Toro asumió brevemente el exrector Fernando Pérez. Estuvo dirigiendo el Instituto desde 2013 hasta 2014. Pérez fue exalumno, profesor, apoderado y rector, por lo que habla con propiedad sobre el colegio. “Veo un Instituto Nacional carente de la identidad que sentíamos quienes fuimos parte de ese colegio como estudiantes, carente de un conjunto de objetivos que busquen mantener esa idea de quienes nos inscribíamos en ese colegio, que era el mérito. Esa idea fuerza que magnetizaba a muchos jóvenes y a muchas familias respecto de que quien entrara a ese colegio, se esforzara y tuviera los méritos suficientes para la meta que se proponía, iba a ser un aporte para la sociedad chilena”, reflexiona Pérez.

También plantea que esto luego se unió con “una tendencia a pragmatizar el paso por el Instituto”. Eso, dice, se tradujo en que “si el Instituto me sirve para que yo pueda catapultarme hacia un buen puntaje en la PSU, voy a participar. Si el Instituto sirve para manifestar de manera vanguardista mi distancia y radicalidad contra el sistema, también era una buena plataforma”.

Ya alejado de la posición directiva del colegio, Pérez aborda los desafíos futuros, sobre todo considerando que el liceo será mixto en 2021. “Sueño con que ese edificio se demuela por completo, que se vaya el suelo y ahí se construya un edificio maravilloso en donde se reciba y se albergue con dignidad a 4.300 estudiantes”, dice.

A Fernando Soto, rector entre 2014 y 2019, le tocó vivir momentos complejos. Soto también estudió en el Instituto Nacional, por lo que tiene un basto conocimiento de cómo el liceo ha ido cambiando a lo largo de los años. Para él son, principalmente, tres los factores que han incidido en los cambios que ha tenido el colegio. Por un lado, aumento importante en la matrícula: “El Instituto ha tenido un crecimiento inórganico que es absurdo. Fue un colegio creado para tener un tope máximo de tres mil alumnos, pero tiene 4.400. No hay ninguna comunidad educativa que pueda funcionar bien con esa magnitud de jóvenes”.

Luego, viene el cambio en la composición social de la matrícula. “Décadas atrás en un mismo curso había jóvenes de todos los sectores sociales y eso generaba una sinergia muy interesante, un círculo virtuoso en que efectivamente valía el esfuerzo de los muchachos. Cuando yo estuve en la rectoría, el índice de vulnerabilidad económica subió de un 35% en 2014 a casi un 85% en 2019, más que se duplicó”, explica Soto.

El tercer elemento, lo asocia a un problema estructural de la educación pública, propiciado por la municipalización. Eso, dice, no solo ha afectado a todos los liceos emblemáticos cuyos estudiantes han ido acumulando “una sensación de frustración que ha ido creciendo”.

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