La vida después de 32 años... en la cárcel
Luis Rojo ha vivido más años dentro de una prisión que fuera de ella. Con libertad condicional, encontró un programa de reinserción laboral que cumple actualmente. ¿Su mayor desafío? Adaptarse a un país con internet, micros no amarillas y cajeros automáticos.
A las 7 de la mañana de un domingo en abril de 2016, Luis Rojo (54) dio un paso en la calle y sintió que se le hundía el piso. Para él era como caminar sobre una cama elástica. Le llamó la atención el olor a bencina y petróleo, junto con el ruido de los autos y las micros. Luis sintió la brisa fría y la llovizna de la mañana otoñal y se le hicieron poco familiares. Hacía mucho que no las sentía: había pasado los últimos 32 años de su vida en prisión. Esa mañana, en las afueras de la ex Penitenciaría, ubicada en calle Pedro Montt, era su primera salida dominical. Y luego de tres décadas, se encontró con un mundo nuevo.
Al día de hoy, Luis Rojo -condenado en 1986 a cadena perpetua por un homicidio- cuenta con libertad condicional. Está en un programa de reinserción y capacitación laboral, donde debe cumplir con 10 días de práctica profesional, luego de los cuales puede optar a continuar en el trabajo. Por ello, en estos momentos cumple horas laborales en la compañía Ingel Service como instalador eléctrico. Esta habilidad pudo certificarla dentro del programa de reinserción laboral de Fundación Paternitas, donde dentro de varias capacitaciones él eligió la de electricista. "Un instalador eléctrico es algo que siempre se necesita. Para mí es una pega que da. Y hay que tener delicadeza y preocupación. Uno no puede estar con teléfono ni con audífonos. Hay que dedicarse 100 por ciento a eso", comenta, mientras está en una de las oficinas de la empresa, ubicada en las cercanías del Metro Santa Lucía.
Si bien ahora Luis Rojo cuenta con trabajo y arrienda un departamento en el centro, le costó adaptarse al mundo que vio cuando salió de la cárcel. El transporte público era toda una novedad para él: la última vez que tomó micro pagó $ 75 en efectivo. Otra de las cosas que le llamaron la atención fue ver un país que ya no estaba bajo el régimen militar: "Antes de que entrara a la cárcel, Chile era un país gobernado por las Fuerzas Armadas".
Son esas y otras cosas. Ver un mundo nuevo, con internet, lleno de cajeros automáticos, sin micros amarillas, con cadenas de supermercados, autopistas, más líneas de Metro y gente hablando por teléfono en la calle. Es otro Chile.
Oportunidades para salir antes de la prisión -a través de beneficios carcelarios- las tuvo, pero sus acciones en los recintos penitenciarios terminaban por desechar toda posibilidad: "Yo me mandaba una cagá para que no me soltaran". Las paredes, según confiesa, se habían convertido en su nuevo hogar: "Yo me sentía más seguro preso que afuera. Me daba miedo, le tenía miedo a estar afuera".
Si bien hoy tiene obligaciones, responsabilidades y horarios que cumplir, para él todo es distinto al hecho de estar recluido. "Uno respira. Uno puede abrir aquí esta ventana... hay un esmog terrible, pero se respira. Usted respira el aire que hay dentro de una cárcel y es muy distinto, aunque la cárcel esté aquí mismo en Santiago. Se respira odio, se respira maldad, se respira pena, se respira tristeza, se respira soledad", añade el electricista.
Por estos días, Rojo suele caminar mucho. Incluso, el trayecto desde su casa al trabajo, de varios kilómetros, los hace a pie. "Yo puedo andar en la calle, puedo respirar, puedo vivir", reflexiona.
Alcohol y drogas
Una mañana de abril de 1984 Luis Rojo despertó de una resaca en el piso, junto a una cama. Estaba lleno de sangre y, asegura, no recordaba nada de la noche anterior. Se tocó por todos lados y la sangre no provenía de él. "Conche..., ¿qué hice?", fue lo primero que pensó, según cuenta ahora. En la cama estaba sin vida su víctima. Una mezcla de drogas y alcohol desencadenó todo. Él era la incógnita de la ecuación que terminó con un amigo de su familia asesinado.
"Quédate aquí, porque andan los milicos y andan pesados", fue el consejo que recibió la noche anterior a su crimen por parte de Jorge, un conocido de su familia. Sabía que Luis Rojo, de entonces 19 años, solía drogarse y perderse en las calles y que el toque de queda podía llevarlo detenido. La víctima vivía cerca del paradero 25 de Santa Rosa y albergó al condenado esa noche.
Una mezcla de un tarro de Agorex 60 y una botella de whisky que Luis encontró en la casa detonaron una serie de eventos que, según él, todavía no puede reconstruir. Lo único que daba pistas de la culpabilidad fue el arma que portaba: un cuchillo.
En mayo de ese año 1986, Rojo ya estaba preso. Había confesado el crimen y fue condenado a cadena perpetua. El primer lugar donde estuvo recluido fue la Cárcel de San Miguel. Luego transitó por otros penales del país.
Para Luis Rojo, el peso de estar privado de libertad lo asumió recién cuando falleció su padre. "No me dieron permiso para ir a su funeral. Ahí recién entendí en qué estaba metido", recuerda él.
Arrepentimiento
Consultado sobre si se arrepiente de su crimen, Rojo asegura: "Todos los días, hasta hoy. Mi viejo sufrió toda la vida. Yo me di cuenta de que no fui un buen hijo. Yo lo hice sufrir mucho".
Francisca Lewin, coordinadora general de la Fundación Paternitas, valora el rol que cumple la organización desde hace 25 años. "Nosotros hacemos que las cargas que llevan los exreos no sean negativas, sino que la resignificamos. Que ellos saquen aprendizajes. No podemos cambiar el pasado o los hechos, pero sí su percepción y valoración".
La organización nació con el sacerdote Nicolás Vial, quien recorría las cárceles prestando ayuda a los presos. Cuando les consultaba sobre cómo podía ayudarlos, la mayoría le decía que ellos ya estaban condenados y que se preocuparan de sus hijos. Esa idea que nació hace un cuarto de siglo, hoy está materializada en la fundación emplazada en la Iglesia La Viñita, donde está la Virgen de Monserrat. Esta figura es frecuentada por personas que piden protección antes de cometer crímenes. Fue en ese lugar donde Luis Rojo comenzó a cambiar su vida.
Lo último
Lo más leído
1.
2.
4.
5.
6.
Contenido y experiencias todo el año🎁
Promo Día de la MadreDigital + LT Beneficios $3.990/mes por 6 meses SUSCRÍBETE