Para Entender: El efecto virtuoso de la nueva “Guerra Fría” por las vacunas

donald trump

"Pero como aquí hablamos no solo de de una carrera científica contrarreloj, sino sobre todo de una disputa por influencia mundial -un cambio de los equilibrios globales que temen en la Casa Blanca, según la agencia Bloomberg- hace poco más de una semana Donald Trump lanzó la Operación Wrap Speed (operación velocidad de la luz) destinada a acelerar los esfuerzos por concretar el objetivo, descubrir ese nuevo “Santo Grial” que persigue la humanidad".



Si en algo ayudó la Guerra Fría (la original) fue en acelerar la competencia tecnológica entre Estados Unidos y la Unión Soviética. ¿Cuántos años nos habríamos demorado en llegar a la Luna si detrás de esa disputa no hubieran existido las ansias por el dominio político global? Sin embargo, desde que John F. Kennedy prometió aquel 12 de septiembre de 1962 que su país lograría llegar a la Luna antes del fin de la década y que había elegido ese desafío no porque fuera “fácil”, sino, precisamente, porque era “difícil”, se activó una maquinaria que logró concretar el objetivo sólo seis meses antes del vencimiento del plazo anunciado. Menos de siete años para llegar al satélite terrestre. ¿Será posible entonces tener en menos de 12 meses la primera vacuna contra el Sars-Cov2?

Habrá que confiar en el efecto virtuoso de la competencia y de la segunda Guerra Fría, esta que se está librando entre Estados Unidos y China. El propio ministro de Relaciones Exteriores chino lo reconoció ayer: “Algunos están empujando a nuestros dos países al borde de una guerra fría”. Y qué mejor efecto de esa disputa que el intenso trabajo por desarrollar la vacuna que nos libre de la pandemia que ya ha cobrado más de 340 mil muertos y que suma 5 millones 300 mil contagios en el mundo -y cerca de 70 mil en Chile, donde en una semana se duplicaron los casos. A comienzos de la semana pasada, la empresa estadounidense Moderna anunció resultados promisorios en sus pruebas y dos días después fue el turno de China, que publicó sus hallazgos en The Lancet.

Pero como aquí hablamos no solo de de una carrera científica contrarreloj, sino sobre todo de una disputa por influencia mundial -un cambio de los equilibrios globales que temen en la Casa Blanca, según la agencia Bloomberg- hace poco más de una semana Donald Trump lanzó la Operación Wrap Speed (operación velocidad de la luz) destinada a acelerar los esfuerzos por concretar el objetivo, descubrir ese nuevo “Santo Grial” que persigue la humanidad. Su promesa, como la de Kennedy hace 58 años, es lograr la vacuna para principios del próximo año y tener los primeros resultados antes de las elecciones de noviembre -no hay que olvidar que el mandatario también aspira a la reelección, y un logro como ese podría darle el impulso definitivo para seguir en la Casa Blanca hasta 2025. Pero el desafío no es simple, por historia y por los chinos.

La vacuna de las paperas de Maurice Hilleman tomó cuatro años, desde que comenzó la elaboración hasta que fue aprobada por la FDA en Estados Unidos. Y el logro es casi un mito en el mundo de la investigación de vacunas. Lograr lo mismo en sólo un año parece, para muchos, no sólo difícil sino riesgoso, por los peligros de que las pruebas no sean lo suficientemente rigurosas y la cura termine siendo peor que la enfermedad. Sucedió con la investigación para la vacuna del SARS, en el pasado -el antecesor más conocido del actual virus que causa el Covid-19- que se detuvo tras detectarse efectos adversos en los voluntarios que la estaban testeando. Por algo, además, como señaló un reciente artículo de La Tercera otras enfermedades como el ébola o el VIH aún no cuentan con una vacuna eficaz. La apuesta han sido los retrovirales.

Hoy hay al menos seis estudios avanzados -entre los que destacan los de Johnson&Jonshon, Pfizer, GlaxoSmithKline y por supuesto Moderna. Y China lleva a cabo al menos ocho de las más de 100 investigaciones que se realizan en el mundo, de los cuales, tres muestran señales promisorias. Y uno paso a Fase 2.

La carrera se está corriendo y cómo nunca antes la investigación científica ocupa la atención mundial. Sin embargo, el camino para acceder a esa cura una vez que esté disponible tampoco será fácil. Lo dijo ayer el ministro Jaime Mañalich en Icare: la guerra por las vacunas será peor que la reciente guerra por los ventiladores. Pero al menos, las señales dadas la semana pasada fueron positivas e incluso en la primera cumbre de la OMS desde el inicio de la pandemia se aprobó una resolución en la que los países se comprometen a compartir los conocimientos de la vacuna. Lo dijo el presidente chino Xi Jinping, será “un bien público global”; lo reiteró el mandatario francés, Emmanuel Macron, y lo ratificó la canciller alemana Angela Merkel. Pero aun no queda claro cual será la posición del presidente Donald Trump una vez que se disponga del preciado “santo grial”. Ni tampoco, cómo quedarán los laboratorios. Pero al menos la competencia está lanzada, y no solo por asegurar la salud mundial.

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