Tras la aceptación de la renuncia de Juan Barros, varios sacerdotes y laicos han comenzado a especular sobre el regreso de algunos religiosos que renunciaron o se fueron de la zona debido a la tensión que generaba el exjefe de la diócesis.

El caso más conocido fue el de Miguel Molina, sacerdote diocesano que renunció a mediados de 2017 y se trasladó a Punta Arenas, aludiendo a un "notorio ambiente de división". Ayer el sacerdote participó en la reunión del clero.

Fuentes de la diócesis aseguraron que durante el encuentro el arzobispo Scicluna manifestó interés porque regresara tanto Molina como otros sacerdotes.

Se cree que podrían volver a Osorno Marco Henríquez, expárroco de la Iglesia de Riachuelo en Río Negro, quien se trasladó a La Serena, y Oscar Escobar, de la Parroquia San Juan Nepomuceno de Cancura, que se trasladó a Aysén.

Además, está el caso del sacerdote jesuita Hernán Monardes, que estuvo a cargo de la parroquia Jesús Obrero. El sacerdote, quien también fue uno de los opositores a Barros, dejó la diócesis luego de que no se le renovara su contrato durante la administración del exobispo. Esa parroquia es uno de los lugares que hoy visitarán los enviados papales.