11 años, la edad de la angustia
<img height="21" alt="" width="94" src="https://static-latercera-qa.s3.amazonaws.com/wp-content/uploads/sites/7/200811/193348.jpg" />Niños que conservan sus miedos infantiles y que no están preparados para procesar la información del mundo que se les abre, arrastrados por cambios biológicos que los llevan a sentirse adolescentes.

De la noche a la mañana, Fernanda dejó de aceptar con gusto la ropa que su madre le compraba, ahora exigía colores, estilos y marcas, y ya ni siquiera permitía que la peinara antes de ir al colegio. Esas fueron las primeras señales que alertaron a Pamela (38) de que algo estaba cambiando con su hija, pero prefirió no darles importancia. Después de todo, sólo tenía nueve años. Claro que luego surgieron en ella los cuestionamientos y los cambios bruscos de humor. Y antes de que cumpliera los 11, una conversación que la impactó: "El otro día la escuché cuando hablaba con una compañera de curso sobre un niño que le gustaba y hacía planes para juntarse con él después del colegio. Casi me morí… ¡si yo a esa edad todavía jugaba con muñecas!".
No es la única. El endocrinólogo y experto en pubertad de la Clínica Las Condes, Ronald Youlton, cuenta que se está haciendo cada vez más común que a su consulta lleguen padres aterrados porque sus hijas ya se están desarrollando y apenas cumplieron los 10 años. Algunos incluso le piden que les aplique un tratamiento para retardar el proceso. Se trata de una terapia hormonal que se utiliza en los casos de pubertad precoz. El punto es -según explica el médico- que ya no se puede hablar de esta condición a los nueve años, como antes. Ni siquiera a los ocho. Porque lo que han constatado decenas de estudios en el mundo, incluido Chile, es que la pubertad -ese momento en que la adolescencia comienza a abrirse paso- simplemente se adelantó.
La doctora Raquel Burrows, del Instituto de Nutrición y Tecnología de los alimentos de la Universidad de Chile (Inta), lideró una investigación que comparó las edades de inicio de la pubertad en hombres y mujeres de la década de los ochenta y de la actual. Sus resultados: en ambos sexos el desarrollo hoy comienza, en promedio, dos años antes.
Algo que también ha constatado la publicidad en sus estudios de mercado. La investigación "Los niños de hoy" de la agencia Eureka, por ejemplo, revela que si hace 20 años las niñas solían jugar con muñecas hasta pasados los 10 años, en la actualidad las abandonan a los siete años y sus regalos preferidos están más relacionados con la tecnología. "A los 10, prefieren vincularse con actividades más adultas, como el uso de internet", agrega Claudia Lazo, de Eureka.
Las razones que entregan los especialistas para este cambio son variadas, aunque ninguna concluyente. Se habla de factores ambientales e, incluso, existen teorías que argumentan que el mejoramiento en las condiciones de salud está llevando al ser humano a cumplir con su programación genética y que un comienzo de la adolescencia a los 16 años, como era hace un par de siglos, fue sólo producto de una calidad de vida deficiente.
Sin embargo, y pese a que el adelanto de la pubertad podría ser un proceso natural, si en algo coinciden los especialistas es que a un niño de sólo 10 u 11 años le resulta más difícil enfrentar la tormenta que se desencadena en sus emociones y en su cuerpo. Y peor si tienen que lidiar con padres aterrados, que no están seguros de cómo deben tratarlos: ¿niños o adolescentes?
DESEOS ADOLESCENTES, MIEDOS INFANTILES
"Mi hija tiene 12 años y está pololeando con un chico algo mayor. Le di permiso para que lo hiciera, pero ahora quiere que la deje ir sola con el pololo al cine. ¿Qué me aconsejan?". La pregunta es una de las cientos de este tipo que aparecen en un blog dedicado a compartir experiencias de crianza. La respuesta fue unánime: "Por ningún motivo. ¡Si es una niña!".
¿Lo es? Sí y no. Algunos de los primeros cambios físicos que delatan el inicio de la pubertad son la aparición del botón mamario en las mujeres y el crecimiento de los testículos en los hombres, generados por una mayor producción de estrógeno y testosterona. Pero estas hormonas también inciden en el cerebro, directamente sobre químicos cerebrales que regulan el estado de ánimo y excitabilidad.
Casi a la par, comienza en el cerebro un proceso conocido como "poda", una suerte de esculpido, donde se van eliminando las conexiones que no se usan y quedan sólo las que se necesitan. El proceso comienza desde la parte posterior del cerebro hacia adelante. Es decir, lo primero que madura son las áreas asociadas con las emociones y la afectividad. En otras palabras, toda la información que un púber recibe, en su mente la procesa desde las emociones y no desde la racionalidad.
Al mismo tiempo, la glándula suprarrenal produce altas cantidades de cortisol, la hormona del estrés, que se libera con el fin de generar un estado de alerta. "Su ánimo cambia en cosa de horas, son muy susceptibles, todo les influye", dice Juan Pablo Westphal, sicólogo de la Clínica Santa María.
Y si esto ya era complicado para un niño de 12 años -edad en que tradicionalmente comenzaba la pubertad-, a los 10 y en un mundo donde el acceso a la información es casi ilimitado, puede generar un nivel de angustia mucho más profundo al que tradicionalmente caracterizaba a esta etapa de la vida. La neurosiquiatra Amanda Céspedes lo explica: "Los niños de entre 10 y 12 años hoy viven en un constante temor de que algo va a pasar. Es lo mismo que experimentaron años atrás jóvenes de 12 ó 13 años".
Pero esa anticipación es más que un dato. Una infancia más corta implica que el tiempo de preparación que hubo para enfrentar los procesos de cambio es menor. Sicológicamente están menos aptos para dimensionar la información que reciben y tienen menos seguridad y mayor confusión frente a sus propias decisiones y las circunstancias que los rodean. No han ganado la experiencia necesaria porque el juego ensayo-error casi no se dio y, paralelamente, no cuentan con las "libertades" que tendría un adolescente para experimentar.
Porque los padres tampoco están preparados para asumir esta brusca transformación. "No es raro que lleguen a la consulta, niñas de 10 o 12 años que están ya pensando en cómo conquistar y lucir atractivas, pero a la vez con miedos tan infantiles como ser las próximas víctimas de la gripe porcina o que las cenizas del volcán Chaitén caigan sobre su casa en Santiago", dice Céspedes.
NIÑO EN CASA, PUBER EN LA ESCUELA
"Nadie quiere que su hijo sea adolescente", dice Andrea Bravo, sicóloga de la Universidad de Chile. "Existe una connotación negativa de esta etapa entre los padres, siempre vinculada a los excesos, a los malos modos, a los riesgos innecesarios y al fantasma de la iniciación sexual", agrega. Y, por lo mismo, son pocos quienes aceptan que un cambio así realmente les pueda estar sucediendo a sus hijos. Menos, cuando los padres tienden a medir a los niños con la misma vara de lo que les pasó a ellos. "Se acercan con autorreferencia, como si los niños de hoy estuvieran viviendo en el mismo contexto que ellos vivieron", dice.
La respuesta de estos incipientes púberes, entonces, es el ocultamiento. La profesora Pilar Infante lo ve a diario en su colegio: Niños que entre pares se comportan como adolescentes y que refutan en clases las materias o indicaciones, pero al llegar sus papás, comienzan incluso a hablar como guaguas. "Ese es un mecanismo que tienen para que sus padres no se metan en su vida, saben que siendo niños no les dan problemas", dice la sicóloga.
LA MADUREZ A LO LARGO DE LA HISTORIA
El foco por estos días está puesto en el comienzo de la pubertad, marcado por el inicio del desarrollo testicular y del tejido mamario. Pero a través de la historia, el hito que más se ha observado es el de la maduración sexual de la mujer, relacionada con la primera menstruación o menarquia, que hoy en día bordea los 12,5 años.
Se dice que en la prehistoria se producía a los 17, pero de eso no hay registro. Sí lo dejó Aristóteles, quien comprobó que las niñas del siglo IV antes de Cristo se convertían en mujeres a los 14. Las pésimas condiciones sanitarias de la edad media llevaron a que en esa época la menstruación se atrasara hasta los 18 años.
En Chile, la primera descripción sobre la edad de la menarquia la realizó en 1886 Eloísa Díaz, la primera mujer en obtener un título de médico. Ella constató que a fines del siglo XIX las mujeres del norte maduraban a los 13 años, mientras que las del centro lo hacian a los 15.
Las investigaciones actuales indican que, a diferencia del inicio de la pubertad, la menarquia, el hito que marca el fin de esta etapa y el inicio de la adolescencia, no se ha adelantado. Por eso, los jovenes de hoy viven una pubertad mas larga.
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