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Adiós al mejor amigo...

<p>Que es mejor que conozcan a más personas. Que eso neutraliza el <i>bullying</i>. Que les da seguridad, mejores habilidades sociales y más redes de apoyo a futuro. Y que en caso de que se rompa la amistad, no quedarán dañados ni vulnerables. Esos son los argumentos que sustentan el cambio del sistema escolar, hoy más enfocado a que los niños formen grupos de buenos amigos que a propiciar esas amistades de dedicación exclusiva. Pero no es bueno quitarles ese lazo profundo que da el mejor amigo y tampoco evitarles la pérdida, advierten voces preocupadas por este nuevo fenómeno. </p>

HUCKLEBERRY Finn y Tom Sawyer. Don Quijote y Sancho Panza. Bob Esponja y Patricio Estrella, Beto y Enrique... Mejores amigos. Es decir, esa especial-particular-excluyente cercanía entre dos personas que las nuevas generaciones no están experimentando tal como la experimentan sus padres.

Suena a fin de mundo. No lo es tanto, aunque sí un poco. Y también notorio. Muy. En los colegios y en las mismas casas, hoy es más frecuente ver cómo los niños tienen un grupo amplio con quienes salen o pasan el día, que a ese mejor amigo que de tan mejor amigo era considerado uno más de la familia del otro. "Te vamos a pasar por la libreta", le decían los padres de uno.

Ahora, no es que haya desaparecido del todo esa figura. De hecho, está, pero algo más diluIda que hace no tantos años. Lo que pasa es que ese compañero eterno y constante ya no parece una parte indispensable de la vida social de los niños y jóvenes. Hoy, afirman los especialistas, ha sido reemplazado por varios buenos amigos, a los que recurren dependiendo de la ocasión.

La razón está en un fenómeno relativamente nuevo, que nos llega de países como Estados Unidos o Inglaterra y que acá comenzó a notarse con mayor fuerza a partir de 2011. Es el resultado de una cruzada que los colegios iniciaron con un solo objetivo en mente: expandir las redes sociales de los niños. Y los padres, sin ponerse de acuerdo con los colegios, comenzaron a pensar y propiciar lo mismo. Todo para conseguir que fueran capaces de relacionarse socialmente y trabajar con la mayor cantidad posible de compañeros. Algo que serviría, más tarde, para enfrentar de mejor forma el mundo de la adultez y del trabajo.

En ese momento, las razones tenían que ver con la adquisición de habilidades sociales y de convivencia que les permitieran desenvolverse mejor, pero con la promulgación de la Ley de Violencia Escolar, de 2011, esto se volvió una obligación. Era simple: estaba comprobado que cuando los niños tenían un grupo más variado de amigos, estaban menos expuestos al matonaje.

Así, a la tradicional costumbre de mezclar los cursos de un mismo nivel para promover la diversidad, los colegios agregaron tácticas como que el profesor comenzara a designar quién formaba parte de qué grupo de trabajo y a promover actividades sociales de nivel o de generación más que de curso.

Y el sistema, hasta ahora, ha dado resultados. Como resume la sicóloga y autora de libros sobre la amistad entre los niños, Eileen Kennedy-Moore a Tendencias: "Fomentar que los niños se hagan amigos de mucha gente es, ciertamente, una buena idea. Más amigos implican mayores opciones sociales. Si un amigo está ausente del colegio o si tu hija tiene una pelea con una amiga, tener múltiples amigos significa que tu hijo aún tendrá a otras personas con las que puede compartir en el recreo".

Sin embargo, las voces que advierten de las consecuencias negativas han ido en aumento: se está perdiendo un lazo social clave, dicen. Las relaciones tienden a ser más superficiales y en un afán sobreprotector, se les está quitando a los niños la posibilidad de aprender a través de lazos y pérdidas significativas.

Redes de hoy, ayuda mañana

Antes de seguir, una cosa: este fenómeno, aunque en plena expansión, no equivale a hablar de la muerte de los lazos profundos entre los niños. Ellos siguen manteniendo amistades íntimas con sus pares. La diferencia es que ese lazo ya no se restringe a un niño en especial. Y que no dura para siempre.

Es decir, si este mes es Pedrito, en cuatro meses más perfectamente puede ser la Antonia. Y todos contentos. En esos términos, depende de cuánto congenien en las circunstancias del momento.

Según Mónica Guesalaga, jefa del Departamento de Orientación del Santiago College, lo que pasa es que los niños de esta generación comprenden que "los mejores amigos no tienen por qué ser totalmente iguales a ellos, sino que tienen algunos puntos en común y otros no". Reconocen que son distintos en muchas cosas y por eso tienen distintos grupos según afinidad, agrega Guesalaga.

Por ello recurren o saltan de uno a otro amigo dependiendo del momento en el que están o de las circunstancias que están viviendo. Algo que trae una serie de beneficios para el desarrollo social de los niños, de acuerdo a diferentes especialistas.

El primer gran beneficio es que propicia la expansión del mundo inmediato, algo que los pone en una condición ventajosa en el corto y largo plazo. Sobre esto, la profesora de siquiatría de la U. de Nueva York y experta en el tema, Irene Levine, dice a Tendencias que "tener más amigos puede ser un factor protector contra el bullying, sobre todo en los últimos años de la enseñanza básica, cuando los pares pueden ser brutales. Tener amigos que te 'cuiden la espalda' es esencial".

Y, claro, tratar con un mayor número de personas aumenta, además, la seguridad de los niños en cuanto a su destreza social: aprenden a comunicarse con personas con diferentes intereses y formas de relacionarse. Eso incrementa su empatía y tolerancia frente a quienes provienen de distintas realidades y tienen diferentes miradas de las cosas, dicen los especialistas.

Eso es precisamente lo que le gusta a Francisca Molina. El colegio de su hija Catalina, de siete años, potencia la interrelación entre distintos grupos y según Francisca, "en el tema de los prejuicios y la diversidad, la ayuda a relacionarse con todos los niños, incluso con otros que son muy diferentes". Y en esto, como en la cocina, el gusto está en la diferencia.

Según las autoras del libro Extraños importantes, Melinda Blau y Karen Fingerman, las personas distintas a nosotros en preferencias y origen social son las que "nos mantienen más informados y entusiasmados". Porque si bien nuestros verdaderos amigos son quienes nos confortan en los peores momentos -dicen las autoras-, ellos piensan y saben lo mismo que nosotros, mientras que aquellos con quienes tenemos lazos más débiles generalmente provienen de mundos completamente distintos, se relacionan con otras redes y tienen acceso a distintos tipos de información. Esto puede ser fundamental en la adultez. Piense, simplemente, en lo ventajoso que puede resultar que 10 personas, y no tres, lo recomienden cuando busca trabajo.

Otro gran beneficio es la libertad académica y social. Algo que ha constatado Marcela cuando ve las relaciones y reacciones de su hija Miranda (12). A diferencia de lo que ocurría cuando Marcela era niña, las tres mejores amigas de Miranda no se enojan si cualquiera prefiere juntarse, en determinado momento, con otros amigos. Ninguna resiente la pérdida de exclusividad ni se siente traicionada si un día una prefiere juntarse, por ejemplo, con buenas amigas del grupo de danza.

Esta ampliación de las redes, dice Paula Zilleruelo, del Colegio Sagrado Corazón Monjas Inglesas, ha hecho que los niños no sigan a la manada y que tomen las decisiones de forma más independiente. Por ejemplo -comenta-, en ese colegio siempre fue muy común que una niña que quería inscribirse en arte y no en música, a la hora de elegir, terminara tomando música porque esa era la elección de su mejor amiga y porque no quería quedarse sola. De acuerdo a Zilleruelo, esa reacción se está viendo cada vez menos: saben que pueden acoplarse perfectamente a un nuevo grupo.

La amplitud de redes también evita que se queden solos en situaciones clave, como cuando el mejor amigo se va del colegio. Si eso ocurre y un niño tenía sólo un amigo, dice Zilleruelo, "quedaba completamente vulnerable". Lo mismo, comenta Irene Levine, ocurre si la amistad se derrumba, lo que "puede ser especialmente doloroso y causar una sensación de soledad".

Por último, está el tema de la preocupación por los demás. Como hoy se trata de fortalecer los lazos no entre un grupo, sino entre todo el curso o incluso entre el colegio entero, los niños están mucho más preocupados de que alguien lo pase mal. Fue lo que vio Marcela con Miranda. Frecuentemente, dice, su hija hace los trabajos con las tres niñas que forman su círculo más cercano. Sin embargo, justo ahora quedaron separadas. ¿La razón? Había dos compañeras que no tenían grupo y las niñas desarticularon su grupo para armar dos e incluirlas. "Ahí me equivoqué yo", dice Marcela, "porque le dije: '¿Y a ti qué te importa?' 'Mamá', me dijo Miranda, 'no podíamos dejar a las compañeras solas'".

No renunciar a un lazo vital

Los beneficios de este nuevo énfasis social son varios. De hecho, al enumerarlos, suman más que las desventajas. Y además, ya están siendo notorios y medidos. El problema es que las desventajas, justamente por lo reciente del fenómeno, aún no son del todo claras y menos, medidas. Son consecuencias a futuro y, para muchos, preocupantes.

El año pasado, en Inglaterra, diferentes medios de comunicación levantaron la voz de alerta al darse cuenta de que en ese país se estaba tomando una vía muy radical. No sólo se estaba potenciando la apertura de las redes sociales, sino que se estaba, lisa y llanamente, haciendo todo lo posible para que los niños no tuvieran un mejor amigo.

¿La razón? Evitar el dolor de una potencial ruptura. Una de las principales preocupaciones de los sistemas y padres más sobreprotectores.

Sobre este tema, Michael Thompson, sicólogo y autor del libro Mejores amigos, peores enemigos: Comprendiendo las vidas sociales de los niños, dice a Tendencias que este afán protector no sólo es ridículo, sino que también artificial. "Si tú, como padre, crees que puedes prever todas las contingencias que pueden aparecer en una amistad, estás equivocado. ¿Desalentarías que tu hijo tuviera un mejor amigo en primero básico sólo porque hay un riesgo de que ese amigo pueda abandonarlo en quinto o primero medio? El riesgo existe, pero ¿quién puede proteger a los niños de eso?".

Es más, es un dolor necesario, según otros especialistas.

Eileen Kennedy-Moore explica que "es cierto que perder al mejor amigo es más doloroso que perder a un amigo casual, pero tratar de mantener relaciones superficiales para evitar la posibilidad de salir herido es una forma triste y superficial de moverse en la vida".

De hecho, sostiene la sicóloga chilena Verónica Pérez, "que el niño sufra significa que ha construido un lazo y eso es un logro del desarrollo y que fue capaz de vincularse". Por eso, no hay que preocuparse, dice, ya que "si son vínculos saludables, los niños podrán tolerar la pérdida de la amistad", algo que innegablamente les enseña a lidiar con pérdidas mayores que pueden tener durante la vida, ya que la infancia ha sido y seguirá siendo el período de preparación para el resto de la vida.

¿Dónde está el límite, entonces? En el equilibrio y en no prohibir algo tan natural como tener un mejor amigo. Dice Eileen Kennedy-Moore: "Lo que creo que hace más sentido es ayudar a los niños a comprender que pueden tener muchos tipos de amigos. Algunos son muy cercanos e íntimos, incluso almas gemelas. Estas son amistades escasas y maravillosas y tendemos a tener sólo unas pocas de ellas durante toda nuestra vida. Pero hay que enseñarles que también otras formas de amistad son agradables y valiosas, como las del bus escolar, las de danza o las del barrio. Todas las buenas amistades enriquecen nuestras vidas".

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