Alejandro Guerra: "Quiero contagiar a mis compañeros, voy con ritmo"
El Lobo, figura de la Libertadores con el Atlético Nacional, lidera ahora la Vinotinto, que confía en dar la sorpresa en Estados Unidos.

A sus 30 años, Alejandro Guerra no ha perdido la sencillez que le ha caracterizado durante su carrera, la cual comenzó en las divisiones inferiores del Caracas FC en su ciudad natal. Cuando está fuera de la cancha, suele vestir una gorra de béisbol, el deporte más popular en su país y que también practicó durante su infancia. Pese al buen momento futbolístico que vive, como estrella indiscutible de la Copa Libertadores, ya en semifinales con el Atlético Nacional de Medellín, su vida no ha sido la misma desde hace siete años, cuando falleció de forma trágica su hermano Armando, quien lo había guiado en sus primeros pasos en el balompié. En su brazo derecho, el Lobo, como le apodan desde su época juvenil por tener entonces mucho vello facial, tiene un tatuaje que reza "hermanos por siempre" y antes de cada partido ora y se inspira en su memoria.
A sus 30 años parece en su mejor momento. ¿A qué se debe esta irrupción?
Esta etapa en Nacional me toma con más experiencia y sí, creo que estoy en mi mejor momento. Pero el fútbol tiene altos y bajos, así que lo tomo con calma, cada día salgo a mejorar porque no me conformo con lo que he conseguido hasta ahora, sino que quiero más.
Antes había tenido pasantías efímeras en Argentina y Corea del Sur, pero ésta es su primera experiencia real fuera de su país.
Sí, me había costado porque era muy joven y no me pude adaptar a estar lejos y sin mi familia. Pero esta vez, cuando me contactó Nacional, lo conversé con mi familia y tomamos la mejor decisión. Ya quería tener esa experiencia fuera de Venezuela. La oportunidad me llegó en el momento ideal y en un gran equipo.
¿Cuán importante es su familia para usted?
Lo son todo. Mi esposa (Kris) y mi hijo mayor (Kleverson) son mis mayores críticos. Ellos y mi mamá (Rosa), cuando las cosas no me salen bien, me ayudan y me dicen que tenga paciencia. También me dan confianza para mejorar y cambiar la mentalidad. Pero si fallo un gol, mi esposa es la primera que me lo recuerda. Ella entiende de fútbol y es muy detallista. Mi hijo tiene 10 años y también juega fútbol. Es volante y yo le enseño todo lo que puedo para que vaya aprendiendo.
Hoy críticas habrá pocas.
Ellos me piden que crea en mí y que busque goles pateando más al arco. En realidad le agradezco al cuerpo técnico del club y a los compañeros porque el éxito ha sido colectivo, gracias al trabajo en equipo.
Con Nacional está en semifinales de la Copa Libertadores, ¿sueña con el título continental?
Levantar la Libertadores es un sueño desde que llegué a Medellín. Estamos cerca, pero falta lo más difícil, así que debemos estar a la altura para ir paso a paso por lo que queremos todos, que es el título.
Pero ahora está la Copa América.
Ese buen momento que estoy viviendo en mi club quiero trasladarlo a la selección. Quiero contagiar a los compañeros, llego con ritmo, me siento bien y sin lesiones.
¿Cuál es el objetivo en el torneo?
En lo personal, tengo 30 años y sé que puede ser mi última Copa América, así que quiero dejar una buena imagen. Trato de jugar sencillo y aquí tenemos mucha calidad. Y en lo colectivo, la meta es borrar el pasado y limpiar la imagen de la eliminatoria y compenetrarnos como grupo. Rafael (Dudamel, seleccionador de Venezuela) se ha acercado mucho a los jugadores y estamos trabajando con alegría, ahora toca transmitir esa alegría en los partidos, buscar la identidad de juego y conseguir resultados positivos para mantener esa alegría.
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