Bajista de Muse: "Nuestro primer show en Chile fue demasiado caótico, había personas casi colgadas del techo"

Uno de los músicos del alabado grupo habla con La Tercera de su próxima visita y de Drones, el álbum que estrenan mañana.




Chris Wolstenholme (36), bajista de Muse desde mediados de los 90, está consciente que hoy el trío inglés ha escalado como la gran banda global del nuevo milenio, capaz de repletar estadios y festivales multitudinarios, y de convertir el estreno de sus álbumes en un hito aún hinchado de expectativas, rol donde todavía resisten especies en extinción como Coldplay o U2. Pero el músico no ha olvidado el día en que el conjunto quedó reducido a un grupo casi primerizo, con nervios de novato y temores de futbolista antes de saltar al partido de su vida: fue la noche del 26 de julio de 2008.

“Me acuerdo muy nítidamente de esa vez”, reporta el músico, como introducción a un puñado de recuerdos de su debut en Santiago, cuando se presentaron ante un colapsado Teatro Caupolicán, en un relato que asemeja una beatlemania apocalíptica: “La gente siempre me dice que fue uno de los mejores shows que hemos hecho y, al revés, cuando me preguntan cuál ha sido nuestro mejor concierto, siempre menciono ese paso por Chile. Era un teatro muy pequeño y fue absolutamente caótico, había personas casi colgadas del techo. Nosotros salimos por la mañana y los fans nos perseguían por las calles, eran cientos. Y llegamos al lugar media hora antes del evento y había un ruido constante, casi ensordecedor, y ahí nos preguntamos: ‘¿qué es eso?’ Y era el público que golpeaba locamente el piso. Después salimos al escenario y los balcones se movían mucho, teníamos miedo de que el edificio se viniera abajo. Fue uno de los públicos más salvajes y locos que he visto en mi vida (se ríe). Si regresamos a Santiago, me gustaría volver a tocar en ese teatro, aunque esta vez necesitaríamos un sitio más grande”.

Wolstenholme acierta: Muse retornará a la capital el jueves 15 de octubre, pero en Movistar Arena, un espacio con mayor aforo que hace siete años. Además de volver como una agrupación de estadios más que de recintos techados, los hombres de Supermassive black hole mostrarán su nuevo álbum, Drones, con fecha de estreno para mañana. Y ahí, en esa nueva colección de 12 temas, los miedos ya son otros. Más globales y menos privados.

Como King Crimson a principios de los 70, o Pink Floyd sobre el cierre de ese mismo decenio, Muse se ha afianzado como la banda capaz de transformar en canciones las grandes paranoias y los pecados de la sociedad actual, en un listado de enemigos que van desde internet hasta el fanatismo religioso.

“Por eso el concepto metafórico de los drones”, justifica Wolstenholme, en alusión al título del trabajo. Luego agrega: “Tiene que ver con todos los drones que de alguna manera están dirigiendo el mundo, con toda esa gente al mando de corporaciones que asume que hay que transformar a otros humanos en esclavos, para que encajen en un determinado tipo de sociedad, permitiéndole a la gente hacer cosas horribles, como asesinar a otros”.

¿Es el disco más político o contingente de Muse?

Hablamos de lo que vemos al poner las noticias o leer los diarios. Hay muchos ciudadanos vulnerables que tiene una sensación de abandono, que se sienten casi programados. Es más bien un disco conceptual, porque cuenta una historia de principio a fin, no creo que sean temas que puedas escuchar al azar. Es como leer un libro.

Esa narración -que remite a la vieja usanza de los álbumes de rock- se sostiene en la historia de un personaje sistematizado para asesinar, pero que se rebela y salva a la humanidad de las tiranías, en un relato donde pasan la CIA, un discurso de Kennedy contra la dominación del comunismo y una serie de diálogos y gritos que entrelazan algunas canciones, muy semejantes a los inmortalizados en el  disco The Wall (1979). Pero, quizás como una forma de vigorizar ese mensaje, los ingleses volvieron a su sonido más fiero, a mirar de cerca a sus amados Nirvana o Rage Against the Machine, apartando la electrónica que dominó sus últimas entregas.

El bajista se hace cargo: “Podríamos decir que es el álbum más pesado y fuerte de nuestra historia. En el anterior, la presencia electrónica era muy fuerte, pero corríamos el peligro de opacar otros sonidos. Ya hicimos bastante con la electrónica, por lo que el paso obvio es retroceder y reconectar con lo más simple, sin tantos sintetizadores. Ahora se pueden escuchar mejor nuestras personalidades”.

¿Por qué ponen tanto acento en los shows, hasta ser considerados entre lo mejor de la actualidad?

Son importantes porque muestran el alma de la banda. Planificamos mucho nuestros recitales y es parte importante de lo que somos. Mucha gente dice que nuestros shows son geniales y es porque  gozamos demasiado en el escenario. Ahora vamos a incluir imágenes increíbles y elementos que reforzarán ese mensaje.

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