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Beyoncé y Lemonade: Trapos sucios

Beyoncé redacta un culebrón gourmet parecido a la popular serie<i> Scandal</i> que, similar a <i>House of cards,</i> indaga en la Casa Blanca pero en clave romántica, revelándose como víctima de infidelidad.

Beyoncé y Jay-Z son como el matrimonio Underwood de House of cards, la pareja fuerte que mueve hilos privados y públicos en beneficio del poder y la imagen. La más íntima de las crisis decanta en ejemplo de convivencia y superación. Luego te lo venden. Tan buenos orquestando su imperio, que los medios caen seducidos ante esta sociedad marital que oficialmente no comete la vulgaridad de revelar desavenencias, y sin embargo el planeta entero observó la pateadura de la cuñada al poderoso rapero, sin olvidar que somos testigos oculares del crecimiento de la pequeña Blue Ivy. Ungida por Barack Obama como modelo para sus hijas en una cena pos reelección en la que ella y el famoso marido recaudaron 4 millones de dólares, Beyoncé ha construido un discografía donde la constante es ahondar en su interior. 

Es curioso cuanta admiración mediática despierta la elite de colaboradores de Lemonade, incluyendo estrellas por derecho propio, cuando la artista y empresaria controla siempre con fusta sus títulos, escribiendo, produciendo y seleccionando acompañantes. Su perfeccionismo le advierte que ese rasgo minucioso puede jugar en contra -qué lata otra estrella pop perfecta, suficiente con Taylor Swift-, y así transforma en canciones lo que "Pampita" a este lado del mundo redujo en tuiteos descontrolados.

Beyoncé redacta un culebrón gourmet parecido a la popular serie Scandal que, similar a House of cards, indaga en la Casa Blanca pero en clave romántica, revelándose como víctima de infidelidad. Entonces unos violines que reflejan exactos un corazón desilusionado -"se puede saborear la deshonestidad, está en todo tu aliento"- sellan Pray you catch me, el primer movimiento, con la cantante registrando voces alternadas a la manera de distintas mujeres fundidas en una sola. Las acusaciones siguen en Hold up -"huelo tu secreto"- pero la trama adopta tono de comedia. El candor cede en la rabiosa Don't hurt yourself -"no estás casado con ninguna perra promedio"- con Jack White caldeando el ambiente mediante golpes de Hammond y sampleo al martillo de Led Zeppelin en When the levee breaks. Sorry es la etapa del basureo a la pareja, synth pop espolvoreado de cachondeo. Beyoncé canta con displicencia. Ni siquiera piensa en el ex.

Hasta la provocativa 6 inch el álbum asciende imparable. Las turbulencias y la consiguiente pérdida de cohesión conceptual asoman desde la innecesaria Daddy lessons, reflejo de ese deseo por demostrar competencia todo terreno, corte acústico tan singular como finalista de American idol. La mullida Love drought inicia la recomposición de la pareja, que sigue al piano en Sandcastles. Lemonade recupera tranco en Freedom gracias a la lengua intrépida de Kendrick Lamar. El álbum podría concluir en la penúltima, All night, que retrotrae al mejor soul: gran bajo, guitarra reverberante, vocalización versátil, pero se estira hasta el ramplón single Formation con Beyoncé en plan hip hop como demostración de dominio estilístico. Porque a ella no se le olvida nada, no se le va una. Jay-Z lo sabe.

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