Carlos Tromben: "Balmaceda pasó de ser odiado a convertirse en un santo laico"

Carlos Tromben
Santiago, 19 10 2016 Retrato a Carlos Tromben, escritor, entrevista para la sesión de cultura del diario la tercera. FOTO: JOSE LUIS MUÑOZ / LA TERCERA

En Balmaceda, su nueva novela, el escritor aborda el último mes de vida del Presidente que se suicidó en septiembre de 1891. El autor analiza la figura del mandatario que trascendió el siglo XX, y al fenómeno editorial de la narración histórica.




Una fotografía familiar en blanco y negro. La reproducción de la imagen del clan Balmaceda la muestra en su celular el escritor Carlos Tromben (1966), donde al centro se ubica la señora Encarnación. Ella es la madre de José Manuel Balmaceda, el Presidente de Chile entre 1886 y 1891.

"Balmaceda acaba de cumplir 51 años. Le quedaba un mes para terminar su mandato y, expirado el plazo, volvería a ser un ciudadano como cualquiera. Nunca, ni en sus peores pesadillas, pensó que este trámite terminaría en catástrofe nacional", se lee en las primeras páginas de la novela Balmaceda, la guerra entre chilenos, que publica Ediciones B.

Luego del éxito de Huáscar (2015), libro donde narra el inicio de la Guerra del Pacífico a través del barco peruano, el ingeniero y periodista nacional Carlos Tromben regresa con una novela histórica, de acción vertiginosa, con una Guerra Civil en desarrollo que finaliza con el suicidio del Presidente de la República.

"En todo Chile hay una calle llamada Balmaceda, un club, una avenida, una escuela, está en todas partes", dice Tromben, y se pregunta: "¿Cómo fue posible que su figura de presidente, que al renunciar era el más impopular en el siglo XIX, haya renacido de entre los muertos, como Jesucristo, para transformarse en una figura pública para la posteridad y aparecer en billetes y estampillas?".

Fueron varios años en los que Tromben tuvo presente la imagen de Balmaceda en su memoria. Una especie de obsesión por un personaje que perduró a través del siglo XX. "Desde un principio, luego de su muerte, la culpa colectiva de haber matado al padre dio paso a la reivindicación", dice el autor, que presentará Balmaceda el próximo viernes 28, a las 20 horas, en la Feria Internacional del Libro de Santiago, en la Estación Mapocho.

La novela se divide en cuatro partes, que van desde el 17 de agosto al 19 de septiembre de 1891, el día fatal para el mandatario, que con su revólver se pegó un tiro en la sien derecha.

¿Cómo fue la investigación para el libro?

Mucha bibliografía histórica, pero sobre todo relatos de testigos presenciales de la Guerra Civil. Uno es el del alférez Rodríguez Mendoza, parte de la guardia presidencial de La Moneda. Está Ismael Valdés Vergara, integrante del ejército antibalmacedista. El otro es Estanislao del Canto, comandante supremo de las fuerzas militares antibalmacedistas. Y Julio Bañados Espinosa, el gran historiador de la guerra.

Balmaceda representa la idea del progreso, ¿no?

Es el ideario de un liberal de la época: expandir el Estado. Modernizar el sistema de salud, la educación, el ferrocarril -una de sus obras más reconocidas fue la construcción del Viaducto del Malleco- y el telégrafo. Además, Balmaceda era un socialcristiano, que leía mucha literatura jesuita, una figura que se vuelve tutelar. Más tarde Balmaceda se vuelve la figura de la izquierda y muy importante para Salvador Allende.

En la novela escribe: "Balmaceda cambiaba rápidamente de opinión, buscaba a las personas para atraerlas, y luego las dejaba de considerar". ¿Era oportunista?

Con el saqueo de la casa de Balmaceda y el de su madre, Encarnación, se perdió casi todo. Se destruyó la correspondencia, los diarios, las fotografías; es un vacío tan grande que explica por qué no hay biografías suyas. Hay textos que lo retratan, testimonios que hablan de un Presidente muy diferente del mandatario chileno promedio. El no era autoritario, pero sí un gran orador y conciliador. No gobernaba con un látigo, pero al comenzar a dialogar con los partidos de la oposición se empezó a meter en problemas políticos de muy corto plazo, y cada vez más engorrosos.

Con la Guerra Civil perdió su prestigio, pero parece que la sociedad pasó del odio a su valoración...

Luego del fin de su gobierno se produce un encarecimiento de la calidad de vida, debido a un fenómeno de inflación galopante y la gente comienza a repetir el discurso: "Con Balmaceda no estábamos tan mal". Esa crisis afectó duramente a las clases populares. Y desde ahí parte la redignificación de su figura. Y tres o cuatro años después los balmacedistas exiliados regresaron al país y se insertaron rápidamente en el juego político. Fundaron un partido que se llamó el Liberal Democrático y ante las elecciones del Congreso comenzaron a gobernar sectores claves del país. Y eso explica por qué Balmaceda pasó de ser odiado a convertirse en un santo laico.

¿Qué opina del fenómeno editorial que tiene a la novela histórica de protagonista?

Creo que un libro histórico tiene varios tipos de lectores. Y por eso ese interés por la historia se refleja en la diversidad de cómo se aborda. Ahí hay para elegir. Están los títulos de Jorge Baradit (Historia secreta de Chile), Un veterano de tres guerras, de Guillermo Parvex, Historias desconocidas de Chile, de Felipe Portales, La patria insospechada, de Rodrigo Lara y Mestiza, de Patricia Cerda. Es un terreno muy fecundo para los autores y las editoriales. Además, lo veo vinculado al momento político que vive el país, que ya permite mirar con perspectiva histórica. En los 90, por ejemplo, quién iba a leer novelas históricas si lo importante era vivir el presente ante un pasado reciente tan doloroso, en un momento en que éramos los jaguares de Latinoamérica.

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